El 3 de julio de 2023 será un día que jamás olvidará la sargento del Ejército Nacional Ghislaine Karina Ramírez. Con la promesa de adaptarse a una nueva vida, y no tirar por la borda una carrera de más de 13 años, la uniformada emprendió rumbo desde Melgar, municipio del oriente del Tolima, rumbo a Arauca, como parte de la instrucción que había recibido de su superior, quien la trasladó a una de las zonas más conflictivas del país, y en donde el Ejército de Liberación Nacional (ELN), según cuentan los lugareños, “es la ley” en las calles.
Pese a que su papá, Gerardo Ramírez, le insistió una y otra vez que desistiera de ese llamado, y que en caso tal pidiera su salida de la institución castrense, el deber le pudo más a la mujer, que vio este viaje un nuevo desafío en su carrera. Se puso como primer objetivo “probar suerte” al menos por tres meses y, si todo salía bien, continuar con su vida a 783 kilómetros de la base de Toleimaida, en donde prestaba servicio a la patria.
Pero lejos de imaginar que sería raptada por este grupo armado ilegal, el mismo que está en un proceso de paz con el Gobierno del presidente Gustavo Petro, la mujer estuvo durante cuatro días en poder de esta estructura armada: que, por un lado, dice prepararse para el cese al fuego bilateral, pero por el otro sigue cometiendo violaciones a los derechos humanos.
Junto con ella, dos menores, de 6 y 8 años, uno con trastorno del espectro autista, acompañados por su mascota, una perra llamada Sky, lograron sobrellevar estos días de terror. Este animal se convirtió, como su nombre lo dice, un “cielo” en medio del “infierno” de estar en cautiverio, que para la fortuna de la militar y sus “retoños” fue poco.
Mientras la sargento de 32 años se recupera física y emocionalmente de este hecho en el Hospital Militar, Infobae Colombia habló con el progenitor de la uniformada, quien se encuentra en Bogotá junto con su familia, viviendo lo que podría llamarse como una segunda oportunidad que Dios, según él, les dio para hacer un alto en sus vidas y empezar de nuevo.
¿Cómo fueron esos instantes para la familia cuando se enteraron de que la sargento había sido secuestrada? Ustedes le insistieron en que pidiera la baja ante este desplazamiento...
Gerardo Ramírez: Cuando nosotros nos enteramos del traslado para Arauca, ella nos llamó para que le ayudáramos. Ella viajó el domingo (2 de julio) y le ayudé a empacar todo. El camión con sus cosas salió primero y después ella se fue con los niños. Teníamos comunicación permanente desde que salió. Pero amaneciendo el lunes (3 de julio) perdí contacto. Volvimos a hablar a la 1:30 p. m., pero ya a las 8:00 p. m. me mandó un audio y yo de inmediato la llamé y le escribí, pero no me respondió. Empecé a preocuparme.
A las 9:00 p. m., de ese lunes me llamó un superior de ella, de donde tenía que llegar, a preguntarme si sabía algo. Y ante eso me pedían que tuviera tranquilidad y paciencia. ¿Pero cómo voy a tenerla si era mi hija? Desde ahí fue una zozobra completa esos cuatro días, ni comía. Y fue gracias a los periodistas y medios de comunicación que di a conocer el caso, fue una ayuda total.
¿Cómo fue ese momento en el que su hija lo llama y le comunica que ya estaba en libertad? ¿Llegó a perder la esperanza de volverla a ver?
Gerardo Ramírez: Cuando me llamó, pensé que era mi otra hija, que vive en Bogotá. Pero cuando me di cuenta de que era Karina, el grito que pegué fue de una emoción grandísima. Estaba temblando de la alegría. Ella me contó que estaba libre y salía para Arauca, con una comisión, y cuando llegara allá me llamaba. Le pedí que me pasara a la niña para saludarla. Hablé rapidito con ella y ahí no tuve más comunicación, de pronto por los protocolos de ellos. Hasta ayer (sábado, 7 de julio) que llegué a Bogotá, cuando el Ejército nos puso vehículo.
La noto muy asustada. No hablamos mucho. Cuando llegamos ella estaba en exámenes médicos y nos quedamos con los niños jugando. Cuando llegó, nos abrazamos los tres, nos apretamos ahí y de la alegría se me llorosearon los ojos. Estamos esperando a ver qué nos dicen. Fuimos ubicados en el cantón (Militar) y fuimos a orar y darle gracias a Dios.
