Abel Basti, un periodista argentino que se ha pasado décadas investigando la presencia de criminales de guerra alemanes en América Latina y especialmente la posible supervivencia de Adolf Hitler y su presencia en el continente (ha publicado 11 libros al respecto) ha presentado una nueva obra llamada Las fotos de Hitler después de la guerra (Planeta), en la que incluye imágenes que él asegura fueron confirmadas por varias fuentes, además de numerosos testimonios que le permiten concluir, no solo que Hitler no se suicidó y escapó de Berlín sino que llegó a América Latina y pasó varios meses oculto en un hotel en Tunja.
En 2017, la CIA desclasificó una serie de documentos sobre la presunta llegada de Hitler a Colombia, entre los cuales se encontraba una fotocopia de una imagen que comprobaría la presencia del líder nazi en Boyacá; sin embargo, no se incluía la foto original.
En su momento, la delegación de la CIA en Bogotá avisó a la jefatura en Estados Unidos que Hitler podía estar en Tunja, a unos 140 kilómetros de Bogotá, pero la agencia de inteligencia descartó la posibilidad de investigar y eventualmente capturar al criminal de guerra. “Este breve documento es bastante ilustrativo respecto a la cobertura que tenía Hitler, particularmente de los Estados Unidos. Porque estás diciendo que tenés a Hitler a pocos kilómetros, que se lo puede ir a capturar y tu jefe te responde que te olvides del asunto. A buen entendedor, pocas palabras”, explica Basti.
-Finalmente obtuviste el original de aquella imagen, ¿cómo empezó ese proceso?
-En Colombia encontré testimonios muy buenos. Destaco al presidente de la Academia Boyacense de Historia, el doctor Javier Ocampo. Lo primero que me dijo es que sí, que Hitler estuvo en los 50 en Tunja, que fue a ver a su amigo Julio Sieber, rector de la Universidad de Tunja, y que estuvo en la ciudad algunos meses antes de volver a Argentina. Cuando me dijo eso un tipo que tiene un peso académico importante, me di cuenta de que iba por la buena senda. Y ahí fui encontrando un par de testigos más.
-¿Cómo obtuviste la foto original?
-En la foto hay un hombre sentado junto a Hitler. El documento de la CIA dice que ese señor se llama Philip Citroën y que es un ex integrante de las SS. Esto es falso. En la Policía Nacional de Investigaciones de Colombia, busqué el prontuario de Citroën y descubrí que era un holandés que ingresó a Colombia en los 50, se radicó en Tunja y dio como domicilio el edificio de Residencias Coloniales. Es el lugar que cita la CIA donde fue sacada la foto.
-¿Y cómo era ese edificio?
-Era un edificio con alojamientos VIP, una residencia un poco exclusiva, manejada por un alemán veterano de guerra. Entonces, el primer dato que surgió es que Citroën efectivamente había existido. A partir de ahí comencé la búsqueda de sus familiares y finalmente di con uno de sus hijos. Tenía dos hijos varones y una hijastra mujer. Hablé con Philip Citroën Jr., que vive en Holanda. Me dijo que su padre era un militar holandés, que había hecho operaciones especiales en submarino y que su jefe era Bernardo de Holanda, que era nazi, pero se hizo holandés porque se casó con la princesa Juliana, luego reina Juliana.
-¿El hijo de Citroën tenía la foto?
-Sí. Es que, cuando muere Citroën, su esposa va a un geriátrico y todo el gran archivo queda en su casa en Holanda, deshabitada. Citroën Jr. va a esa casa y saca del archivo algunas fotos, entre otras, la de su padre con Hitler en Colombia. Es un hecho milagroso porque, al poco tiempo, violentaron la casa de Citroën y se robaron todo el archivo. Cuando yo hablo con él, me contó que era muy chiquito cuando se sacó la foto, que no sabía si el que aparecía era Hitler y que su padre le contó que Hitler había escapado en submarino a Argentina. Le pregunté si me permitiría someter la foto a un estudio y, por suerte, accedió. Se hizo un escáner de alta resolución en Ámsterdam, se sacaron muestras del papel para ver la antigüedad de la foto y se hizo una pericia en Argentina con el perito Enrique Prueger.
-¿Cuáles fueron los resultados?
En principio, que se trata de un material excepcional. Se puede corroborar que el fondo es una puerta en el edificio de Residencias Coloniales que, por ser monumento histórico, se conserva como era en esa época. Lo que me dice el perito es que el hombre en cuestión tiene en el brazo derecho cicatrices de quemadura. Ahí mi mente empezó a volar rápidamente.
-¿En qué sentido?
