Cruzar el Darién se convirtió en la travesía obligada para aquellos migrantes que huyen de las condiciones de pobreza, hambre y falta de oportunidades de sus países. El llamado sueño americano es la meta.
En algunos casos, las familias logran su cometido de completar su travesía, mientras que otras llegan hasta Panamá para luego ser deportadas a sus países de origen. Pero no todos corren con la misma suerte, como en el caso de Dimitri y Mikaela, una pareja de haitianos que, luego de migrar a Brasil y aun logrando tener estabilidad en ese país, decidieron ir por un ‘pez más gordo’, llegar a Estados Unidos.
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Según conoció el diario El Tiempo, mucho antes de llegar a Suramérica, esta familia, conformada por diez personas, se dedicó a ahorrar durante años con el objetivo de llegar a Estados Unidos. Sin embargo, los ingresos familiares no eran suficientes, situación que se agravó tras ser víctimas del devastador terremoto de 2010, que resultó en la muerte de 220.000 personas y dejó más de 300.000 heridos.
Fue así como, contra todo pronóstico, llegaron a Brasil en 2015. Ahí se dedicaron a trabajar y ahorrar por cinco años para lograr la anhelada visa que les permitiera entrar legalmente a Estados Unidos. En el país suramericano, Dimitri se desempeñó como traductor, debido a que era un talentoso políglota, hablante de francés, inglés, portugués y español. Su esposa, hermano y cuñado se dedicaron al comercio informal.
En 2023, llegó el día en el que decidieron emprender el largo camino que los llevaría a Estados Unidos, sin embargo, no todos se ‘montaron en el bus’. Los papás de Dimitri y su hermano decidieron que se sentían bien viviendo en Brasil y no se arriesgarían a tan lago viaje.
La peligrosa aventura comenzó y en mayo de 2023 llegaron a las paradisíacas playas de Necoclí, hoy ‘repleta’ de migrantes que buscan el mismo sueño de Dimitri y su familia.
Como no es extraño, según conoció El Tiempo, a su llegada, a Dimitri y su familia les hicieron todo tipo de ofrecimientos para llegar “más rápido y seguros” a Estados Unidos. Entre las propuestas estaba pasar droga, a lo que Dimitri se negó de manera contundente.
Después de divagar en el municipio antioqueño, decidieron hospedarse con una familia del barrio El Caribe, pagando 5 dólares la noche y por persona. “La comunicación era muy difícil al principio, pero les tomamos mucho cariño a todos, sobre todo a los niños”, contaron a un periodista de El Tiempo.
La diferencia del idioma no fue impedimento para que tanto los hijos de la familia colombiana como los dos hijos de 4 y 10 años de los haitianos compartieran momentos de juego y aprendizajes. De igual manera sucedió con el grupo de adultos.
“Recuerdo que sus niños jugaban con los nuestros todo el tiempo. Cuando los míos volvían del colegio hasta se ponían a hacer tareas juntos”, contó uno de los miembros de la familia colombiana a El Tiempo
Pasaron dos semanas en las que se formó un lazo fraternal entre ambas familias, a pesar de ser ‘extraños’ y, al fin y al cabo, unos inquilinos.
“Hoy me arrepiento de eso (cobrar el hospedaje). Pienso que, si hubiésemos dejado de cobrarles y tratado de ayudarlos a quedarse, ellos se hubiesen quedado y no hubiese pasado lo que pasó”, relató uno de los integrantes de la familia colombiana a El Tiempo.
Finalmente, llegó el 3 de junio y Dimitri, Mikaela, sus papás y hermano, además de los hijos de la pareja que lideraba el trayecto, se enrutaron en el agreste camino del Darién. Hasta junio de 2023, se estima que 27 personas murieron o desaparecieron recorriendo esta región, según datos del Gobierno de Panamá.
A pesar de las dificultades y riesgos del viaje, que no garantiza llegar a la ‘meta’, a los migrantes les cuesta cerca de los 2.450 dólares, suma que le fue cobrada a la familia haitiana.
El dinero y el tiempo apremiaban, por lo que una vez llegaron al municipio chocoano de Acandí, la familia haitiana, sin pensarlo dos veces, se adentró en la espesa selva.
De ahí en adelante empezó el martirio: lluvias constantes y torrenciales, barro que cobraba vida propia y ríos a los que solo se cruza por medio de “cadenas humanas”. A esto, se suman las mafias del Clan del Golfo que, según conoció El Tiempo, controlan lo que entra y lo que sale de la selva.
Dimitri había prometido dar noticias a la familia colombiana y a sus familiares en Brasil, sin saber que una de ellas sería devastadora y dejaría un recuerdo amargo del cruce en la selva del Darién.
El extremo cansancio que suele acompañar a estos caminantes hizo que Dimitri le pidiera al tío de los niños cargar en los hombros al más pequeño, el de tres años. En momentos en que cruzaban un crecido río, el niño cayó de los hombros de su tío, quien sin pensarlo dos veces intentó recuperarlo, fallando en el intento, y siendo arrastrado también por la corriente.
Los abuelos, papás de Mikaela, al ver la dolorosa escena, intentaron hacer lo mismo que el tío del menor. Primero fue el abuelo, y luego la abuela. Ambos llevados por la corriente.
Al percatarse de la tragedia, la pareja de esposos no tuvo de otra que seguir avanzando con el pequeño de 10 años, como los únicos tres sobrevivientes de la terrible experiencia.
Contra todos los pronósticos, riesgos y obstáculos, la familia, ahora conformada por tres integrantes, logró llegar a Miami, Estados Unidos, en donde ahora inician una nueva etapa en sus vidas, y con un nuevo integrante, debido a que Dimitri y Mikaela serán padres por tercera vez.
La historia, dada a conocer por El Tiempo, fue narrada por la familia colombiana que finalmente tuvo noticias de Dimitri y su familia a principios de septiembre. A través de Messenger, se enteraron de toda la odisea que terminó con la desaparición de cuatro de los integrantes de la familia haitiana, con quienes alguna vez compartieron “pan y mesa” en el humilde barrio El Caribe.