El 28 de julio de 1823, con el Decreto 117, se ordenó la creación de un Museo de Historia Natural y de la Escuela de Minas. Cuatro años antes, en 1819, el virreinato de la Nueva Granada, la Capitanía de Venezuela y la Audiencia de Quito, se emancipaban de la corona española. Casi un año después de la expedición del decreto, el museo abría sus puertas al público el 4 de julio de 1824. Doscientos años después, el Museo Nacional se prepara para celebrar su primer bicentenario: dos siglos de una aventura museográfica, con la que se intentó consolidar un relato de nación, que hoy sigue en construcción.
Antes de entrar a ver cómo se celebrarán los 200 años del Museo Nacional, hay que volver en el tiempo para ver cómo fue su fundación y las motivaciones que tuvo, así como las distintas sedes que ocupó antes de llegar al edificio, que hoy sirve de casa para el museo más antiguo del país y uno de los más viejos del continente.
El nacimiento de un museo
Como ya se dijo, fue con un decreto, en 1823, que se ordenó la creación del museo, para esto se encargó, según cuenta María Paola Rodríguez Prada, en Aproximaciones a la historia del Museo Nacional, a Francisco Antonio Zea, en “una misión diplomática-científica para buscar aval y apoyo en la contratación de personal especializado, susceptible de beneficiar el proyecto científico encaminado al progreso de su nación”.
Rodríguez Prada también advierte que esta petición de Zea “fue inmediatamente atendida” y que la “comunidad científica parisina recomendó y alcanzó a evaluar bajo altos estándares de calidad a algunos de los miembros que constituirían una Comisión de jóvenes naturalistas viajantes a Colombia”. Entre los jóvenes que sumó Zea a la comisión estaban el ingeniero de minas, geólogo y químico mineral peruano Mariano Eduardo de Rivero y Ustariz, así como al también ingeniero de minas Jean-Baptiste-Joseph-Dieudonné Boussingault, el naturalista Jacques Bourdon, Justin-Marie Goudot y fisiológo Francois-Désiré Roulin.
Este selecto grupo de naturalistas y científicos, como preparación de la expedición a Colombia, compraron libros y “tecnología adecuada para el buen término de las prácticas científicas” tanto para el Museo de Historia Natural y la Escuela de Minas. Rodríguez Prada señala que entre los objetos que se compraron había instrumentos matemáticos, dos cronómetros de Barraud, dos barómetros de Fortín, una sonda, una colección de ojos de animales, una colección de minerales, piezas individuales de minerales para complementar el juego anterior, vasos y reactivos para laboratorio, una cada de cirugía y otra de dibujo.
También hay registros de que se compraron un teodolito, una brújula de inclinación, un cronómetro de bolsillo a dos cuadrantes, dos termómetros de mercurio en urna de vidrio con estuches de hierro, un metro de cobre con sus respectivas cajas y una caja de matemáticas. En estos objetos se invirtieron más de 13.000 francos de la época.
La comisión llegó a la costa de la Guaria (en Venezuela) el 20 de septiembre de 1822 y se dividió para que unos, por tierra, y otros por el río Magdalena, llegaran finalmente, en 1823, a Bogotá. Cuenta Rodríguez Prada: “tras un concienzudo estudio de los compromisos pactados con Francisco Antonio Zea a nombre de la nación con los naturalistas franceses, así como de los proyectos científicos, se aprueban los contratos y se funda el Museo de Historia Natural y la Escuela de Minas”.
Un año después, como ya se dijo, el 4 de julio de 1824, el Museo de Historia Natural abrió sus puertas al público en la antigua Casa Botánica, que estaba ubicada en la esquina noroccidental de la carrera séptima con calle octava y que fue demolida en 1950, según información del mismo museo. Para más señas, de esta solo sobrevive el Observatorio Astronómico, que está en la plaza de armas de la Casa de Nariño.
El día de la inauguración se exhibieron las colecciones de zoología, entomología, botánica, mineralogía, paleontología y arqueología. También se abrieron las inscripciones para las cátedras de química general, química analítica y de metalurgia; matemáticas elementales, geometría descriptiva, geometría de mecánica y dibujo; mineralogía, geología y geología de explotación; y la de botánica.
Para 1826, cuenta Rodríguez Prada, la Escuela de Minas y el Museo de Historia Natural se fusionan como parte del “vasto plan de educación pública que implementa el vicepresidente Francisco de Paula Santander, encargado desde 1821 del poder Ejecutivo”. Sin embargo, gracias a los procesos separatistas de Venezuela y Ecuador, así como las constantes fricciones de la incipiente república, también afectan al Museo Nacional, que, sumado al fin de los contratos de Zea con los naturalistas franceses, hacen que la gestión del museo se disminuya hasta finales de la década.
El museo que se trasteó por Bogotá
Con todo y los problemas que afrontó la Nueva Granada, la república nacida de la disolución de la Gran Colombia, el museo siguió funcionando en la Casa Botánica hasta 1842; entre 1842 y 1845, la sede del museo estuvo en una sala del edificio de las Secretarías del Interior y de la Guerra, en la esquina de la Calle del Divorcio con la Calle de la Obra Nueva —actual esquina de la calle 10 con carrera 9—.
