La historia de vida de Lady Tabares, más conocida como La vendedora de rosas, título de la película colombiana que protagonizó, es una que desafortunadamente trascendió de la ficción a la realidad -o al contrario-.
En diálogo con el actor Santiago Alarcón la exactriz y empresaria recordó algunos de los momentos más duros en medio de la grabación de la afamada producción.
Tabares creció en Medellín, en medio de la pobreza, sobreviviendo de la venta de rosas en las calles de la ciudad y de la limosna. Su historia, como la de muchos otros menores, se dio en medio de la calle, los orfanatos y su familia, hasta que el director Víctor Gaviria la escogió como actriz natural para una producción cinematográfica que reflejara esta problemática social que enfrentaba el país.
A los 13 años Lady María Tabares interpretó a Mónica, una niña que casualmente vendía rosas en las calles de Medellín y en medio de eso se veía involucrada en un panorama violento que la llevó a las drogas y la prostitución. La película se lanzó hace 25 años y para celebrar ese aniversario la actriz habló en el podcast Meterse al rancho, de Alarcón, revelando cómo lidió con las drogas en su vida real y en medio de las grabaciones.
Lady Tabares aseguró que cuando fue escogida para el papel protagónico “no consumía nada ... yo era una chica muy sana. Yo probé el cigarrillo a los 9 años, me fui para el internado, entonces desde ahí nada más”. Pero agregó que en medio de las grabaciones no sólo se trataba de actuar el estilo de vida, sino que lo vivían en su realidad porque los otros ‘actores’, que también eran jóvenes de las calles de Medellín, sí estaban en las drogas.
“Milton fue adicto desde el vientre, entonces era muy difícil tenerlo en sano juicio y el que hacía de La Chenga también era un chico que consumía sacol todo el tiempo; bueno y otros también marihuana y las pepas. Aunque yo crecí en medio de eso, yo logré vivir sin eso varios años”, recalcó la también escritora.
Recordó especialmente que en medio de las grabaciones de La vendedora de rosas se formó “una familia” entre los actores y el equipo, conociendo las historias de vida de cada uno. De hecho, señaló que en varias ocasiones Gaviria no solo tuvo que dirigir la producción, sino ser el responsable de sacar a sus ‘actores’ de estaciones de policía o encontrarlos en las calles de la ciudad para que fueran a terminar las grabaciones.
Santiago Alarcón le cuestionó cómo había logrado no caer en el vicio en medio de ese entorno, pero Lady Tabares le confesó que sí cayó en las drogas, “yo probé las pepas”, le dijo y le señaló que la situación se habría desencadenado en medio del abandono por parte de su madre, a quien no le interesó que su hija estuviera grabando una película. “Yo hubiera querido que ella estuviera en alguna grabación, pero no, eso a ella no le interesó”.
En medio de la grabación de la película Tabares empezó a consumir y le reveló a Alarcón que estuvo a punto de que la echaran por su irresponsabilidad con el vicio. “Hubo un día en que me tomé 40 pepas, tenía 15 años. A mí casi me echan, por poco no soy la protagonista”, recordó Tabares en su relato.
Tabares señaló que ese día estaban sobre un árbol y en medio de su viaje ella se cayó del árbol. “Caí resbalando todo el rostro en el tronco del árbol, me volví una hilacha. Duré tres días inconsciente, imagínese la pepisa, con la cara vuelta nada, me daban la sopa con pitillos. Cuando despierto Víctor estaba furioso, decía que ‘no más, buscaremos otra’”.
Finalmente, Lady Tabares señaló que logró convencer a Víctor Gaviria de seguir siendo la protagonista pidiéndole perdón y garantizándole que no lo volvería a hacer. Sin embargo, la joven ya había abierto una puerta a la droga, por lo que señaló en el podcast que probó “la marihuana, las pepas, el cigarrillo, el guaro ... yo creo que el vicio más tenaz para mí fueron las pepas”.
La exactriz señaló que esta droga, que realmente eran pastillas psiquiátricas, “era más para salir del mundo, yo creo que yo lo hice más fue por haber encontrado a mamá y haber sentido ese desamor”. Tabares puntualizó que nunca actuó bajo el efecto de las drogas y que cuando actuaban consumiendo sacol (pegante), “era una combinación de piña y agua que hacían”.
Lady concluyó que aunque el proceso fue difícil, la experiencia de la película “fue de lo más bonito de mi vida. Porque me di cuenta que amaba la actuación y fue el tiempo en el que más amada me sentí, la verdad. No tanto importante, sino que me sentí cuidada, gente que me preguntaba ‘¿cómo estás?’”.