La Semana Santa se convierte en el periodo perfecto para congregarse, esto, en lo que concierne a los creyentes del catolicismo. Con el fin de respetar este periodo de tiempo, surgen algunos mitos o leyendas que pretenden advertir sobre las “consecuencias” de salir a fiestas u otras actividades de ocio, tal como lo contaban muchos habitantes de Cali y el Valle del Cauca hace algunos años, quienes aseguran que supuestamente el diablo se apareció en una discoteca de la Sucursal del Cielo en pleno Jueves Santo.
Es común en el Valle del Cauca tomar el “algo” o las “onces” en las horas de la tarde, un pandebono con café suelen ser la combinación perfecta para una charla en familia, o simplemente, tomarse un champús, preparación tradicional de esta región que, en su mayoría, es preparado por las abuelas para Semana Santa.
Mientras la familia se reúne para degustar de dichas tradicionales comidas, surgen diferentes historias de antaño que buscan rememorar importantes momentos. En las calles de Cali aún hace eco la historia del día en que el diablo se apareció en Juanchito; incluso, esta leyenda hace parte de las tertulias acompañadas de las mencionadas “onces”, la cual es escuchada por los más pequeños mientras los abuelos relatan a detalle lo que supuestamente sucedió.
La fantástica historia de remonta supuestamente a los años noventa, esto, en los tiempos en donde en cada esquina de la capital del Valle se escuchaba salsa, en donde los abuelos caminaban con boina, donde aún dominaban los “cocacolos”, personajes que vestían de paño con zapatos de charol y que, hoy, son referencia para la persona que se viste elegante en el departamento.
En aquel tiempo Cali empezó a conocerse como la Capital Mundial de la Salsa, pues en el sector de Juanchito era común ver en los ochenta a Héctor Lavoe, Ruben Blades, Willie Colón, grupos de como los Hermanos Lebrón, el Gran Combo de Puerto Rico, entre otros, estos personajes hacían parte del folklore de una ciudad que mantenía en fiesta continúa, siendo Juanchito, el epicentro de esta.
Para un Jueves Santo de la mencionada época, muchas discotecas cerraron y aplazaron la rumba, teniendo en cuenta que la Semana Santa estaba en curso, no obstante, uno de estos lugares de esparcimiento continuó con sus actividades, y aunque el temor de bailar o no respetar la Semana Mayor era constante, algunos osados se alistaron para ir a “azotar baldosa” (bailar) en Juanchito.
La fiesta empezó en una de estas discotecas, quizá se presume que era una de las pocas que estaban abiertas en esta zona entre Cali y Candelaria. Mientras todos bailaban al ritmo de la clave, las congas y los timbales, la noche se paralizó con la entrada de un particular personaje; un hombre alto, elegante, portentoso, bien peinado y, sobre todo, apuesto, todos esos detalles llamaron la atención de las damas, mientras que algunos hombres miraban con algo de envidia.
El elegante caballero avanzó por la pista y fijó su mirada sobre una joven esbelta; pues con su cabello brillante, ojos expresivos y figura dominante, era el centro de atención de la fiesta. Sin mediar palabra, el sujeto se acercó y la invitó a bailar, claramente, ella accedió y concedió la pieza; sin embargo, llamó su atención la petición del hombre, que le pidió que no mirara al suelo, simplemente se concentrara en disfrutar la melodía.
Avanzaba la noche y esta pareja danzaba a su placer; no obstante, la fémina recordó el pedido del hombre y fue tentada por la curiosidad, pues sin mediar palabra miró hacia el suelo y se topó con una imagen escalofriante, al darse cuenta que su compañero no tenía pies, pues estaba sostenido sobre un par de cascos de cabra, pezuñas de gran proporción que brillaban con el pasar de las luces.
Luego de haber presenciado dicha imagen, la mujer se desvaneció en la mitad de la pista tras un estruendoso grito y el olor a azufre se apoderó del lugar, mientras todos los presentes corrían desconcertados. Según relatan, la sorprendida joven se habría escapado de su casa, pues sus padres no le habían permitido salir de fiesta, pues estaban en plena Semana Santa.
Esta historia es contada por muchos, asegurando que son situaciones que pueden suceder si no se cumple con el respeto hacia la Semana Mayor; no obstante, hace parte de un mito más que ronda en el país y claramente suelen ser relatos fantásticos.