Tras un año del Gobierno de Gustavo Petro, el balance que tiene para mostrar en el campo cultural es opaco y difuso. Después de haber logrado la convergencia más amplia y diversa de líderes culturales y artísticos que un proyecto político había convocado durante una campaña presidencial, que fue colorida y estuvo repleta de entusiasmo y activismo creativo, bastaron pocos meses de gobierno para minar las esperanzas de un sector, que vio con preocupación como se mandaba al traste una propuesta programática que había convocado miles de voces y que no terminó de tomar forma en un plan de desarrollo que para el sector cultural deja unos programas que no tienen al día de hoy un diseño y un enfoque claro.
Del primer momento de este proceso, en cabeza de la maestra Patricia Ariza, podría decirse que la esperanza que generó su nombramiento pronto se fue transformando en una preocupación, frente a la capacidad de gestión de un equipo directivo impuesto por el presidente que se vio fragmentado y en permanente tensión por las diferencias en el enfoque que debía tener el proyecto cultural del Gobierno.
De un lado, una ministra popular con una visión humanista e inspiradora, pero con dificultades en la gerencia pública y en la conducción de su equipo de trabajo; del otro lado una viceministra de Patrimonio y Fomento regional designada, María Eugenia Martínez, que no pudo posesionarse por una sanción disciplinaria y que al día de hoy actúa en la sombra con un liderazgo que no es tan claro en el sector del patrimonio, y a su lado, un viceministro de Creatividad, Jorge Zorro, que desde el inicio minó la relación de la ministra Ariza con el alto Gobierno y se dedicó a imponer con disciplina de perros una visión anticuada y regresiva de la cultura con un equipo de asesores de dudosa idoneidad.
De la gestión de la maestra Ariza quedó un “Estallido Cultural” que no se comunicó bien y que para algunos fue un proceso desordenado y con poca incidencia, se aumentaron los recursos para las salas de teatro y se modificaron y ampliaron varias convocatorias. Tras la salida abrupta y desobligante de la ministra Patricia Ariza por parte del presidente, que generó una fractura en el sector cultural, Petro toma una decisión equivocada y encarga del Ministerio a Jorge Zorro, lo que promovió una resistencia en el sector cultural que expresó a través de más de 16 cartas y numerosas editoriales de prensa su inconformidad y preocupación.
Sin duda, estos meses han sido unos de los más oscuros del Ministerio en su historia: todos los cargos directivos en interinidad, la ejecución más baja en décadas, un viceministro que falsificó un título universitario y una jefe de contratación que antes había sido la abogada y socia del Jamming Festival, un evento que estafó a miles de colombianos, hicieron de este periodo un verdadero sainete de la gestión cultural.
El programa Sonidos para la construcción de paz la apuesta de formación artística en los colegios que prometía emular la exitosa experiencia, que en ese sentido se implementó en Bogotá cuando Petro era alcalde, excluyó de tajo en su propuesta inicial a las otras artes y presentó casi 10 meses después de haber iniciado el Gobierno una estructura que prioriza la consolidación de agrupaciones musicales de carácter nacional en música clásica y andina colombiana. Hoy, ese programa no cuenta con una visión estratégica, un diseño pedagógico y un modelo de gestión que le explique a la ciudadanía como se va a poner en marcha.
Poco más podría decirse del periodo del señor Zorro como ministro, tal vez que su falta de liderazgo fortaleció el rol del movimiento cultural como garante de la defensa de una agenda pública para la cultura y de unas políticas culturales que atiendan de manera consecuente las necesidades de un país que quiere construir la paz y el buen vivir.
De este primer año tal vez una de las mejores decisiones de Petro ha sido la designación de Juan David Correa como ministro. Hay un voto de confianza del sector cultural para él. Tendrá una tarea ardua por delante, en donde deberá mediar y concertar con algunos directivos que el presidente insiste en mantener dentro del Ministerio sin que ni siquiera asuman la responsabilidad política que les corresponde tras el descalabro que causaron.
Estamos seguros que con la inteligencia, rectitud y carácter que el ministro Juan David Correa ha demostrado en su carrera profesional, podrá darle a esta entidad un derrotero claro, con los resultados que todos anhelamos.