“Las marchas están para llamar atención, una marcha es una amenaza y una seducción al mismo tiempo”, Felipe Caro

Con motivo de los 40 años de la primera Marcha del Orgullo en Colombia, Infobae habló con el investigador sobre la reorganización de las reivindicaciones de las personas LGBTIQ+ en el país, las coyunturas en este proceso y las críticas sobre las actuales marchas del orgullo

El texto se divide en dos partes, esta entrega se concentra en los retos que enfrenta actualmente el movimiento social en el país, el rol de las marchas y la “crisis” que enfrenta desde el 2016. Infobae.

Felipe Caro Romero es historiador de la Universidad Nacional de Colombia, maestro en Historia de la Universidad de los Andes y actualmente desarrolla su Doctorado en Historia Latinoamericana en la Katholische Universitätt Eichstätt-Ingolstadt de Alemania, financiado por el Servicio Académico de Intercambio Académico (Daad). Es uno de los referentes académicos sobre la historia de los movimientos sociales, concretamente en el campo de las disidencias sexuales y de género.

El historiador explicó para Infobae Colombia que el 2016 marcó un antes y un después en los procesos sociales en el país. Como consecuencia de las marchas contra la “ideología de género” convocadas por algunos sectores de la sociedad, que estaban en contra de la inclusión de contenidos sobre diversidad sexual en los manuales para las clases de educación sexual en los colegios. Explicó que este momento generó una ruptura en la confianza en el Estado colombiano.

El texto original se dividió en dos partes, esta entrega se centra en los debates actuales del movimiento, las discusiones alrededor de las marchas del orgullo en el país y la “crisis” en la agenda del movimiento social. Puede leer la otra parte de la entrevista en este enlace.

¿Cuál es la consecuencia de entender los logros del movimiento en función de la adquisición de derechos?

A mí me gusta usar el ejemplo de Walter Benjamin y el Ángel de la Historia. Es un error pensar que la historia de un Movimiento Social o de cualquier cambio social, es una escalera que va de logro en logro, siempre hacia un mejor futuro. La lucha contra el hetero-estado es la lucha contra el patriarcado, hasta que no se desarme esa estructura, la fragilidad de los cambios de las conquistas está ahí.

Solo hay que mirar el caso de Estados Unidos, en el 2010 se veía como la panacea de los derechos LGBTI, el país más progresista, ahora prohibieron las marchas del orgullo, en Florida no va a haber por la oleada de leyes antitrans, antidrag y antilgbt. Esto demuestra que la confianza que hay en esas conquistas es una trampa, porque si no hay un cambio de base, una transformación social concreta, pues no va a importar lo que se apruebe.

En los Estados Unidos, algunos estados han generado leyes en contra de los shows de Drag Queens y difusión de contenidos sobre la diversidad sexual y de género. Emily Elconin/REUTERS.

No obstante, Colombia se precia de ser uno de los países a nivel internacional con mejores garantías para las personas LGBTIQ+...

Eso es lo que la investigadora Julieta Lemetre llama el “Legalismo mágico colombiano”, esta idea de que en el papel Colombia es un país espectacular, pero a la gente la siguen matando. Un ejemplo muy claro son las cifras de asesinatos LGBT en Colombia, desde el 2014 hasta el 2020 se han mantenido exactamente igual, entre las 100 personas por año, y sabemos que hay subregistro. Eso significa que ni las políticas, ni el matrimonio igualitario, ni la visibilidad (esta idea de la representación) han impactado en los asesinatos de las personas.

Entonces hay algo mucho más profundo que no se soluciona con esta idea superficial de cambiar todo con leyes, a eso habría que sumarle una crítica clasista, ¿quiénes son las personas que se casan en las notarías?, y ¿quiénes sufren la homofobia de forma cotidiana? Durante la pandemia, ¿quienes sufrieron de forma más severa el confinamiento? Pues claro, las personas trans trabajadoras sexuales y quienes vivían en la calle.

