Los secretos mejor guardados de San José del Guaviare: un viaje de paz y naturaleza por ‘La capital de la esperanza’

Formaciones rocosas milenarias y ríos de colores, son algunos de los atractivos naturales con los que el municipio le está apostando a promover el turismo en una región con un pasado de violencia

Imagen de la Puerta Orión, uno de los atractivos naturales de San José del Guaviare - crédito Daniela Gallo/Infobae Colombia

Como un infinito mar verde, que se funde de manera casi imperceptible con el azul del cielo y las blancas y grisáceas nubes que levitan en su interior, así es la primera postal de San José del Guaviare que se capta desde la ventana del avión.

A medida que la aeronave desciende, la frondosa vegetación selvática comienza a hacer su aparición. Desde los aires, las copas de los árboles parecen pequeñas cabezas de colores que una a una brotan entre la multitud. En algunas zonas, su tono verde se vuelve tan profundo, que desde el cielo a la selva parecen brotarle venas que desembocan en las amarronadas, estáticas y vastas aguas del río Guaviare que poco a poco van tomando protagonismo en la fotografía aérea.

Hasta hace pocos años, los malos tiempos que traen consigo la guerra y el narcotráfico retumbaron entre los 16.178 km² que conforman la región. Sin embargo, al igual que un ave fénix, San José del Guaviare se convirtió en sinónimo de resiliencia: resurgió de las cenizas que la violencia le dejó para convertirse en un destino de paz. No en vano, ha sido bautizada como ‘la capital de la esperanza’.

Imagen aérea de San José del Guaviare, capital del departamento del Guaviare - crédito Daniela Gallo/Infobae Colombia

Faltan unos minutos para que el reloj marque las 9:00 a. m. Luego de un viaje de casi media hora en auto desde el casco urbano –en el que los árboles y la hierba son la única imagen constante que se ve pasar–, las carreteras desaparecen y los caminos de tierra se abren paso entre la vegetación. El motor de la camioneta blanca 4x4 se apaga. Efrén Zambrano, un guaviarense jovial, de expresión neutra, y guía turístico de Biodiverso Travel, nos da la bienvenida.

“Nos encontramos sobre la Serranía de la Lindosa, aproximadamente a 12 kilómetros de San José del Guaviare”, expone Efrén, revelando con orgullo que el terreno en el que estamos a punto de adentrarnos hace parte de la finca de su abuelo.

“Vamos a ir a un lugar que yo descubrí en el 2018, un sitio conocido como Cavernas Rupícolas”, cuenta el guía turístico de 33 años, quien antes de partir entrega algunas recomendaciones básicas sobre las más de 270 especies de serpientes que hay en el Guaviare, y con las que nos podríamos topar en el camino. “Si nos encontramos alguna, nos vamos por otro lado, porque nosotros somos invasores en el territorio donde vamos a estar”, dice.

Efrén, el guía turístico, explica cuáles son las más de 270 especies de serpientes que hay en el Guaviare y las recomendaciones que se deben seguir si alguien se topa con alguna de ellas - crédito Daniela Gallo/Infobae Colombia

El terreno hace parte de la Serranía de la Lindosa, una cadena de formaciones rocosas que se extiende por los departamentos de la Orinoquía, el Guaviare y la Amazonía y que abarca más de 28.000 hectáreas. Además de ser una zona de preservación y conservación, la tierra que pisamos –al menos estas zonas de San José del Guaviare– hacen parte del prontuario de violencia que se vivió entre los años 80 y 2000 en la región. Los limones Matabambú, la finca de Alberto Zambrano, el abuelo de Efrén, fue protagonista de ello. Antes de la firma de los Acuerdos de Paz en 2016 –recuerda el joven guía– en el sector no se hablaba de turismo, sino de tráfico de coca.

Imagen de archivo de una zona de la Serranía de La Lindosa, ubicada en el departamento del Guaviare - crédito Colprensa MinCultura

Efrén encabeza la fila india que lo sigue. A paso firme comenzamos a avanzar. Los rayos dorados del sol se sienten picantes, mientras la humedad del ambiente se cola poco a poco en la ropa, haciendo que se pegue a la piel. Hacemos una parada.

De pie, junto a una roca arenisca, de al menos un metro de altura, Efrén explica que el Guaviare hace parte del Escudo guayanés, una de las formaciones geológicas más antiguas del mundo que se caracterizan por florecer sobre la superficie y formar serranías con determinadas particularidades. En sus palabras, “estamos pisando los suelos más antiguos del planeta”.

“Sigamos”, dice el guía.

