Aunque algunos expertos de la Universidad Nacional (UNAL) reconocen que la tala extensiva en la Amazonia colombiana ha disminuido, señalan que esta reducción no obedece a una solución real de dificultades como la ganadería extensiva, la minería o la falta de regulación del uso desmedido de la tierra, sino que se da en el marco de un acuerdo temporal entre el Gobierno y los grupos armados que controlan la zona, que si rompe volvería a agudizar las cifras de deforestación.
De acuerdo con Olga Chaparro Africano, doctora en Estudios Amazónicos de la UNAL, mantener ganadería en esta región no es lo más apropiado: “En la Amazonía tener vacas parece ser más una estrategia de tenencia de tierra que realmente de ganadería”; así se ha evidenciado en recorridos por el sur de la región, en donde “no hay una cultura ganadera sino que los animales están allí sin mucha función, y de hecho sufriendo, puesto que las vacas son vulnerables a hongos, bacterias y otros microorganismos de la zona”.
“Además de la ganadería, es preocupante ver la contaminación por mercurio, plomo o cadmio provocada la minería de oro y coltán, actividad potenciada por el bajo precio de la coca”, señaló la académica, quien agregó que esta problema afecta directamente a las comunidades indígenas, campesinas y demás que habitan el territorio, y que por los daños ambientales están desabastecidos de alimentos.
Siguiendo la discusión, el biólogo Emilio Rodríguez, investigador de la Fundación para la Conversación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), señala que “para solventar esta problemática de la deforestación se necesita de una transformación cultural y social real en la distribución y el aprovechamiento de tierras en el país, que en la Amazonía tiene grandes vacíos, además de un fortalecer la legitimidad del Estado, que hoy no hace presencia importante en el territorio”.
“Algunas voces argumentan que el indicador más importante es que haya un funcionario de Parques Naturales por cada 15.000 hectáreas, cuando el verdadero indicador debería ser la capacidad de trabajo por la gobernanza y gestión de los territorios desde la visión y las necesidades de la gente”, agregó Rodríguez.
“Aunque en el último año se ha disminuido la deforestación por pactos con los grupos al margen de la ley para mitigar la problemática, esto no es algo estable, y si el Gobierno no se toma en serio a la Amazonia y las causas de su deforestación, todo va a volver con más fuerza”, indicó el biólogo de la UNAL.
En la voz del Gobierno estuvo Natasha Garzón, profesional de la Dirección de Bosques, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del Ministerio de Ambiente, quien señala que “se está buscando la forma de poner en el centro a las comunidades que habitan la región y que han sido invisibilizadas a lo largo de los años, pero se requiere de un mejor plan de ordenamiento territorial, que sea riguroso y trate las necesidades del ecosistema”.
“En el país hay 44 núcleos activos de deforestación, 28 de los cuales están en la Amazonía, con presencia importante en Caquetá, Putumayo y Leticia, entre otras regiones, lo que quiere decir que la situación es grave y ha avanzado rápidamente, por lo que es urgente buscar soluciones”, asegura.
Agrega que “en cuanto al problema de la ganadería, en algunos lugares hay más vacas que gente, lo cual representa un problema económico por la sustitución de esta actividad productiva, puesto que en promedio, se necesitarían 20 millones por hectárea para lograr que se puedan reemplazar, por ejemplo, con sistemas silvopastoriles (integración de bosques, manejo del suelo, y pastoreo de animales), que son más funcionales para el medioambiente”.
La discusión formó parte del foro Acciones contra la deforestación en la Amazonía colombiana: ¿cómo influyen en la seguridad alimentaria y quienes están tras estos esfuerzos?, organizado por el Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad y cuyas conclusiones fueron publicadas por Unimedios.
La situación en Brasil
Por el lado de la Amazonía brasilera, una investigación basada en datos realizada por la Oficina de Periodismo Investigativo (TBIJ), The Guardian, Repórter Brasil y Forbidden Stories muestra una pérdida forestal sistemática y extensa relacionada con la ganadería en ese país.
De acuerdo con el estudio publicado por el periódico británico, se han talado más de 800 millones de árboles en la selva amazónica brasilera en solo seis años para satisfacer el apetito mundial por la carne de res, a pesar de las terribles advertencias sobre la importancia del bosque en la lucha contra la crisis climática.
La industria de la carne de res en Brasil se ha comprometido constantemente a evitar las granjas vinculadas a la deforestación. Sin embargo, los datos sugieren que 1,7 millones de hectáreas (4,2 millones de acres) de la Amazonía fueron destruidas cerca de las plantas de carne que exportan carne de res a todo el mundo.
Precisamente los mandatarios de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y de Colombia, Gustavo Petro, conversaron el último día de mayo en Brasilia sobre la necesidad de adoptar esfuerzos conjuntos para proteger esta región del mundo y combatir los crímenes ambientales en la mayor selva tropical del mundo.
“Los presidentes conversaron sobre la necesidad de avanzar en esfuerzos conjuntos contra los crímenes ambientales y contra el crimen organizado en la región, lo que incluye combatir a los madereros, los mineros ilegales, los invasores de tierras y los narcotraficantes”, informó la Presidencia brasileña en un comunicado.
“Ambos coincidieron en que cuidar la selva es cuidar de los colombianos y de los brasileños que viven en la región y discutieron medidas necesarias para fortalecer la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, que tiene sede en la capital brasilera”, según se informó.