Los logros tienen que ser “problematizados”, yo creo que eso es sano. Pero también mucha gente del movimiento LGBTIQ+ se está empezando a dar cuenta que la idea del progreso es un engaño. Es muy peligroso que en Colombia se esté construyendo una idea oficial de movimiento que confía en el progreso, esto permite que se baje la guardia y hay cambios que en cualquier momento pueden revertirse. En cualquier instante hay un cambio de Gobierno y se pierde todo lo que se ha conquistado.

¿Qué espacios o posibilidades le quedan al movimiento para afrontar esa crisis? ¿Cómo se deben entender los avances en la jurisprudencia?

Yo sé que cualquier cambio es muy valioso, la descriminalización de la homosexualidad y la despatologización de las personas trans es algo muy importante, pero una cosa es esto y otra la confianza total y absoluta en las instituciones. Que han probado no ser honestas con las disidencias sexuales y de género o que pueden cambiar en cualquier momento.

A mí esto de cambiar la dirección de la marcha, me molesta y sé que existe una crítica sobre quienes marchan en el centro y por esto existe la Marcha del Sur, la Contramarcha y la Marcha Crítica. Pero la idea de llegar al Centro de Bogotá, a la Plaza de Bolívar, busca interpelar a los poderes. Por eso es el lugar donde los movimientos sociales llegan, porque es donde se incomoda, el sitio donde se concentra el poder en un país tan centralista como Colombia.

Un poco justificación del cambio en la marcha es que es incómodo por la séptima, la marcha tiene que incomodar, las marchas tienen que hacer pensar a la gente y cuestionarse ¿Qué pasa? De por sí, las marchas domingueras ya me parecen terribles, claro, existen otros argumentos, pero se entrega un poco la capacidad de disrupción. Las marchas están para llamar atención, una marcha es una amenaza y una seducción al mismo tiempo. Abandonar estos sitios de gran tránsito, sacrifica algo y a mí sí, la verdad no me gustó.

En el 2023 la marcha iniciará en el Concejo de Bogotá (Calle 36 # 28 A 41) bajará por la calle 26 hasta la carrera 60. De ahí se tomará la rotonda de 63 y terminará en el Parque Simón Bolívar. Archivo. REUTERS/John Vizcaino

¿Cómo entender estos cambios en las marchas de Bogotá? ¿Cómo leer la articulación del movimiento con otros sectores de la sociedad?

Existe una crítica, por supuesto, que es distinta en grandes ciudades como Bogotá, Medellín o Barranquilla, frente a los pequeños corregimientos donde también se marcha. En el país se realizan como 40 marchas del orgullo desde el 2010, más o menos, tanto en capitales como en pequeñas ciudades e incluso en pueblos. La participación o asociación con empresas y con partidos políticos varía mucho.

En el caso de Bogotá, a pesar de lo que puede decir la Mesa LGBT los sectores políticos y sectores económicos están presentes con grandes carrozas. Ya no estamos en los 80 donde los bares se convirtieron en lugares fundamentales de organización política, ahora lo que les interesa es otra cosa y podemos tener una crítica muy fuerte a lugares como Theatron, que han probado ser espacios profundamente transfóbicos y clasistas.

Yo sí me distancio un poco de esa lectura muy sencilla, que incluso se ve en un reciente comunicado que sacaron diciendo que se apartan de las pretensiones políticas, que no va a haber política en la tarima. Es una visión peligrosa considerar al movimiento como algo meramente técnico, como algo no ideológico. Un discurso que se orienta solamente en avanzar en los derechos sin ideología “No somos ni de derecha ni de izquierda, somos LGBTI”, esa es la posición a la que tienden algunas organizaciones, en este caso algunas mesas.

A mí me parece peligroso porque no solo es negación frente a algo que ya sucede, como la participación de sectores políticos, es decir, las marchas LGBT en Bogotá funcionan porque hay un involucramiento directo de la Alcaldía, que son elegidas cada cierto tiempo por sus agendas políticas, no es inocente. Hay que sospechar, sobre todo cuando pasan cosas como la alteración de la ruta.