-Si uno se remonta al episodio Valquiria, de 1944, cuando le ponen una bomba a Hitler, las crónicas de época cuentan que el daño más fuerte fue en el brazo derecho por quemaduras. Y en fotos y filmaciones posteriores siempre vas a ver que Hitler se está agarrando el brazo. En esta foto, cuando se sienta, se arremanga y queda expuesta parte de la herida. Para un perito, es absolutamente reconocible la cicatriz de quemadura. Yo me fui desayunando de ciertas características de las orejas, por ejemplo, que son irrepetibles en los seres humanos. Las cejas, que hay como 500 tipos de cejas, y esta ceja se corresponde con la de Hitler. Después de una segunda pericia, Prueger me dijo que está 100% convencido de que esta persona es Hitler.
-¿Qué certidumbre tenés vos, más allá de lo que diga el perito, de tu propia investigación?
-Lo que pasa es que yo soy periodista y tengo que basarme en el cuadro general, en la suma de datos. Es muy diferente para quien escucha hablar de esta foto que para quien viene haciendo un laburo de investigación más amplio que excede a la foto. Vamos a pensarlo en términos tribunalicios: el fiscal aporta una foto, yo me tengo que atener a las pericias de esa foto. Si un perito me dice que esta persona es Hitler, a menos que haya una contrapericia que diga lo contrario, este es un elemento documental que yo tengo como prueba.
-¿Y después?
-A eso le debo sumar los testimonios que son concordantes en tiempo y en forma, los documentos privados y públicos que van en el mismo sentido y todas las historias relacionadas que guardan un sentido razonable. Todos los testimonios que he tenido describen siempre a alguien de la misma fisonomía, mismo comportamiento, forma de expresarse. A pesar de que los testimonios no se conocen entre sí, hay una coherencia respecto a la descripción física, psíquica y al estado de salud de Hitler. Es lo contrario a lo que pasa con los testimonios sobre el suicidio en el búnker de Berlín.
-¿Por qué Hitler se dejaría fotografiar si vivía de incógnito?
-Esa es la pregunta del millón y creo que tengo una respuesta bastante aceptable dentro del contexto que yo manejo de un Hitler vivo. Estaba protegido por Bernardo de Holanda, que ese mismo año, 1954, fundó con Rockefeller el Club Bilderberg. La familia Citroën tenía relación con Rockefeller y con Bernardo de Holanda. La hijastra de Citroën le hacía los vestidos a la reina Juliana. Y estaba casada con Benavidez, uno de los jefes de inteligencia de Rojas Pinilla, dictador colombiano en ese momento que manejaba todo el tema de los nazis. En esta trama de relaciones, la información que me parece razonable la obtuve a través de la Casa Battenberg, una casa real originalmente alemana, vinculada a la familia Citroën por vía materna: la foto es una prueba de vida porque Hitler estaba siendo sostenido por Bernardo de Holanda.
-¿Por qué? ¿Qué ganaba sosteniéndolo económicamente, protegiéndolo?
-Bernardo es un lobista famoso por sus escándalos financieros, muy activo después de la guerra en la evacuación de los nazis a través de la aerolínea de bandera de Holanda. Estaba en los negocios y jugando siempre a favor de la ultraderecha internacional. Las empresas alemanas que colaboraron con el tercer Reich no murieron cuando terminó la guerra. Por el contrario, se potenciaron y facturaron millones durante la Guerra Fría. Holdings farmacéuticos, de química, de la industria de armas. Hitler formó parte de estos negocios.
-¿Y qué tiene que ver la foto?
-Las grandes multinacionales alemanas se terminaron asociando con sus primas norteamericanas y, en algún momento, se pidió una prueba de vida de Hitler porque estaban haciendo negocios, ¿pero cómo saber si estaba realmente vivo? La mejor prueba de vida era una foto con un hombre de confianza de Bernardo de Holanda, que era Citroën. Hay un entramado histórico que mezcla todo esto y que le da soporte a la idea final de que Hitler sobrevivió, que fue amparado por estos grupos de poder y que siguió activo como un jubilado de lujo, haciendo negocios y protegido por estos sectores decisorios, entre ellos el clan Bilderberg, que es una élite de poder mundial.
-¿Esto se ve de alguna forma en la foto?
-Un aspecto que analizan los peritos, si bien no es tan firme como los rasgos físicos, son las posturas. Y en la postura de Hitler se ve una situación de incomodidad. No está contento con sacarse esa foto. No está cómodo porque se tiene que sacar esa foto, no es que quiera sacársela. Y esto se correspondería con el tema de la prueba de vida.
-¿Cómo accediste a esta información de la Casa Battenberg?
