Desde hace algunos meses, el Teatro Nacional Calle 71 ha sido el escenario de la obra ‘53 Domingos’, una tragicomedia escrita por el catalán Cesc Gay y dirigida por Pedro Salazar, que aborda el tema de la complejidad de los lazos familiares y los conflictos que surgen a diario ante los detalles, en apariencia, más insignificantes.
La trama se centra en la relación entre tres hermanos: Santiago, Natalia y Víctor, quienes viven cada uno por su lado, con sus propios asuntos y dilemas. No son muy cercanos entre ellos. Cada tanto se encuentran, a regañadientes, y no pueden evitar los roces entre ellos. Cuando su padre, un hombre ya entrado en años, comienza a mostrar comportamientos extraños, surge la necesidad de reunirse y tomar decisiones sobre su futuro. Se preguntan si sería bueno para él llevarlo a un hogar geriátrico donde puedan atenderlo, o si alguno de ellos podría albergarlo en sus hogares.
El dilema parecería sencillo, pero no lo es. Cada vez que lo discuten, el ambiente se tensa. Las reuniones familiares se convierten en campos de batalla en donde ninguno tiene la razón y nadie encuentra una solución diplomática.
Cada uno de los hermanos tiene sensibilidades diferentes, y la vulnerabilidad entre parientes puede resultar incómoda. Lo que podría ser una simple discusión se convierte en el detonante de situaciones aún más complejas. Los enfrentamientos entre ellos van siempre cargados de celos y envidia, pero también de cariño y comprensión. En últimas, son familia.
El título de la obra tiene que ver con un libro que Víctor escribió, su primera novela, el inicio de una posible trilogía que espera sea bien recibida por los lectores. Él se la comparte a su hermana, Natalia, con quien tiene una relación más amena. A Santiago, el otro hermano, el menor, lo deja de lado. No se siente tan conectado a él. De hecho, entre los tres parece sembrarse un sentimiento constante de competitividad. Víctor es el que más comodidades tiene. Natalia es la más estudiada, y Santiago es el más humano.
Víctor no cree que Santiago tenga el suficiente intelecto para entender su novela, pero luego se sorprende con su lectura, cuando en una de las visitas se la comparte como si no fuera la gran cosa. El asunto sirve de excusa para hablar después sobre su relación, que, pese a que es compleja, no está del todo rota. Entretanto, Natalia intenta centrar la atención de los tres en lo que ella considera que es realmente importante: la situación de su papá, pero cada vez que lo van a hablar, algo surge, discusión va, discusión viene.
Karoll, la esposa de Santiago, es quien narra lo que va ocurriendo. A través de su relato nos encontramos con esta tríada particular y nos conectamos con sus emociones, sus frustraciones y anhelos. Conforme la historia avanza, el espectador reflexiona sobre sus propias dinámicas familiares, y más allá de las risas que suscita la trama, lo cierto es que el trasfondo es bastante dramático: nos aislamos de quienes deberían ser nuestros seres más cercanos, basados en celos, envidias y enojos del pasado, y dejamos de lado lo más importante, los pequeños detalles, lo que sucede a pie de página.
‘53 Domingos’ parece querer sugerirnos la idea de que, pese a que las relaciones no están guiadas necesariamente por la sangre, sino que se construyen y se fortalecen a diario, la familia es un pilar fundamental en nuestras vidas. No escogemos a nuestros hermanos o a nuestros padres, pero en todo caso hacen parte de nosotros.
El guion de la obra es, realmente, muy bueno. Tan realista y conmovedor, como jocoso y cruel. Tiene todos los ingredientes necesarios para mantenernos atentos de inicio a fin. Y las actuaciones no son nada menores. El casting, integrado por Jimena Durán, Marcela Gallego, Patrick Delmas y César Álvarez, consigue conectar con la audiencia de muy buena manera y nos dejan transitar por esta historia tan suya como nuestra.