Emma Reyes tuvo una carrera artística reconocida internacionalmente, pero no fue sino hasta una década después de su muerte que recobró toda su magnitud y que hasta le hicieron una novela. La razón fueron 23 cartas que escribió cuando estaba en su punto máximo de éxito, cuando en una íntima correspondencia, echó una mirada al precario y emocionante periodo de su niñez.
Su nombre ha trascendido incluso para que Google conmemorara su nombre en el 104° aniversario de su nacimiento con un Doodle en el que se la describe como una de las pintoras y narradoras más importantes de América Latina del siglo XX.
Su talento como narradora solo se pudo conocer después de su muerte (12 de julio de 2013) porque esa fue la condición que puso cuando Germán Arciniegas le propuso publicar las cartas que le había enviado. Él quedó fascinado con las historias de la infancia que le contó la pintora en las misivas y se las mostró a Gabriel García Márquez con quien la alentaron a continuar escribiendo.
Reyes aprendió a escribir a los 19 años y en sus misivas contó esos años en los que tuvo “como escuela la inclemencia de los duros caminos de América”. En su precaria niñez vivió en San Cristóbal, al sur de Bogotá, en una vivienda sin ventanas bajo los maltratos de la señora María y los cuidados de su hermana Helena, hasta que fue abandonada en la estación de trenes de Zipaquirá.
Esos años marcaron su vida y varios de los personajes, parajes y culturas que conoció durante ese periodo se convirtieron en los insumos de su obra pictórica. Una vida que empezó en 1945 cuando llegó a Buenos Aires tras un viaje por América Latina que emprendió al abandonar el convento en el que fue acogida tras su abandono.
En 1947 participó en un concurso internacional de la Fundación Roncori de Buenos Aires en el que ganó una beca para estudiar en la academia del artista cubista André Lothe en París. Allí habría conocido a Arciniegas y se abrió la puerta para su desarrollo artístico con exposiciones en la Galería Kléber y posteriormente en Italia. Finalmente la invitaron de la Unesco para ilustrar la Biblioteca Popular de América Latina.
Viajó por México y el Medio Oriente para finalmente radicarse en 1962 en París donde se casó con el médico Jean Perromat. Sus obras se exponían en varios países de Europa, mientras ella compartía en el círculo intelectual con personajes como Jean-Paul Sartre o Pier Paolo Pasolini, aunque sus exposiciones en Colombia eran escasas.
En Italia, Reyes estudió junto al pintor futurista Enrico Prampolini y en Israel trabajó en la colonia de artistas de Ein Hod Haifa. En América Latina también compartió con los muralistas Antonio Berni (Argentina) y el mexicano Diego Rivera.
Fue hasta 1969 que empezó a escribirle las cartas a Arciniegas, pero cuando este le comentó que se las había mostrado a Márquez, ella se enojó. Reyes quería conservar su correspondencia en la privacidad, pero al ser convencida de su valor narrativo, decidió publicarlas solo al morir. Sin embargo, el escritor y diplomático falleció cuatro años antes que su remitente.
Fue la familia la que finalmente cumplió el acuerdo con 23 cartas que Reyes había redactado de su vida en Colombia. En 2012 salió la publicación por la editorial Laguna Libros que se vendió rápidamente y fue reconocido como el libro del año. Sus recursos fueron destinados a la protección de la niñez desamparada.
Esa publicación le dio un nuevo impulso a la vida y obra de Emma Reyes, hasta la producción de una serie sobre su vida de RTVC. 97 de sus 300 obras y 19 de sus cartas originales se conservan en el Banco de la República.