Pedrito a caballo: la historia de amor de Fernando Botero por su hijo fallecido que se convirtió en parte fundamental de su obra

Esta obra emblemática del pintor antioqueño es el “retrato canalizador del dolor” por la pérdida de Pedrito, su hijo de cuatro años, en un accidente de tránsito

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Actualmente 'Pedrito a Caballo' se
Actualmente 'Pedrito a Caballo' se encuentra en el Museo de Antioquia - créditos Facebook @MuseodeAntioquia

Fernando Botero, el gran artista colombiano, conocido por sus figuras voluptuosas y sus creaciones únicas, esconde una historia de dolor y superación detrás de una de sus obras más emblemáticas: Pedrito a caballo.

Esta pintura, que ahora adorna las paredes del Museo de Antioquia, en Medellín, representa mucho más que una simple pieza de arte. Es el tributo de un padre afligido a su hijo perdido en un trágico accidente automovilístico en 1974, un evento que cambió la vida del pintor.

En ese fatídico viaje familiar entre Sevilla y Córdoba, España, un camión fuera de control alteró la existencia de Botero. La muerte de su hijo Pedrito, de tan solo cuatro años, fue un golpe devastador que lo sumió en una profunda tristeza. Encerrado en su estudio en París, y luego de permanecer hospitalizado, pues el artista casi pierde su mano derecha, el artista canalizó su dolor en un lienzo. Pedrito a caballo nació de este sufrimiento, y se convirtió en una obra maestra que refleja la lucha interna del pintor.

El cuadro presenta a ‘Pedrito’ montado en un caballo de juguete, inmerso en un fondo azul profundo, que a su vez, dentro del mundo de la pintura, corresponde a una pared de una habitación, presumiblemente del infante. Este fondo, que se difumina en tonalidades azules más claras y violetas, crea una sensación celestial que rodea al niño. Además, el vestido de Pedrito, un traje militar inglés, se funde con el fondo, según lo explica el texto: Pedro, el lienzo de Fernando Botero; imagen viva del duelo de un padre, de la psicóloga y escritora Sol Beatriz Botero G.

Según el mismo psicoanálisis realizado por Beatriz Botero, a esta obra en especifico, en la escena de esta obra muestra un momento trágico en la que el niño Pedrito yace muerto en el suelo, mientras su padre mira con deseo de intercambiar lugares con él, en forma de juguetes de soldaditos.

La presencia de estos juguetes, con uniformes militares intercambiados simboliza esa deseo de cambiar de lugares. La casita de juguete representa la familia en luto, con la madre aparentemente a punto de salir y un hombre angustiado en el segundo nivel.

Estas imágenes condensan el dolor y la angustia del artista por la pérdida de su hijo, utilizando la forma y el color como elementos simbólicos para transmitir el significado de la tragedia. La obra se convierte en una representación artística del duelo y la pérdida en la realidad interna del artista, según el texto de Sol Beatriz Botero.

La mirada de la pintura es intrigante. A diferencia de otras obras de Botero, donde las figuras evitan la mirada del espectador, Pedrito en Pedrito a caballo mira directamente al observador. Esta elección refleja una nueva intención por parte del artista, que quería transmitir una conexión más profunda con su hijo.

De hecho, en el libro Botero: la invención de una estética, del curador e investigador Santiago Londoño Vélez, se le hace una entrevista a Fernando Botero en el que el sostiene que: “No quiero que mis figuras miren al observador: ellas miran al vacío. Si uno mira a una persona en realidad nunca mira a una persona, sino a sus ojos. Si quiere ver a una persona tiene que pedirle que cierre los ojos. De lo contrario la atracción de los ojos es tan grande que es lo único que vera”.

Botero solía incorporar un caballo de palo en varias pinturas de Pedrito, pero en esta ocasión, reemplazó este símbolo por un caballo más grande, reminiscente del famoso Caballo de Troya historia encontrada en La odisea, de Homero, (referente actual de la mitología griega), y dejado a un lado en la misma pintura, apoyado contra la puerta café.

Esta elección, como menciona la psicóloga y escritora Beatriz Botero, podría sugerir que el artista buscaba simbolizar que su hijo no murió de forma traumática, sino de forma “natural”, trasfondo semiótico militar similar a las estatuas de soldados en el mundo, que dependiendo de la posición de las patas del equino, fue la muerte del jinete.

La obra de arte se convierte en una cápsula del tiempo que narra la historia de un padre afligido que encontró consuelo y expresión en la pintura. Más allá de su significado artístico, Pedrito a caballo es un recordatorio de la fuerza del arte para sanar heridas emocionales y conectar a las personas con sus propias experiencias de pérdida.

Pedrito a caballo es mucho más que una pintura; es el testamento de un padre que convirtió su dolor en arte, una ventana a su alma y un vínculo eterno con su hijo perdido. Esta obra maestra de Fernando Botero trasciende las fronteras del arte para convertirse en un símbolo de amor, pérdida y esperanza que continúa tocando el corazón de quienes la contemplan en el Museo de Antioquia.

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