-En la medida que publico, van surgiendo fuentes nuevas y se establecen relaciones. Yo no publico todo lo que sé ni todo lo que tengo. Publico una partecita. Pero, a fuerza de publicar, se va rompiendo el tabú de no hablar de esta historia. Y como los que hablan hoy son los nietos, la cosa se afloja más todavía. Antes era visto públicamente como ridículo que Hitler hubiera escapado. Pero hoy hay un grado de relajación que permite que se pueda empezar a hablar de esta historia. El caso de Battenberg es a través de conjuntos de relaciones que yo voy teniendo. Periódicamente me van surgiendo contactos y no doy abasto con la cantidad de información que voy recibiendo. Son muchísimas puntas de información.
-Si es tanta la información, ¿por qué esto no tiene más difusión a nivel mundial?
-Bueno, ese no es un problema mío. Yo tengo que buscar la verdad y recopilar información. Lo veo como un juicio: tengo que aportar documentos, testigos, fotos, trazar cuadros razonables con sustentos razonables y con pruebas razonables. Ya la divulgación, no es un tema mío. Yo publico y todo lo demás forma parte de los manejos de los medios de prensa. Eso se escapa completamente a mí. Si le quieren prestar atención a un tema, se la prestan; si quieren desinflar un tema, lo van a desinflar. Mi laburo es hacer conocer esta historia.
“Las fotos de Hitler después de la guerra” (fragmento)
En el año 2014 publiqué en mi libro Tras los pasos de Hitler documentos de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) que hacían mención a la probable presencia del Führer en Colombia en 1954, esto es nueve años después de su supuesto suicidio en el búnker de Berlín, según la trillada versión oficial de su muerte que se ha repetido como una incuestionable letanía durante casi ochenta años. En esos inéditos informes de inteligencia también se adjuntó la fotocopia de una imagen en la que aparecen dos personas, una de ellas de gran parecido al máximo jefe nazi, con su característico peinado partido en raya y su peculiar bigotito, rasgos que inmortalizaron la fisonomía del líder del Tercer Reich.
En el texto del documento antes citado, respecto a ese individuo, la CIA –de manera sorprendente- manifestaba que podría tratarse de Adolf Hitler. A su lado se observa un ignoto personaje, nunca citado en la historia, del que en ese informe se dice que era un alemán, exintegrante de las SS, llamado Philip Citroën. Se trata de una información realmente sugestiva, pero ¿qué podría hacer más de medio siglo después de tomada esa fotografía, aparecida tras su desclasificación por parte de los estadounidenses en la búsqueda de la verdad?
Con los datos que aportaba esa documentación –escasos, pero muy sugerentes y, por lo tanto suficientes para motivarme a buscar más pistas- inicié una investigación en Colombia con el objetivo nada sencillo de encontrar evidencias que me permitieran comprobar que Hitler estuvo alguna vez en esa nación.
El razonamiento era sencillo: si el jefe nazi nunca estuvo en Colombia –a esa altura de mi labor yo sí tenía suficientes elementos de prueba para saber que se había refugiado en Argentina, pero ninguna evidencia respecto a su presencia en dicho país caribeño- la foto sería un fraude. Pero, si realmente podía comprobar que el fundador del nacionalsocialismo hubiera estado allí, mi investigación, en la que nunca antes se había contemplado esa posibilidad, tendría un giro imprevisto, ya que sería significativo que un fugitivo de esa envergadura pudiera realizar un viaje tan largo de un extremo de Suramérica, esto es de la austral Patagonia donde residía, al otro, a Colombia, la nación más al norte.
Para los nuevos lectores, aquellos que no han leído mis libros anteriores, seguramente les resultará fantástica la afirmación de que Hitler escapó y vivió en Suramérica. Es lógico que así sea ya que la versión oficial de su suicidio se impuso al mundo como una verdad absoluta que solo algunos pocos “conspiradores” se animaron a cuestionar. Pero durante mis últimos treinta años de investigación fui desgranando las piezas de esa falsedad urdida por el poder internacional para poner punto final a la historia del nazismo en general y a la de Adolf Hitler en particular.
De este modo, al caer el telón sobre los nazis, se dio por terminada toda posibilidad de polemizar sobre qué pasó realmente después de la guerra con los fugitivos, particularmente con los jerarcas como el Führer, Martin Bormann o Heinrich “Gestapo” Müller, entre otros peces gordos del Tercer Reich que, tras el conflicto bélico, continuaron gozando de buena salud, aunque oficialmente se consideraran cadáveres.
Quién es Abel Basti
♦ Nació en 1956 en Olivos, Buenos Aires.
♦ Es periodista y trabajó en Clarín, Ámbito Financiero, La Mañana del Sur y la agencia DyN.
♦ Entre otros libros, ha publicado Bariloche Nazi, Hitler en Argentina, El Exilio de Hitler y Hitler y el Nuevo Orden Mundial.
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