Por qué Botero y Gabo, los dos pesos pesados de la cultura colombiana, no se llevaban bien: “Me cae pesadísimo”

Al parecer no podían verse ni en pintura. Las dos figuras más prominentes de la escritura y el arte colombiano tendrían altas rivalidades y marcadas divergencias

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Las dos figuras más visibles
Las dos figuras más visibles de la cultura colombiana en la escritura y la pintura, tendrían fuertes desavenencias - crédito Centro Gabo

“Yo lo evité lo más que pude”, fue una declaración que sostuvo con firmeza el hace poco fallecido Fernando Botero, uno de los artistas más relevantes en Colombia, quien llegó a ser el artista latinoamericano vivo más caro del mundo, cuando fue cuestionado sobre su relación con el Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, en una entrevista con el editor del cultura del diario El Tiempo, Fernando Gómez Echeverry.

Y es que, en la mente de la mayoría de personas, debido a que ambos ostentaban la grandeza de su arte de forma similar, es posible que ambos pudieran coincidir en algún punto. Pero no. Y por varias razones.

Si bien no estaban cada uno en las antípodas del otro, sí se encontraban en extremos geográficos, al menos lo suficientemente lejos para decir que vivían en continentes diferentes. Gabo, que pasó su exilio en México, resolvió quedarse en el país azteca hasta el día de su muerte. Allí vivió la mitad de su vida, hasta ese 17 de abril de 2014, cuando falleció y soltó la pluma de su mano. Mientras tanto, el artífice de las pinturas con grande volumen y vistosos colores decidió hacer su vida entre París, Nueva York y Pietrasanta, Italia.

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Pero las más marcadas diferencias se dieron en torno a temas personales que hacían que los muros divisorios entre los dos se abultaran cada día más. En una pasada entrevista con el periodista Diego Garzón de la revista Soho, Botero comentó sin reparos: “Me cae pesadísimo”, refiriéndose al escritor de Cien años de soledad.

Uno de los asuntos que los llevaban a repelerse era el político. Gabo, quien mantuvo una fuerte amistad con Fidel Castro, siempre estuvo vinculado con la militancia de la izquierda en donde se movía. De acuerdo con un artículo de Cromos, Gabo no solo fue amigo de Castro, sino de Omar Torrijos, Felipe González y Carlos Andrés Pérez, a la vez que “el nobel participó en negociaciones, liberaciones, desarmes y revoluciones”, por lo que “su militancia política le hizo ganar amigos y enemigos”.

Enemigos entre los que estaba Botero, quien, aunque hizo observaciones y críticas al poder, buscó mantenerse un poco al margen de los dirigentes políticos. Un artículo de RCN que retrata los acercamientos del pintor a la política, expresó que, en sus obras, Botero “retrató el abuso de poder, plasmó la época de violencia y el nacimiento de las guerrillas”, pero “a lo largo de su vida trató de no tomar posiciones ideológicas definitivas”.

Sus diferencias podrían estar enraizadas más en el estilo de su trabajo artístico. Cuando el periodista Garzón le recalcó al pintor que “cualquiera podría pensar que son amigos”, el Maestro le contestó que no estaba de acuerdo con que la gente pensara que se había inspirado en García Márquez, pues muchos comentan que la obra del pintor también tuvo tintes de realismo mágico, estilo artístico del que Gabo fue emblema.

La respuesta de Botero fue clara y dejó en evidencia el fundamento de su desacuerdo: “Yo tenía una manera de expresarme diez años antes de que apareciera Cien años de soledad. Siempre le digo a la gente que mire mis libros, mis catálogos. Él me cae pesadísimo [...] Desde el 57 yo pintaba Boteros, pintaba mi mundo, toda esa realidad desproporcionada, exagerada, yo la había hecho antes. Pero bueno, como yo no me gané el Premio Nobel, ese es el problema”.

A partir de ahí, su relación fue como el agua y el aceite, aunque hubo dos trabajos colaborativos de parte de los dos artistas, de los que, curiosamente, uno fue exitoso. En 1960, el escritor le planteó a Botero ilustrar su cuento, La siesta del martes, y el proyecto fue un triunfo. “Yo hice una ilustración loquísima, y a él le gustó mucho, y a El Tiempo también le gustó”, le comentó al periodista Fernando Gómez Echeverry en su entrevista. “El relato de él era mucho más naturalista que mi ilustración, que era mucho más… loca, digamos”, añadió.

El siguiente proyecto fue en 1983, cuando Botero fue solicitado para ilustrar Crónica de una muerte anunciada, con apoyo de la revista Vanity Fair. Sin embargo, Botero cerró estas colaboraciones cuando una portada de su autoría fue publicada en una edición de la novela Cien años de soledad, de la editorial Cátedra. “Bueno, pues me deben plata entonces. Hay que mandar abogado”, le dijo a Gómez Echeverry, cuando indicó que él consideraba esta edición como pirata.

Pese a todo, no había forma de unirlos bajo el mismo techo. Botero enfatizó en sus entrevistas que no era amigo de García Márquez. “Lo conozco, pero no lo considero mi amigo”, insistió en su entrevista con Garzón, a la vez que, como le comentó a Gómez Echeverry en otra entrevista, reconocía que era “un gran escritor, pero simpático no era. En todo. No era simpático. A lo mejor era simpático con otros, pero conmigo no fue simpático nunca, total que yo lo evité lo más que pude, porque ¡por qué me iba a mamar a ese tipo!

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