Luego de que un cáncer le afectara su hocico e hiciera metástasis en otros órganos de su cuerpo, en la mañana del miércoles 13 de falleció el célebre oso de anteojos Chucho, quien permaneció en cautiverio en el zoológico de la capital de Atlántico en sus últimos años de vida, tras una controversial decisión judicial que sentó un precedente sobre la protección de los animales silvestres.
“El equipo humano del Zoológico de Barranquilla expresa un dolor profundo, pues Chucho fue un animal muy querido entre los colaboradores (sic)”, indicaron en un comunicado.
En la misiva aseguraron que el mamífero completó seis años viviendo en ese lugar, donde se le garantizaron todos los cuidados que requería para su bienestar.
“Desde el año 2017 tuvo un grupo de ocho profesionales de planta a su completa disposición, un equipo de 11 cuidadores dedicados a su atención diaria, al menos 7 veterinarios y médicos externos (gastroenterólogos, ecografistas, oncólogos, oftalmólogos, odontólogos entre otros), y unos 30 practicantes de veterinaria y zootecnia para su cuidado (sic)”, afirmaron.
También lo recordaron gratamente por sus capacidades de socializar que lo convirtieron en uno de los animales favoritos para los espectadores que visitan ese lugar de cautiverio de especies salvajes.
“Recordaremos a Chucho como un animal inteligente y curioso, al que le gustaba interactuar con sus actividades de enriquecimiento. Siempre estaba muy alerta y activo. En su recinto, le encantaba estar dentro de la piscina, allí pasaba la mayor parte del tiempo. La comida era su fascinación y sus alimentos favoritos eran la mazorca, la sandía y su colada de frutas (banano, sandía, papaya y avena) (sic)”, agregaron.
Finalmente dirigieron unas sentidas palabras por el deceso del animal, porque fue por él que los asistentes al zoológico comprendieron el valor medioambiental que esta especie tiene para el país.
“Gracias, Chucho, por ser un embajador de la vida. Durante estos años en nuestro Zoo, más de un millón de personas, muchos de ellos niños y jóvenes, lo visitaron, aprendieron sobre su especie y lo importante que es para los ecosistemas. Seguiremos aportando a la construcción de una sociedad más consciente, informada y sensible con la naturaleza. (sic)”, concluyeron.
En la misiva indicaron que el oso había disminuido el consumo de sus alimentos en los últimos cinco días, lo que llamó la atención porque se caracterizaba por tener un voraz apetito, y, además, porque su respiración había comenzado a alterar, por lo que al examinarlo encontraron que tenía una herida en el interior de su boca que podría estar relacionado con un cáncer que había sufrido el año pasado, pero que le trataron con éxito.
“Podría ser un (...) carcinoma de células escamosas, (que) el mismo Chucho había padecido el año pasado y que fue removido con éxito (sic)”, indicaron.
Por esa situación se programó un procedimiento veterinario de urgencia, pero la salud del animal se había deteriorado bastante, lo que tuvo como consecuencia su deceso.
“Infortunadamente presentó un paro cardiorespiratorio fatal. Durante el procedimiento, el equipo de expertos confirmó la hipótesis que Chucho presentaba masas de aspecto maligno en su tracto respiratorio superior (cornete nasal derecho), por lo que no se descartaba que existiera metástasis en el pulmón y masas en otros órganos (sic)”, explicaron.
En el zoológico señalaron que al oso andino le habían hecho exámenes dos meses atrás, sin que se le hubiera detectado algún tipo de cáncer, pero al ser un animal de edad avanzada, ya que falleció con 30 años de edad, la salud de ellos se hacía más frágil, aunque superó la expectativa de vida para una especie vivió bajo cuidado de humanos.
El precedente judicial que dejó para los animales silvestres
Chucho se hizo célebre en 2020, en plena pandemia, porque solicitaron un habeas corpus para que lo sacaran del zoológico de Barranquilla y lo regresaran a la reserva de Río Blanco, en zona forestal de Manizales (Caldas), donde vivió en semicautiverio durante 18 años, informaron en el periódico regional La Patria.
A ese lugar de la capital caldense había llegado en 1998 desde Nariño junto a una osa que se llamaba Clarita, que murió en 2010 por un cáncer de útero. Pero el 16 de junio de 2017 lo trasladaron al zoológico en el Caribe por decisión de la Corporación Autónoma Regional de Caldas (Corpocaldas) donde consideraron que estaba en peligro porque no contaba con una alimentación ideal e intentó escapar del lugar, lo que pudo poner en peligro a los habitantes de las zonas residenciales aledañas, rememoraron en el diario manizalita.
El hecho provocó que animalistas solicitaran la mencionada acción constitucional para proteger la libertad personal, considerando que los animales son sujetos de derechos, pero desde el lugar de cautiverio barranquillero instauraron una tutela contra esa decisión que había concedido un magistrado de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, por lo que en el mismo alto tribunal, pero en la Sala Laboral, revocaron el habeas corpus, señaló un artículo del periódico El Tiempo.
Finalmente tuvo que dirimir la Corte Constitucional, porque animalistas también entutelaron esa decisión, y allí finalmente consideraron que no procedía el recurso ya que el magistrado que lo concedió incurrió en defectos jurídicos porque no existe el derecho a la libertad de un animal, ni silvestre, ni doméstico, por lo que estos seres vivos no son sujetos de derechos, sino de una protección especial, expusieron en el diario bogotano.
“Los animales siguen siendo concebidos como seres sintientes, como tales tienen garantías y beneficios que también limitan la actuación del ser humano y le imponen deberes. Así está en el ordenamiento jurídico el deber de protección al medioambiente y a las especies”, citaron de los argumentos de la magistrada Gloria Ortiz, quien conoció este caso con el que se sentó el precedente.