El 7 de agosto se conmemora cada año la Batalla de Boyacá, el enfrentamiento con el cual concluyó la campaña independentista y, tras la rendición de las tropas realistas, permitió el triunfo de las fuerzas independentistas. Sin embargo, esta contienda no habría culminado con el éxito del ejército criollo sin el sacrificio, tres días antes, de al menos 300 patriotas que fueron masacrados en la poca conocida batalla de Pienta.
Un hecho histórico que, sin embargo, no tiene lugar en los libros de historia, quizás porque en el momento se vio como una derrota, aunque con posterioridad se ha afirmado que fue en ese enfrentamiento que se selló el futuro de la gesta independentista. Al menos un millar de campesinos, armados con machetes, palos y algunas armas de fuego, se enfrentaron con las fuerzas realistas, también en un puente, pero esta vez en Charalá, Santander, entre el 4 y el 7 de agosto de 1819.
Ante la sublevación de este grupo de combatientes sin experiencia, que al enterarse de que Bolívar atravesó el páramo de Pisba para enfrentarse a los realistas decidieron crear una especie de improvisada guerrilla, el general José María Barreiro, ordenó movilizar las tropas de refuerzo que tenía en El Socorro hasta Charalá con la orden de no dejar a nadie con vida.
Más que una batalla, lo que ocurrió en un puente sobre el río Pienta, fue una verdadera masacre; sin embargo, fue la razón por la cual las huestes de Barreiro, enfrentadas a las tropas de Bolívar, no recibieran a tiempo los refuerzos que necesitaban.
“Gracias a este hecho no se permitió la llegada de un pelotón de más de 800 hombres comandados por el coronel Lucas González a Santafé, donde eran esperados para reforzar el ejército del coronel José María Barreiro y enfrentar a las tropas de Simón Bolívar”, explicó el historiador santandereano Gerardo Martínez a Infobae Colombia.
“Sin la batalla del 4 de agosto, seguramente en Boyacá al Libertador Bolívar le hubiera quedado muy complicado ganarle a un Barreiro que ya no estaría solo, como lo encontró, a orillas del Teatinos (río que pasa por debajo del puente de Boyacá)”, explicó Martínez.
Martínez narra que “los refuerzos que llevaba por orden del virrey Sámano, el gobernador de la provincia del Socorro, que se llamaba Lucas González, para colaborarle a Barreiro en la lucha que tenía después de la batalla del Pantano de Vargas, fueron atajados en Charalá”.
El enfrentamiento comenzó en el puente que atravesaba al río Pienta. Desde allí, los militares de González atacaron a quienes se veían en la plaza principal y en las calles del pueblo. Fueron tres días de enfrentamientos en lo que, según Martínez, “fue una batalla totalmente desigual. Las señoras del pueblo calentaban agua y aceite para atacar así desde los entechados a los soldados españoles”.
El historiador subraya que los pobladores que se habían organizado no tenían mayores armas, solo entusiasmo. “En total se registraron 300 muertos, pero se evitó que las tropas llegaran a Boyacá a apoyar a Barreiro”, indicó.
El número de víctimas es otro de los aspectos que resalta Martínez, y la mayoría de los santandereanos que sienten que la historia le debe un reconocimiento a esa región, pues mientras en la batalla del 7 de agosto hubo 13 fallecidos, en la de Santander las bajas se contaron por centenares. “La de Boyacá es identificada como la confrontación decisiva para la libertad de Colombia, pero los santandereanos reclamamos que aquí fue el gran combate”, recalca el académico.
Hecho histórico poco conocido
La batalla de Pienta es uno de los tantos ejemplos de escisión entre la historia oficial, contada por quienes se establecieron en el poder, y la otra, la que ha pasado de generación en generación gracias a relatos populares. Sin embargo, gracias a una ordenanza de la Asamblea Departamental de Santander se institucionalizó la conmemoración de esta batalla y se instauró como fiesta regional; disposición que hoy en día aún desconocida incluso por muchos santandereanos.
Martínez reclama que se les debe dar cabida y honrosa memoria histórica a pueblos de espíritu combativo que aportaron de manera fundamental a la gesta libertadora, como Socorro, Vélez, Charalá, San Gil, Encino, Cincelada, Riachuelo, Mogotes, Onzaga, Puente Nacional, Matanza, Suratá, Coromoro, Ocamonte, Pinchote (donde nació Antonia Santos) y, en general, las provincias de Socorro, Vélez y Guanentá.
Estudiosos santandereanos aseguran que, como otros acontecimientos de la independencia de Colombia, la batalla del Pienta no tiene el lugar que se merece en la historia. El historiador Édgar Cano Amaya, en testimonio a Señal Colombia, sostiene que el pueblo charaleño sigue esperando el reconocimiento y la gratitud de algún gobierno por estos hechos. “Aquellos que dieron su vida en esa gloriosa epopeya realmente son los verdaderos héroes de nuestra patria, y a ellos y sus descendientes les debemos la independencia de la República”, sostiene Cano Amaya.