El grupo continúa su camino. La imagen se ve así: los monos de collar se asoman sigilosamente entre las copas de los árboles. Algunos pájaros cantan. Los viajeros avanzan rodeados de arbustos y morichal, mientras sus pisadas crujen al toparse con las hojas; en alguna esquina de los desniveles del terreno, sus zapatos terminan impregnados de agua, tierra y barro.

Recorrido por San José del Guaviare para llegar a las cavernas rupícolas - crédito Daniela Gallo/Infobae Colombia

Luego de casi media hora de sendero recorrido, gigantescas rocas que se apilan unas sobre otras –adornadas de musgo y plantas enredaderas–, nos dan la bienvenida. Algunas han sido tan cuidadosamente esculpidas por la naturaleza, que entre ellas se forman pasadizos a cielo abierto por los que debemos cruzar.

Desde la Guyana francesa viene toda esta conformación rocosa que estamos pisando”, cuenta Solange Guzmán, la otra guía que también nos acompaña. “Se trata del Escudo Guayanés. Viene desde toda la Guyana Francesa, baja a Venezuela y entra al oriente por Colombia hasta llegar al Amazonas”, agrega.

Las gigantescas rocas sedimentarias que de San José del Guaviare que hacen parte del Escudo Guayanés. En la foto, la guía de Biodiverso Travel, Solange Guzmán - crédito Daniela Gallo/Infobae Colombia

Estas formaciones son conocidas como rocas sedimentarias, capas de piedra que se van formando una sobre otra hasta el punto de compactarse, lo que hace que su textura sea arenosa. Algunas de las teorías –relata Solange con su voz firme– apuntan a que esas formaciones son tan antiguas que iniciaron cuando los continentes apenas eran uno solo: en la llamada Pangea.

Un par de metros más adelante las imponentes cavernas rupícolas nos reciben. Los árboles y las plantas enredaderas parecen abrirse paso entre ellas marcando el camino hasta las entrañas de las rocas: túneles sin salida en cuya profunda oscuridad habita el príncipe de las tinieblas, el murciélago.

Imagen de las cavernas rupícolas de San José del Guaviare, hogar de los murciélagos - crédito archivo particular

Efrén recuerda que fue apenas hasta 2018 que él y su tío descubrieron las cuevas mientras exploraban los terrenos de su abuelo. Como referencia al Gallito de Roca (de nombre científico Rupicola rupicola), un ave que habita en la zona y es conocida por el colorido plumaje de sus machos, decidieron nombrarlas como ‘Cavernas rupícolas’. Desde entonces, las imponentes formaciones rocosas se sumaron a los atractivos turísticos de la región.

“Antiguamente, por el tema de la guerra, la finca solo tenía ganadería y se cobraba un peaje por que la vía era una zona de tráfico de coca e insumos para la misma –rememora–. No se hablaba de turismo, si no de traqueteo, personas con carros modificados con guinches para transportar la droga. (...) Desde 2016 tenemos la finca en conservación, sin ganadería”.

Imagen de archivo del Gallito de Roca, de nombre científico Rupicola rupicola. Un ave que habita en San José del Guaviare y por la que se le dio el nombre a las 'Cavernas Rupícolas' - crédito cortesía Efrén Zambrano

Con linterna en mano y en el silencio más apacible para no espantar a los compañeros nocturnos, avanzamos. Se nota que ha llovido. El agua tapa los pies. Llegamos hasta donde las rocas y los cúmulos del líquido nos lo permiten. Los murciélagos son apenas perceptibles cuando vuelan a nuestro alrededor, sin embargo, sus chillidos retumban todo el tiempo. Caminamos de regreso al inicio del túnel y abandonamos el lugar.

Minutos más adelante, otro conjunto de cavernas nos espera. Nos adentramos para hacer el mismo recorrido. En esta ocasión, debido a que la altitud de las cuevas se duplica, es más fácil sentir de cerca cómo los murciélagos se pasean alrededor. A veces, incluso da la impresión de que la especie aletea a pocos centímetros del rostro.

Travesía por la cavernas rupículas en San José del Guavire, hogar de murciélgos - crédito Daniela Gallo/Infobae Colombia

El recorrido por las cuevas finaliza. El grupo se enfila y se abre camino entre la vegetación guaviarense para regresar al punto de inicio. El motor de la camioneta se enciende de nuevo.

