“Les voy a cantar una historia que aquí me ha pasado a mí: la vida de campesino es una vida infeliz, más no viven en su casa huyendo de la maldad. Llegando a Buenaventura sin saber pa’ dónde ir, la gente a mí me miraba porque yo no era de aquí. ¡Ay no más violencia, viva la paz, para el pueblo progresar!”, se canta en el barrio El Ruiz del distrito sede del puerto más importante de Colombia y el laboratorio de paz urbano que no atraviesa por su mejor momento tras 10 meses de inicio.
La guerra en esta zona del Pacífico no da tregua, ni siquiera cuando Shottas y Espartanos anunciaron a mediados de 2022 una interrupción de sus acciones violentas como primera muestra de un necesario fin del conflicto que tiene como principales víctimas a las comunidades y a ellos mismos, pues muchos de los integrantes de las dos estructuras criminales más grandes que controlan el territorio ingresaron por falta de oportunidades de empleo y educación en barrios que ahora son gobernados por ellos desde la criminalidad.
Hasta esas zonas llegó Infobae Colombia en busca que adentrarse en el corazón del laboratorio de paz urbano que tiene encima los ojos del Gobierno nacional, las propias organizaciones sociales, la comunidad internacional y los habitantes del distrito que no aguantan una semana más de balaceras, asesinatos, masacres, secuestros y torturas, hechos que hacen parte de la cotidianidad de la agenda mediática, pero que son motivo de zozobra en el puerto.
A pesar de las múltiples dinámicas de violencia, en los barrios con situaciones de pobreza extrema y falta de saneamiento y agua potable, las actividades culturales y de construcción de paz son tan esenciales como cualquiera de las tres comidas diarias que pocos tienen el privilegio de alcanzar. El sector Alberto Lleras Camargo, ubicado en la comuna 3 (cerca al centro) es uno de ellos; allí los liderazgos sociales tratan de “robarle” los niños a la delincuencia.
Los asesinatos, sus causas y las fronteras invisibles
Para la agenda mediática, centrada en el interior del país, una balacera hace parte del panorama violento diario; pero en Buenaventura esto representa un retroceso en la búsqueda de paz y otro llamado a la institucionalidad para que establezca medidas urgentes de protección para todos sus habitantes. Pese a la tregua, los asesinatos continúan y las cruces de disparos se pueden escuchar a cualquier hora del día.
“Los asesinatos son porque ya saben por quién van. Uno de los que me impresionó mucho en los últimos dos meses fue una señora que iba en un taxi, eso fue como a las 6:00 de la tarde, y en toda la Simón Bolívar la cogieron y tin, tin, tin. Esa misma noche el muchacho que asesinó al del taxi también estaba... –muerto–”, dijo una habitante del distrito saliendo del Lleras el martes 13 de junio. Un día después se había registrado una balacera en el sector del Bolívar y 24 horas más tarde se escucharon disparos. Producto de esos enfrentamientos o ‘tiros al aire’ han muerto jóvenes ajenos a la violencia que se vive en esa zona del Pacífico.
“Los que han sido al azar, porque también han (sic) habido al azar son por balas perdidas... De hecho, un muchacho que era futbolista y estaba en grado 11. Estaba entrenando consistentemente para ser futbolista y murió hace tres semanas por una bala perdida. Esa –muerte– fue dura”, refiriéndose a Elvis Panameño de 19 años, cuyo asesinato se perpetró el 26 de mayo.
“También a unos artistas de Yurumanguí (también en Valle del Cauca), los hirieron cuando la tregua estaba en crisis. No los mataron, pero sí se fueron para UCI. Hay varias teorías, unos dicen que fue por su liderazgo comunitario y también fue por estos pelados que ya no estaban en tregua y querían mostrar que tenían poderío sobre el territorio, entonces había días en donde se hacían tiros al aire en los barrios. Entonces era como para mostrar el arsenal”, contó la mujer cuya identidad fue reservada.
Los medios locales son los primeros en registrar esos hechos violentos, pero muchos de ellos no son replicados o conocidos por otras emisoras o portales de otras zonas del país. De hecho, los habitantes se enteran de buena parte de lo que pasa a diario a través de redes sociales, fuente primaria de información para muchos en el distrito.
“Salían por los estados de WhatsApp. Como Buenaventura es un pueblito muchas cosas se saben por los estados de WhatsApp, entonces ahí se publicaban las armas...”.