¿Es cierto que los miembros del ELN le obligaron a ponerse el uniforme al momento de la liberación y que le robaron el carro? ¿Ella iba uniformada de camino a Arauca?
Gerardo Ramírez: Ella salió de Melgar de civil, normal, como cualquier ciudadano. Y cuando vi las fotos (de la liberación), porque fui el primero que los hizo, me sorprendió mucho. No sé por qué. En el carro ella llevaba maletas, pero no sé si llevaba uniforme. Pero gracias a Dios todo salió bien, los veo bien, por más de que están asustados.
En cuanto al carro, no sabemos nada de eso. A ella le están haciendo exámenes de sangre y hasta de citología. También a los niños. Mientras estuvimos con ellos, los médicos estuvieron muy pendientes. Nos pusimos a jugar, porque si algo tengo yo es que disfruto mucho a mi familia.
Indignado con Iván Velásquez
El ministro de Defensa calificó de “imprudencia” el desplazamiento de la sargento con sus dos hijos. ¿Qué concepto le merecen esas declaraciones?
Gerardo Ramírez: Eso no me gustó nada. El ministro, pues no sé, de pronto es un desubicado total, porque mi hija cumplía órdenes y el desplazamiento de ella era un traslado, con todas sus cositas: la cama, comedor, la nevera, todo... Compró hasta una estufa nueva, porque allá no hay gas, es con pipeta. Y cómo llevaba eso por vía aérea, si solo trasteo desde Melgar a Arauca le costó $2 millones. Yo tuve que prestarle plata para que pudiera hacer su trasteo y viajar.
En el carro iba una mujer que le ayudaba con los niños. Iba en una distancia prudente. Mandó al camión cuatro o cinco horas por delante. Pero no, lo que dijo no cabe en la cabeza de un ministro de Defensa, de un superior de ella. Lo que deben hacer es apoyar a sus subalternos, ayudarlos. Es más, ella se reportó ante el coronel a donde iba, se presentó y les informó a qué horas viajaba.
Si fuera así como él dijo (Velásquez), pues todos los superiores saben y le dirían: “no viaje en su vehículo, es una zona bastante peligrosa”. Pero pienso que estamos en un país libre, democrático, en el que podemos andar por cualquier parte, no hay sitios vedados. Un superior lo que de hacer “vamos a mirar qué hacemos, cómo regresa sana, a su casa, con su familia”. Pero nunca se recibió eso de parte del Gobierno.
Resulté yo pidiendo ayuda por los medios de comunicación, porque hasta última hora mi hija estaba desaparecida. No sabía nada de ella, del vehículo. El Ejército sacó un poligrama, pero después de que salí a los medios. Es una charada de él (Velásquez), de pronto el dolor ajeno no lo afecta. Y este era una profundo. De todos modos, me siento muy contento, porque sé que está bien.
Se mencionó que estarían buscando abrirle proceso disciplinario a su hija, por este hecho. Pero entendemos que no es así. ¿De dónde salió la versión?
Gerardo Ramírez: A mí me llamaron –la verdad es que a mí me llama mucha gente– y me dijeron: “Le van a abrir proceso disciplinario”. Y mi respuesta fue que me parecía el colmo, por lo que me puse a averiguar y unos compañeros de ellas también mencionaron que habían escuchado eso. Yo les dije que no iba a permitir eso, porque entonces supuestamente ella se autosecuestró... Luego los superiores me dijeron que eso no iba a suceder.
¿Qué viene para la sargento Ramírez? ¿Será trasladada a otra zona del país? ¿Quizá ha pensado, una vez más, en pedir la baja del servicio?
Gerardo Ramírez: La verdad de eso no sé nada. No he podido sentarme a hablar con ella de eso. Me gustaría que, por mí, se retirara y se dedicara a los niños. Es lo mejor. Pero es decisión de ella. Porque como papá uno protege y guia a sus hijos, decirles qué es lo mejor. Y ellos han sentido eso en la mamá y en mí. Somos muy unidos, trato de colaborarles en lo que más pueda.
Y es algo que ellos ven, de cuando uno puede ayudar, lo hace. No soy millonario, soy una persona que trabaja como los demás y trata de ayudar, porque es mi vocación. En estas situaciones, es difícil, porque hasta anoche (sábado, 7 de julio) supe lo que era dormir rico. Uno no duerme, no come, uno espera que sea el hijo o la hija la que me llamara. Y ojalá esto no se volviera a presentar con ningún ser humano.