Después, entre 1845 y 1913, el museo paso a ocupar el primer piso del edificio de Las Aulas, que compartía con la Biblioteca Nacional. Entre 1845 y 1849, el presidente Tomás Cipriano de Mosquera ordenó dividir el museo en dos secciones: Zoología y el Gabinete de Mineralogía, así como “colocar convenientemente todos los objetos arqueológicos, históricos y artísticos”.
Ya en el siglo XX, y hasta 1922, el museo tuvo como hogar el desaparecido Pasaje Rufino Cuervo, en la calle 14, entre carreras séptima y octava. “En esta sede, construida a principios de siglo por el ingeniero español Alejandro Manrique, el Museo debió compartir con otras instituciones de disímil carácter un espacio que pronto resultó estrecho para acoger las colecciones, cuyo número aumentó considerablemente”, se puede leer en la página del Museo Nacional.
Como el periplo no termina allí, después de 1922, y hasta 1944, las colecciones del Museo Nacional pasaron a ocupar el cuarto piso del edificio Pedro A. López —que hoy sigue en pie en la avenida Jiménez con carrera octava—. Para 1938, cuentan en la página del museo, “se hallaba dispuesto en ocho salas destinadas a las colecciones de Arqueología y la época de la Conquista, la Colonia, la Independencia, la Gran Colombia, la República, las colecciones de Mineralogía y de Etnología, un salón de “Variedades” con objetos nacionales y extranjeros y una galería de arte y de retratos”.
Tuvo que ser hasta 1948, que el Museo Nacional llegó a su sede actual, el Panóptico Nacional, la antigua Penitenciaría Central de Cundinamarca, luego de que en 1946, durante el gobierno de Alberto Lleras Camargo —que ocupó la presidencia luego de la renuncia de Alfonso López Pumarejo, que presentó el 26 de junio de 1945 y que fue aceptada por el Congreso el 7 agosto de ese año— se trasladaron a la cárcel La Picota los presos del Panóptico.
En la página del museo cuentan así cómo fue que se decidió el traslado a su sede actual:
“En marzo de 1946, el Ministerio de Educación Nacional y la Comisión Organizadora de la IX Conferencia Panamericana decidieron destinar como sede definitiva del Museo Histórico —así conocido por entonces— al edificio de la antigua Penitenciaría Central de Cundinamarca, popularmente denominada el Panóptico y trasladar los prisioneros a la nueva Cárcel de La Picota. El proyecto inicial de reorganización del Museo tuvo la intención de recuperar el carácter original de la entidad, al proponer que se incorporaran a las colecciones históricas los Museos de Arqueología, de Ciencias Naturales y de Bellas Artes que funcionaban entonces separadamente”
La restauración del edificio duró dos años y el 2 de mayo de 1948, bajo la presidencia de Mariano Ospina Pérez, se inauguró la sede definitiva del Museo Nacional de Colombia. Hernando Vargas Rubiano, en agosto de ese mismo año, en el número 14 de la Revista PROA, comentó cómo se decidió que la antigua cárcel fuera la sede del museo:
“La transformación del llamado panóptico en museo fue idea de Matoño Arboleda: hace varios años, en los diarios capitalinos se glosó acerbadamente, sin razones valederas, la arquitectura y la ubicación de la prisión. En su defensa, previendo la posible demolición, Matoño sugirió la utilización de la fábrica en un gran museo nacional”
Desde entonces, la sede del Museo Nacional ha sido restaurado en varias oportunidades, pues esta inició su construcción en 1874. La primera fue entre 1976 y 1977, con la reestructuración de las salas permanentes con criterios pedagógicos y un diseño museográfico contemporáneo. Este proceso siguió en 1980 con las colecciones de arqueología y etnografía. Y entre los años ochenta y el 2001 se adelantó la última gran restauración del museo, al que, en 2012, se le hicieron algunas adecuaciones de accesibilidad, interviniéndose la fachada y los jardines.
A continuación se pueden ver las distintas sedes que ha tenido el Museo Nacional —este mapa fue realizado por el Museo Nacional—:
200 años del Museo Nacional
El 28 de julio de 2023, para celebrar los 200 años del Museo Nacional, se realizarán dos actividades: la primera Noche Nacional de Museos, a la que se suman los cerca de 800 museos que hay en Colombia; y la entrega del primer Premio Nacional de Museos, con el que se busca exaltar y reconocer la labor de un trabajador o trabajadora de museos en los últimos 20 años.
Así lo explicó el director del Museo Nacional, William López:
“Este año, el 28 de julio, el Museo Nacional de Colombia cumple 200 años de ser fundado. Esa fecha conmemorativa la hemos tomado como una oportunidad para celebrar una experiencia colectiva museológica nacional, imaginar que la creación, hace 200 años, del Museo Nacional de Colombia también es la creación de un proceso colectivo que hoy tiene a Colombia con un número aproximado de 800 museos en todo el país. Por ello hemos convocado a todo el sector de museos y en ese sentido hemos organizado dos eventos. El primero, la primera Noche Nacional de Museos, con base en los recursos de estímulos y concertación, hemos reconocido a cinco redes territoriales de museos para que se unan a todos los museos del Ministerio de Cultura y con ellos celebrar la primera Noche Nacional de Museos. Y, por otro lado, entregar, por primera vez, en la historia de los museos del país el Premio Nacional de Museos, que busca reconocer la labor de un trabajador, de una trabajadora, de museos en los últimos 20 años”.