El empuje cultural en medio del conflicto en El Ruiz
A 15 minutos del centro en vehículo está este barrio ubicado en la comuna 12, la más grande que tiene el distrito. Sobre el mediodía, el calor no sería insoportable de no ser porque genera malos olores por falta de un sistema de alcantarillado. Las aguas negras corren por varias calles del sector, generando enfermedades respiratorias en niños y ancianos. Pero esos problemas agudizan cuando llueve, según dijo Joanny Riascos, presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC).
“Hemos entendido que hay instituciones del Gobierno que también generan violencia cuando nos vulneran derechos sociales y esas necesidades básicas que son insatisfechas a nivel general”, mencionó la vocera en un encuentro con representantes de la Unión Europea en Colombia, entre ellos su embajador Gilles Bertrand. El organismo, según lo indicado a este medio, viajó hasta el distrito para analizar el estado actual del proceso de paz urbano, conocer la situación de las comunidades étnicas y ratificar, con base en ello, su apoyo humano y financiero a proyectos de construcción de paz y obras en la región.
Mientras esos apoyos llegan, desde la JAC lideran proyectos culturales y deportivos. El problema es que, o las obras están detenidas o fueron hechas a medias. Con eso y todo, los niños siguen aprendiendo danza en la casa de la cultura con el piso sin baldosas y las paredes verdes por el moho. En ese barrio no solo se habla de la violencia, sino de estrategias para que los niños no sean arrebatados por ella.
Uno de los encargados de esta labor es Arley Valencia Arboleda, gestor cultural y deportivo y representante legal de la fundación Futuro Porteño, que alberga a 150 niños, niñas y adolescentes no solo de El Ruiz sino de barrios cercanos, como Las Palmas.
“Tenemos como estrategia el folclor y el deporte para llegarle a los niños en cuanto a lo social, para que ellos miren qué horizontes deben escoger (...) Dictamos capacitaciones de proyectos de vida y comunicación asertiva, deberes y derechos para que los niños, desde cierta edad, aprendan a entender qué ruta deben coger”, explicó el líder.
Las dinámicas urbanas y rurales de Shottas y Espartanos
Los reclamos de las comunidades negras e indígenas del distrito sobre el actuar delictivo de integrantes de estos dos grupos en medio de la tregua no son nuevos. Tras la firma del Acuerdo Final de Paz con las extintas Farc, los territorios que antes ocupaba esa guerrilla pasaron a ser disputados por otros actores ilegales. Según integrantes de pueblos indígenas de la zona rural de Buenaventura hay seis grupos armados en esa zona, entre ellos el ELN, disidencias y los mismos Espartanos y Shottas.
Las alertas tempranas, los constantes llamados y los reiterados mensajes a los gobiernos local y nacional no son suficientes, según lo manifestado ante la UE. Manifestaron incluso que algunos grupos toman la política de Paz Total “como deporte” para seguir delinquiendo y atacando a indígenas y comunidades negras en la zona rural del distrito. Sumado a eso, denunciaron que, como forma de evadir la tregua en el área urbana, integrantes de las dos estructuras protagonistas del laboratorio de paz huyeron hacia el campo para continuar con sus delitos y acciones violentas.
“En este momento está muy compleja la situación, y si en el casco urbano está así y hay inseguridad, entonces en la zona rural debería ser peor. Las comunidades están es confinadas y eso viene desde hace rato, no solo ahora”, manifestó un habitante indígena de la Buenaventura rural.
A las versiones sobre presencias de varios grupos ilegales en el distrito, se sumó la hipótesis de la presencia de carteles mexicanos y el Tren de Aragua. Consultados por este medio, monseñor Rubén Darío Jaramillo y la misma Unión Europea desconocen este supuesto. “Yo no he escuchado nada de trenes de Aragua. Hay gente que se quiere meter acá al territorio, todos quieren meterse porque Buenaventura es clave, hay intereses. ¿Pero que ellos estén aquí? No, solo están los grupos que hay acá”, respondió el obispo.
Ante una eventual instalación de una mesa de diálogo sociojurídica (siendo este el segundo paso del proceso de paz), lo que piden los integrantes de estos grupos es mayor inversión social para los barrios más pobres del distrito, y que les sean otorgados beneficios jurídicos mediante la aprobación de la ley de sometimiento que será presentada nuevamente ante el Congreso.
Pero mientras se cumple tal escenario, tanto las organizaciones sociales, la Iglesia católica, el mismo Gobierno nacional y las comunidades étnicas de Buenaventura continúan creyendo en la paz a pesar de dinámicas como la extorsión, el control y registro de los habitantes de diferentes zonas, los toques de queda (en el centro después de las 6:30 de la tarde la gran mayoría de locales comerciales cierran sus puertas) y las fronteras invisibles. El laboratorio de paz se mantiene ante el riesgo de implosionar.