Caño Sabana y Puerta de Orión

Imagen de Caño Sabana, el río de tonos rojizos que se encuentra en San José del Guaviare - crédito Daniela Gallo/Infobae Colombia

A 15 minutos de las Cavernas Rupícolas se encuentra la finca Trankilandia. Ubicada en la vereda El Retiro, este proyecto ecoturístico ha tomado fama en la región por las cristalinas y coloridas aguas que brotan de sus terrenos.

Con la guía de Solange comenzamos una caminata de 1.2 kilómetros para conocer un paisaje de ensueño: una pequeña versión de Caño Cristales, el río de los siete colores que fluye por La Macarena (Meta), y que algunos incluso han llegado a llamar como “un milagro de la naturaleza”.

Se trata de Caño Sabana, un río de tonalidades rojizas y rosáceas, cuyo color es el resultado de la presencia de la Rhyncholacis clavigeraantes clasificada como Macarenia clavigera, una planta también conocida como “ninfa de las aguas”. Sus colores son tan brillantes, que la escena es hipnotizante. “Entre más plano es el terreno donde están las corrientes más tupida es”, resalta Solange.

Imagen de Caño Sabana, el río de colores de San José del Guaviare - crédito Daniela Gallo-Infobae Colombia

Mientras el grupo admira el paisaje –digno de una postal–, algunos integrantes del Ejército hacen su aparición en escena. Los uniformados hacen su patrullaje habitual en la zona y, tras un par de saludos, tanto ellos como nosotros, retomamos nuestros caminos. Regresamos a Trankilandia para refrescarnos en las tranquilas aguas que fluyen por la finca.

En el balneario de la finca Trankilandia, los viajeros pueden refrescarse en las cristalinas aguas que emanan del terreno - crédito cortesía Solange Guzmán/ Biodiverso Travel

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El cierre de la travesía es en Puerta de Orión, una extraordinaria formación rocosa milenaria que parece más una escultura labrada por el tiempo y la naturaleza. El camino de partida se encuentra a 15 minutos de Trankilandia. Una vez en el terreno, debe emprenderse una caminata de aproximadamente dos kilómetros.

Avanzando entre paisajes boscosos y cavernas que se esconden entre la vegetación, la naturaleza nos da una sorpresa. Entre las copas de los árboles –que parecen estar a punto de tocar el cielo–, un gallito de roca comienza a cantar. El ave, que es prácticamente difícil de avistar, revolotea de rama en rama exhibiendo el luminoso tono rojizo de su pelaje. En silencio, para no espantarlo, lo observamos durante cerca de 10 minutos, tiempo en el que al ejemplar se le une una hembra, que, a diferencia del macho, es de un tono amarronado. Sorprendidos, continuamos el camino mientras los gallitos no dejan de cantar.

Media hora de camino más tarde la Puerta de Orión se asoma entre la zona boscosa. La primera imagen que se tiene antes de ver la impresionante formación rocosa es una panorámica de San José del Guaviare: extensas hectáreas de color verde que no parecen tener fin. Unos metros más adelante, la estructura de 15 metros de ancho por 12 metros de alto nos da la bienvenida.

Imagen de la Puerta de Orión. Se cree que su nombre le fue dado porque a través de su abertura más alta se puede ver la constelación de Orión durante las noches de verano - crédito Daniela Gallo/Infobae Colombia

“Esta es una formación rocosa esculpida por la naturaleza, entre el agua y el viento”, cuenta Solange, enseñando a su vez el “espectáculo de orquídeas” que le hacen compañía a la Puerta de Orión.

Sobre el origen de su nombre y quien la descubrió, existen diversas teorías. La más popular –cuentan los guías– es que fue bautizada así porque en las noches estrelladas de verano se puede observar la constelación de Orión, a través del agujero más alto que se abre entre la imponente formación rocosa.

Con esa historia, la travesía llega a su fin. Los viajeros retoman su camino para regresar. Efrén recuerda como tiempo atrás los vientos de la violencia y el narcotráfico alcanzaron las maravillas naturales que hoy nos dejan boquiabiertos. Cuenta que en la Puerta Orión incluso llegaron a verse cultivos de coca que luego fueron erradicados “hasta que salió el turismo a flote”. Por ese motivo, sin titubear, no duda en invitar a las personas a que conozcan San José, un destino emergente lleno de “historia y riqueza natural y cultural”, pero, sobre todo, un destino de paz. *

Si va a San José del Guaviare

Recomendaciones y equipo de viaje por si va a San José del Guaviare - crédito ilustración de Jesús Áviles-Infobae Colombia

*Con invitación de la Asociación Colombiana de Turismo Responsable (Acotur) y el Fondo Nacional de Turismo (Fontur).