En 1985, cuando apenas tenía 20 años, Fredy Andrade se aventuró a cumplir el sueño americano, que por esa época estaba en auge. De igual manera sucedía con los carteles del narcotráfico en Colombia, principalmente el de Medellín, teniendo como eje central a Pablo Escobar, quien para la época ya era uno de los hombres más buscados del mundo.
La mala fortuna demoró en llegar tres años a la vida de Andrade, pues en 1988 fue capturado en Miami, Estados Unidos, sindicado de asesinar a un agente federal encubierto en medio de un operativo contra el tráfico de drogas. Según Geovany Andrade, hermano del hoy condenado, Fredy había sido contratado para transportar a Félix de la Hoz, un hombre que iba a comprar cuatro kilos de cocaína por 66.000 dólares, sin saber que los esperaba trampa de la Policía.
Geovany Andrade le relató a El Espectador que su hermano salió huyendo en la camioneta, pero otro carro lo persiguió por varias cuadras y sus ocupantes dispararon varias veces. “Él pensó que eran narcotraficantes que iban a matarlo”, afirmó Geovany. El colombiano se estrelló contra un árbol, salió de la camioneta, huyó a pie y se refugió en un canal cercano al lugar, pero hasta allí llegaron los perseguidores, que resultaron siendo policías y lo detuvieron.
“Cuando lo cogieron, le pegaron, le dijeron, usted mató a un señor. Él quedó enredado en una película, él no supo por qué estaba ahí” declaró Bladimir Andrade, otro hermano del colombiano preso, en entrevista con Noticias RCN. Según Bladimir, todo jugaba en contra de Fredy, pues estaba en el momento y lugar equivocado, en un país distinto al suyo, desconcertado por las acusaciones en su contra y sin hablar de manera fluida el idioma.
Al colombiano le asignaron un abogado de oficio, quien dicen sus familiares no tenía mucha disposición de ayudarle a resolver su situación; un agravante del caso fue el estigma que se generó para la época hacia los colombianos, señalados por ser del mismo país de Pablo Escobar, enemigo público de Estados Unidos.
El litigante Milton Hirsch llegó a Colombia y se reunió con los familiares de Andrade, se ganó la confianza de todos y los convenció de que si Fredy se declaraba culpable, el proceso jurídico sería más fácil y lo podrían sacar rápido de la cárcel. “Él le dijo: quiero ayudarlo, necesito que se haga culpable y yo lo salvo de la silla eléctrica y después lo vamos a sacar”, declararon los seres queridos de Andrade.
Sin embargo, la realidad que se escondía detrás de la buena disposición del abogado era otra. Al rencor unificado de los estadounidenses hacia Pablo Escobar se sumaron los intereses religiosos del jurista, quien pertenecía a la comunidad judía del país norteamericano, misma religión del policía asesinado.
La condescendencia judía entre sus practicantes hicieron que el abogado se enfocara en trancar el proceso, reseña RCN; esos factores y las inconsistencias en el proceso que omitió la justicia de Estados Unidos hundieron a Fredy Andrade, quien sin saber había accedido por voluntad propia al martirio más grande de su vida cuando se declaró culpable.
Bladimir Andrade asegura que la encrucijada contra su hermano se dio para encubrir a un policía corrupto que asesinó a su compañero en el operativo y que Fredy fue el chivo expiatorio para encubrir el fuego amigo en la Policía de Miami.
Los medios estadounidenses le dieron el beneficio de la duda al colombiano, investigaron lo sucedido y revelaron las inconsistencias del caso. RCN tuvo acceso al informe de balística del homicidio, el cual estableció que el arma asesina encontrada en el lugar de los hechos, con la que incriminaron a Fredy Andrade, no tenía las huellas del colombiano; sin embargo, la justicia omitió esa información al momento de dictar la condena.
“Hirsch sabía que Freddy no fue el autor de esa muerte y que tampoco disparó el arma, y a pesar de eso siempre lo consideró culpable”, relató Geovanny Andrade. Al colombiano lo sentenciaron a siete cadenas perpetuas por un crimen que no cometió, lo que causó el suicidio de uno de sus hermanos y desencadenó la muerte de su padre por la pena.
35 años después, Fredy Andrade cumple su pena en una cárcel de los Estados Unidos y sus seres queridos le piden a la justicia de ese país que reevalúe el caso para que se pueda demostrar su inocencia y quede libre, pues con 59 años ha pasado más de la mitad de su vida preso.