“Lo primero que hago es: agarro a la niña de 13 años... No es tan fácil preguntarle porque son (sic) 40 días en que no han comido bien ni dormir bien, entonces no he tenido la oportunidad de sacarle información porque de mi parte espero que los niños se recuperen bien”, dijo Manuel Ranoque, padre de los cuatro niños rescatados en Guaviare el viernes 9 de junio y tras 40 días de extensa búsqueda entre las Fuerzas Militares y comunidades indígenas de la Amazonía.
La niña a quien se refirió Ranoque es Lesly Mucutuy, su hijastra mayor que estuvo a cargo de los tres hermanos de nueve, cinco años y 1 año de edad durante más de un mes en la espesa selva que fue recorrida palmo a palmo por más de 150 uniformados del Comando Conjunto de las Fuerzas Especiales y decenas de integrantes de pueblos indígenas.
El propósito de la menor era uno solo: mantener a sus hermanos con vida tanto tiempo como fuera posible o hasta que fueran rescatados. El secreto de la forma en que los cuidó solamente lo sabe ella que, desde muy pequeña, ha aprendido los lenguajes de la madre Selva, la misma a la que las Fuerzas Militares tuvieron que pedir permiso para ingresar a los bosques pantanosos para encontrar a los niños.
Esas enseñanzas fueron las que permitieron a Lesly protegerse a sí misma y a sus hermanos durante más de un mes y contra todo pronóstico. Los primeros días de búsqueda las labores correspondientes a la operación Esperanza (llamada ahora operación Milagro) sufrieron interrupciones por las difíciles condiciones climáticas de la selva. También había el riesgo de que militares sufrieran complicaciones de salud en medio del periplo.
Sin embargo, el coronel Pedro Sánchez, comandante de la unidad de Operaciones Especiales, tenía esperanza en Lesly y en su conocimiento de la madre Selva. Y así fue: la lectura de los árboles y los rayos de luz del sol, la capacidad para sentir los caminos menos farragosos y saber qué comer y qué no en medio de los pantanos.
Rufina Román Sánchez, lideresa de la Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (Opiac), explicó que afuera de la selva, las comunidades mambearon (ritual para ‘sentar la palabra‘) la búsqueda. “En la espiritualidad, los abuelos empiezan a sentir calor de que estaban vivos y se empieza a hacer el trabajo desde la cultura y la espiritualidad. Esta es una muestra de la espiritualidad que manejamos los pueblos indígenas de la Amazonía colombiana y a nivel nacional”, explicó a RTVC.
De paso, la lideresa reveló que el trabajo de las comunidades conectó con los menores, incluyendo Lesly, para otorgarle fuerza mientras continuaban las labores de hallazgo. “Desde sus diferentes formas y expresiones culturales y de conocimiento, los abuelos comienzan a hacer ese trabajo espiritual, a que la madre tierra, los espíritus del territorio y ancestrales cuidaran a estos niños del frío. También se pedía que la mamita, desde el otro plano –falleció en el choque de la avioneta– también estuviera cuidando a los niños y que no los dejara ahí”, agregó en el medio citado.
Al igual que sus mayores uitoto, Lesly es hija de la tierra y la selva que la protegió a ella y a sus hermanos por 40 días. Esa es una de las explicaciones más certeras a la pregunta “¿Cómo sobrevivieron?” entregadas no solo por las comunidades indígenas sino por las Fuerzas Militares.
Sobre la niña también hay que resaltar su heroísmo, ese cliché que se apoderó de titulares tan pronto se supo de su hallazgo y el de sus hermanos. Su fuerza y liderazgo como mujer indígena a cargo de tres menores y el hecho de asimilar al mismo tiempo que su madre había fallecido en el accidente hacen parte del que ahora se considera como el mito que permitió el histórico trabajo conjunto de militares e indígenas.
“Aquí se juntaron dos conocimientos, uno occidental y otro tradicional; pero también dos herramientas de protección, el Ejército y las guardias indígenas para defender la vida que es lo fundamental acá. Ese abrazo entre soldados e indígenas es el que se merece Colombia”, dijo a Noticias Caracol Luis Acosta, coordinador nacional de la guardia indígena que, en medio de la alegría por el rescate, abrazó a un soldado en señal de victoria.