Se cumple un año desde que Gustavo Petro y su formula vicepresidencial Francia Márquez, obtuvieron las llaves de la Casa de Nariño con la votación más alta jamás registrada en la historia del país. Más de 11 millones de personas habrían confiado en su plan de Gobierno y su capacidad de liderazgo, en un momento en el que Colombia recién superaba la crisis de la pandemia por covid-19.
En julio del 2021 la –hasta entonces activista– anunció su candidatura presidencial y ocho meses más tarde aceptaría unirse a la campaña de Gustavo Petro. Meses atrás parecía una contrincante más a derrotar, pero su discurso del “cambio” y su conexión con las minorías fueron posicionándola como una ficha clave que para algunos, habría garantizado la victoria del actual mandatario.
Su primer año de Gobierno ha sido, cuando menos, turbulento. Críticos acérrimos, acusaciones por corrupción y una economía fluctuante han evitado que las divisiones, que se formaron durante el periodo de elecciones, entre simpatizantes y opositores al Gobierno cicatricen.
Quienes ponen en duda su gestión aprovechan cada oportunidad para sacar a flote sus desaciertos políticos, pero también de manera errónea, su etnia y origen humilde para cuestionar sus habilidades y aptitud a la hora de ocupar el cargo.
Caricaturas y ataques racistas: una guerra sucia
En junio del 2023, organizaciones y defensores de derechos humanos realizaron un pronunciamiento conjunto, publicado por la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola por sus siglas en inglés), sobre el discurso racista, clasista y misógino con el que miles de colombianos, en redes sociales y medios de comunicación tradicionales, se refieren a la vicepresidenta Márquez.
En el documento condenan los ataques y continuas categorizaciones. Un problema “no solo por el racismo e intolerancia a lo diferente que demuestra, sino porque refleja puntos de vistas que afectan la integridad de afrodescendientes colombianos dentro y fuera del país” que lleva a que personas víctimas del racismo “vivan en desigualdad de derechos en todos los sentidos”.
El mes anterior; es decir, en mayo, la prensa internacional se escandalizó con los ataques y frases racistas que diferentes hinchadas lanzaban desde la tribuna en contra del jugador afrodescendiente Vinícius Jr., que juega en la liga española desde el 2017, cuando se vinculó con el Real Madrid.
El apelativo “mono” que durante varios partidos habrían utilizado en su contra generó una tendencia en redes sociales en la que ciudadanos españoles y migrantes, con características propias de África y Asia, se preguntaban si España era racista y compartían experiencias de las que habrían sido victimas por su aspecto físico.
¿Colombia es racista?
En entrevista para Infobae Colombia la directora del Observatorio de discriminación racial de la Universidad de los Andes (ODR) Rudy Amanda Hurtado, sostuvo que en efecto “la sociedad colombiana es racista y cuando decimos que es racista no es solamente por el monitoreo que hemos hecho de ataques racistas en medios de comunicación y en redes sociales, sino también por la estructura de la sociedad colombiana que mantiene unas continuidades y unos lenguajes coloniales a la hora de relacionarse con la descendencia africana”.
Para la primera semana de julio del 2023, sus investigadores habrían registrado al menos 12 mil mensajes racistas en contra de la vicepresidenta Márquez, de los cuales, 1.103 habrían sido compartidos durante el periodo electoral del 2022.
Dichos ataques nada tendrían que ver con el control político que en toda democracia la prensa debe ejercer, para garantizar el ejercicio democrático. Una salvedad que encabeza el pronunciamiento de la Wola:
“El derecho de criticar las políticas, programas de gobierno, puntos de vista y todo accionar público de la Sra. Márquez y otras entidades públicas forman parte de una democracia sana, la forma en que se ataca a la vicepresidenta y como puntos de vista racistas y clasistas se disfrazan bajo supuestos desacuerdos políticos” resultan inaceptables, más aún, cuando no hay “ninguna responsabilidad o sanción por estos comportamientos”.
El pecado, entonces, de algunos medios de comunicación tradicionales y usuarios activos en redes sociales recae en atacar a Francia por sus orígenes, color de piel, lenguajes y maneras de interpretar la vida. Muchos de ellos utilizan falacias argumentativas que pueden agruparse en la figura conocida como ‘Ad hominem’, que consiste en atacar al emisor, en vez de a su mensaje.
Según dijo el profesor y columnista colombiano Mauricio Jaramillo Jassir para Infobae “la frontera entre el control político, que es necesario, y la controversia, está, básicamente, en alusiones caricaturescas a su etnia, a aspectos que la definen como afrodescendiente (...) no se trata de que sea una figura intocable, nadie está pidiendo que haya condescendencia, porque la condescendencia también es una forma de racismo. Lo que se pide es que eviten caricaturas, comentarios e ironías que de alguna manera hagan referencia a la etnia o a la raza”.
La prensa colombiana y su percepción caricaturesca de la vicepresidenta
Ataques como los de la senadora por el Centro Democrático María Fernanda Cabal, el representante por las comunidades afro Miguel Polo Polo y la cantante de tecnocarillera Marbelle mantienen abierto el debate sobre cuándo se cruza o no la delgada línea entre humor político y discriminación.
