Lo que pasa en Francia o en el estado de la Florida en Estados Unidos son dos termómetros de un tema, el de la inmigración, que va a determinar el futuro político del mundo desarrollado y, claro, afecta al resto de países del mundo en desarrollo.
Hay que partir de una base: nadie emigra a Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia o China, la migración se da hacia países que generan oportunidades de una mejor vida y de libertad. Lo uno va de la mano con lo otro, pero los países autoritarios y dictatoriales aprovechan esta característica para sembrar caos y fomentar inestabilidad en los países desarrollados.
Cuba y Venezuela son el perfecto ejemplo del uso político y económico de la migración. Cuando Fidel Castro quiso generar un lío político con Estados Unidos en 1980 abrió las puertas de las cárceles y facilitó la migración a la Florida desde el puerto de Mariel. La crisis migratoria de los marielitos o la masiva migración por represión y pobreza de Venezuela le generan beneficios a ambos regímenes dictatoriales, les reducen el gasto en servicios, les generan dividendos en remesas y les dan un instrumento de poder político geoestratégico.
Rusia, a donde nadie quiere emigrar e incluso sus ciudadanos billonarios prefieren Dubai, lo que es una vergüenza, también juega a este caos para debilitar sus enemigos, las democracias de occidente. No es sino ver RT y toda su estrategia de desinformación para darse cuenta de cómo lo hacen. La información sobre migración ilegal en España o en Alemania tiene un foco distinto, orientado a los sectores más recalcitrantes de cada país en este tema precisamente para crear más caos, más polarización y más enfrentamientos.
Ver hoy los trinos sobre Francia y la explosión de violencia muestran una parte de la realidad que, no me cabe duda, existe, pero la masificación del mensaje tiene en esas campañas de desinformación en las que los rusos son expertos un aliado y seguramente cuando se estudie un poco más, y el daño esté hecho, un agente activo. Esa narrativa es la que los rusos, y la izquierda radical populista, o progre, como se les dice en Estados Unidos, utilizan para sembrar la deslegitimación del sistema político y una crispación que, no nos digamos mentiras, solo va a crecer.
El gobernador de la Florida, Ron DeSantis, de origen italiano y bisnieto de una migrante que casi no dejan entrar a Estados Unidos por leyes como la que él acaba de promover, ha puesto a este estado en batalla legal contra la migración. Los efectos ya se comienzan a ver; en la construcción, los obreros ya empiezan a escasear, pues muchos eran migrantes ilegales que, de todas maneras, pagan impuestos y las empresas de jardinería y aquellas donde se requiere mucha mano de obra ya ven su capacidad disminuida por la misma razón. Muchos migrantes ilegales han decidido moverse a otro estado donde no hay esa persecución.
En Francia y en Europa tienen el mismo problema que en los Estados Unidos, la migración, legal e ilegal se ha convertido en una papa caliente política que solo le sirve a los extremos. Esta crisis de Francia le sirve a los exponentes del discurso xenófobo en Europa y le da argumentos para radicalizar su discurso, lo mismo sucede en Estados Unidos, donde DeSantis es apenas un ejemplo.
Las víctimas al final son los migrantes serios y trabajadores que han ayudado a construir tanto a Estados Unidos como a Europa. Los españoles no van a recoger las frutas de Huelva o los norteamericanos las de California, para dar solo dos ejemplos, pero la discusión sobre migración ya no es racional, pues es la irracionalidad y la xenofobia lo que da rentabilidad política.
Lo sucedido en Francia, tanto la violencia como el discurso agresivo contra su democracia y sus ciudadanos, va a justificar la reacción que viene, pues también hay que entender el otro lado de la ecuación. Un francés promedio piensa varias cosas: si no quiere estar que se devuelva, si nos detesta ahí está la puerta y por qué les vamos a dar con nuestros impuestos educación y servicios sociales si nos odian tanto. El mensaje de unos pocos desadaptados que no representan a millones de inmigrantes que cumplen la ley y se integran crea ese huracán político que se viene con el tema de la migración.
Increíble que la última vez que se dio una gran reforma al tema de migración en Estados Unidos fue durante la administración de uno de los presidentes más conservadores de este país, Ronald Reagan, en 1986, ¡hace casi 40 años! Que Estados Unidos o Europa no hayan entendido que la migración es la base de su poder y de su futuro, en especial cuando su población cae de manera dramática, es inentendible.
China de 1300 millones hoy va a caer a menos de 800 millones de habitantes en el año 2100 pues nadie quiere ir a China, por ahora. Rusia, de 146 millones hoy, en el año 2100 tendrá, según cálculos de Naciones Unidas, cerca de 86 millones. Solo la migración puede revertir esa tendencia.
En Europa es igual. Italia de 59 millones va a pasar, en el 2100, a 40 millones; España, de 47 millones a 33. Las cifras claro que dan para todo y muchas de ellas pueden ser muy pesimistas, pero lo cierto es que hoy el mundo desarrollado no genera crecimiento de población y la migración es fundamental. Pero esa realidad demográfica va en contravía con la realidad política que en el escenario de hoy con DeSantis y Francia como ejemplo pues va de mal en peor.
Australia y Canadá son hoy ejemplos de migración ordenada. Claro, su ubicación geográfica lo facilita, pero es un ejemplo de lo que se puede lograr. En este nuevo escenario geoestratégico de libertad contra las dictaduras la migración debería ser uno de los incentivos para estar en el lado de la libertad.
Una migración ordenada con condiciones políticas claras puede ser un gana-gana en todo sentido: demográfico, económico y político. Hoy, las cosas van en la dirección equivocada y solo cuando estos países y su represión contra la migración muestren el efecto económico dramático que va a tener, su política va cambiar y será pragmática frente a una realidad que, quieran o no, va a continuar.
Con muro o sin muro.