Ahora, es un poco difícil luchar contra el uso y desuso de lo LGBT por parte de intereses particulares, van a salir los partidos políticos, van a salir los políticos que se reclaman como voceros del movimiento, van a salir las empresas que reparten sus productos.

Esto pasa y hay que estar muy pendientes, por eso surgen proyectos como las contramarchas o los orgullos críticos. Algo que no solo pasa en Bogotá, pasa en Medellín o en Cartagena, pero también en América Latina y en Europa. Lo que está pasando es que muchos quieren sacar a las empresas y a ciertos sectores políticos de las marchas, porque claramente no les interesa el movimiento, sino que es un “uso y desuso”, esto pasa en Bogotá aunque muchos no lo quieran ver.

Comunicado de la Mesa LGBT de Bogotá sobre la organización de la marcha del 2023. mesalgbtdebogota2023/Instagram.

¿Cuál considera que es el “gran” hito de la historia del Movimiento LGBTIQ+ en el país?

La primera marcha sin duda fue un momento importante, aunque siendo honesto hasta el año pasado la gente no sabía exactamente cuándo fue y la fecha estaba en discusión, entre 1982 y 1983. Encontré fuentes que mostraban que era el 83, se los mandé a ellos. Uno como historiador puede decir que la marcha fue importante, pero si la mayoría de la gente no tiene claro cuando fue, pues no fue importante.

Para muchas personas el gran momento fue el primer beso lésbico en la televisión, que fue entre Margarita Rosa De Francisco y Amparo Grisales, por allá en el ochenta y pico para una novela. Esto se comentó muchísimo. Pero si lo vemos a la luz de hoy, un beso lésbico está para la mirada del placer masculino, hipersexualizando a las personas.

Está la aprobación del matrimonio igualitario, y tienes el argumento de Jordi Diez, un sociólogo con un gran trabajo de investigación, donde establece que entre más se casan las personas LGB, pues la aceptación por el resto de la sociedad sube ligeramente.

Pero yo creo que una de las fracturas más importantes del movimiento es el caso de Sergio Urrego en el 2014, porque rompió la ilusión del progreso y develó que el país es profundamente homofóbico. El hecho llamó la atención de un problema latente que no ha sido resuelto todavía, muestra una raíz profunda que es esa justificación que usan los sectores reaccionarios: Las infancias y la educación, condensado en esta frase de “con mis hijos no te metas”.

La gente (al interior del movimiento) habla de muchas cosas, para algunos lo más importante son las elecciones de los primeros políticos LGBT, como Claudia López u otros senadores. Ahora si lo vemos en un sentido más histórico, sin duda sería la primera marcha.

Desde el 2015 la Fundación Sergio Urrego trabaja por la prevención de la discriminación escolar en todos los ámbitos educativos, así como prevenir el suicidio motivado por la discriminación a niños, niñas y adolescentes y jóvenes.

¿Hay algo más que considere relevante anotar?

La desconfianza en estos relatos. Me gustaría enfatizar un poco en desconfiar del progreso que tiene el movimiento, porque lo deja muy desprotegido frente a la arremetida que está teniendo la derecha a nivel global. Sobre la idea que existe en las instituciones de “el Estado me cuida”, “el Estado me protege”.

Si hay algo que siempre ha existido en el Movimiento LGBT es una relación muy bonita de solidaridad. Esto es más valioso ahora, durante el mes del orgullo, cuando todos empiezan a sacar su bandera arcoíris... Hay que desconfiar de las empresas y los políticos, porque el orgullo es una oportunidad para aproximarnos críticamente a la situación en la que estamos y darnos cuenta de que aún falta mucho por solucionar. Yo dudo mucho de estas medidas pequeñas, estos gestos vacíos de izar una bandera en las alcaldías. Es en actos concretos donde se ve la voluntad de transformación.