Pedirle, por ejemplo, que cambie de nombre, porque el suyo hace referencia a un país históricamente colonizador, o llamarla “King Kong” y “negra empobrecida” hace de las redes un espacio permisivo con los mensajes de odio y discriminación.
Así como también sucede en algunos medios que a pesar de haber empezado a capacitar a sus periodistas en enfoques de género, migración y derechos humanos, parodian la noción de vivir sabroso; comparten comentarios racistas sin hacer una correcta interpretación del contenido, masificando estereotipos que son tendencia en redes sociales, y abren un espacio para caricaturas e imágenes burlescas en las que se representa –por ejemplo– a la vicepresidenta en un safari, cuando realizaba un viaje de Estado.
“El estereotipo más aludido es el de la presunción de mala fe. A diferencia de lo que pasa con los políticos mestizos o blancos es que de ellos se presume que van a ir a representarnos (...) a rendir cuentas, a pactar acuerdos, a garantizar inversión extranjera. Pero cuando va Francia Márquez, y ahí se mezcla el clásico con el racismo, se presume la mala fe: Ah, esta es una negra que como es una levantada va a ir allá es aprovecharse de los recursos del Estado, va a ir a pasear”, cuestionó Jaramillo Jassir.
Consecuencias del racismo
Quien es victima de racismo es consciente de ello, contrario (en la mayoría de los casos) a quien reproduce mensajes de odio, basados en ideas coloniales fijadas en la estructura social y transmitidas de una generación a otra.
Preocupa, porque “cuando hay un hecho de violencia racial contra una persona individual se ataca al sistema. Es decir, a todas las personas que hacen parte de ese proceso de racialización como negros. Por eso decimos que cuando hay un ataque en contra de Francia Márquez, no es un ataque simplemente en contra de su figura de vicepresidenta, es una ataque que, al incluir categorías raciales normalizadas de violencia, atacan a un colectivo, a una historia común (...) la población afrocolombiana tiene una raíz común histórica y los ataques de racismo, aunque sean individuales, tienen unos efectos y unas consecuencias colectivas”, explicó la directora del ODR, Rudy A. Hurtado.
Por ejemplo, si una niña negra va al colegio y se parece a Francia Márquez, sus compañeros pueden reproducir esos estereotipos racistas y esas normalizaciones que ven en los medios de comunicación y las redes sociales, amplificando el mensaje racista y cobrando nuevas victimas de la intolerancia.
Y puede “tener un impacto en la autoestima y la identidad de las personas. Las constantes experiencias de discriminación y el sentimiento de no ser valorados o aceptados pueden llevar a una disminución de la autoestima y una sensación de no pertenencia o generar un conflicto interno en las personas, ya que pueden sentirse atrapadas entre la necesidad de afirmar su identidad racial y cultural y la presión de adaptarse a las normas y expectativas”, comentó en conversación con Infobae Colombia María del Pilar Triana, líder nacional de la maestría en Psicología Comunitaria de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia.
Cómo ganar la guerra contra el racismo
Sin una consciencia antiracista, es poco probable que la gente blanca, blanca-mestiza y mestiza cuestione sus actos, comportamientos y lenguajes, porque han normalizado que la gente afrocolombiana este en ciertos lugares, en ciertos espacios y ocupan ciertos roles.
Para acabar con el racismo, entonces, debe fomentarse “una agenda central global sobre el movimiento afrodiasporico (...) una agenda en la que se incluya el debate sobre las reparaciones históricas, para poner en el centro de la sociedad global, no solo colombiana, la discusión sobre el daño prolongado y las consecuencias que hay sobre las comunidades y las personas de descendencia africana y eso tiene que generar una revalorización y un cambio de narrativas en la estructura de la sociedad, donde se puedan subsanar esos legados coloniales, racistas, que han llevado a asesinatos sistemáticos y violencia racial”, invita Rudy A. Hurtado.
Un debate amplio, en el que, desde los centros educativos y los círculos más conservadores se forje una consciencia antiracista y se desarticulen esos lenguajes racistas, clasistas y misóginos, donde el enemigo es aquel con unas características “muy concretas”.
Promoviendo el respeto, la protección y reforzanzo la acción y solidaridad entre todos. ‘‘Esto nace desde el seno del hogar, la escuela, el barrio y la sociedad, en este caso los medios y las redes sociales cumplen un papel fundamental’' dijo María del Pilar Triana de la UNAD a Infobae. Agregó ‘‘conocer en el marco de nuestras diferencias nuestros orígenes evitando los sesgos y comprendiendo que en nuestra historia está la solución a muchas de las situaciones que nos afectan frente al racismo’’.
Caso similar al de los medios, en donde, según comentó a Infobae Colombia el subdirector programático de la Flip, César Paredes “en la medida en que se hable, se abra la conversación, se discuta y se represente a estos grupos, va a haber un mejor ejercicio del periodismo y una mayor reacción social y rechazo a los discursos de odio, como el machismo y el racismo estructural”, tan incrustado en la colombianidad.