Murió Orlando Pelayo, el hombre que planeó el secuestro y asesinato de su hijo en Chía en 2008

El fallecimiento de Pelayo se dio en el hospital Rosario Pumarejo López, de Valledupar, en donde, desde el 10 de abril se encontraba internado en la Unidad de Cuidados Intensivos

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El hombre pagó, según las autoridades, 500.000 pesos a sus cómplices para secuestrar a su hijo Luis Santiago. El bebé aparecería muerto en septiembre de 2008. Colprensa.
El hombre pagó, según las autoridades, 500.000 pesos a sus cómplices para secuestrar a su hijo Luis Santiago. El bebé aparecería muerto en septiembre de 2008. Colprensa.

El 21 de abril, el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario confirmó la muerte de Orlando Pelayo, que cumplía una condena en la cárcel Tramacúa de Valledupar por el secuestro y asesinato de su hijo Luis Santiago, un bebé de 11 meses, en 2008. El fallecimiento de Pelayo se dio en el hospital Rosario Pumarejo López, de Valledupar, en donde, desde el 10 de abril se encontraba internado en la Unidad de Cuidados Intensivos.

“La verdad me deja sin palabras porque es un sentimiento de frustración, de rabia y tristeza, porque se fue con la verdad en la boca, o sea, él nunca quiso decir la verdad”, dijo Ivonne Lozano, madre de Luis Santiago, al enterarse de la noticia de la muerte de Pelayo, según la citan en El Tiempo.

La mujer también dijo que por más malo que haya sido Pelayo en vida, es un dolor para la familia: “Que Dios lo juzgue. Yo lo único que puedo decir es que lo siento por la familia, porque pues, igual, familia es familia, y por más malo que haya sido el tipo, es un dolor para la familia”.

Pelayo pagaba una condena de 58 años y 9 meses en el pabellón de alta seguridad de la cárcel Tramacúa de Valledupar. En el mismo pabellón están presos peligrosos asesinos como Rafael Uribe Noguera, Luis Alfredo Garavito y Javier Velasco, el asesino de Rosa Elvira Cely. Los cómplices de Pelayo en el secuestro y asesinato de Luis Santiago, Orlando Ovalle y Marta Garzón, fueron sentenciados a 27 años de prisión por el secuestro agravado del menor.

El secuestro y asesinato de Luis Santiago

El 25 de septiembre de 2008, por la noche, sujetos encapuchados entraron a la casa en donde Ivonne Lozano y el pequeño Luis Santiago vivían. Los hombres atacaron a la mujer y se llevaron al bebé. La tragedia de Lozano y de Luis Santiago apenas comenzaba. Al conocerse del secuestro del bebé de 11 meses, la Policía Nacional desplegó un operativo, en Chía y en el departamento de Cundinamarca, para encontrarlo.

“Dejaron totalmente bloqueadas las salidas, pero logré abrir una especie de puerta falsa que daba salida a un callejón de la entrada de la finca. Empecé a emitir sonidos aún con la boca amordazada, buscando ayuda. Desesperada, solo pensaba: en manos de qué monstruos cayó mi hijo”, le contó Lozano a El Tiempo en su momento.

En los medios, tanto Lozano como Pelayo pedían la ayuda de los colombianos y de las autoridades para dar con el paradero de Luis Santiago. El niño aparecería muerto el 26 de septiembre de 2008. La causa de la muerte: asfixia. Los cómplices de Pelayo, Ovalle y Garzón, lo delataron poco después de que fue encontrado el cuerpo del bebé, y confesaron que después de secuestrar a Luis Santiago, Pelayo los guío hacia una zona boscosa, a dos horas de Bogotá, en donde abandonaron al niño, que había muerto en el trayecto.

El 28 de septiembre, las autoridades capturaron a Pelayo, que ante los medios de comunicación explicó que había planeado el secuestro de Luis Santiago, pues no aguantaba más chantajes de Lozano, y para evitar una posible demanda por inasistencia alimentaria. Pelayo le habría pagado a Ovalle y a Garzón 500.000 pesos por secuestrar a su hijo.

“No aguantaba ese hostigamiento y chantaje. Prácticamente, me tocaba estar con ellos (Luis Santiago y la mamá del niño) día y noche y la presión de que mi esposa no se fuera a enterar me tenía desesperado”, dijo Pelayo a La Fm.

En 2020 la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema ratificó la condena de 58 años y nueve meses de prisión en contra de Orlando Pelayo, al desestimar los alegados de la defensa que argumentaban que el hombre había confesado bajo presión y tortura.

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