Colombia no olvida la tragedia de Armero, uno de los eventos más dolorosos en la historia del país. Una catástrofe que pudo evitarse y un fenómeno natural que demostró la fragilidad de la especie humana; en este caso, en un municipio de Tolima que fue dejado a su suerte.
Desde 1984 —un año antes de la avalancha— expertos, escaladores y políticos alertaron sobre las alteraciones que se venían presentando en el nevado. Los campesinos fueron testigos de las primeras señales de una tragedia que la misma naturaleza se encargó de anunciar, que advirtió y el Gobierno no escuchó.
Las grandes concentraciones de azufre cobraron la vida de cientos de peces que circulaban por los afluentes aledaños al municipio. El fuego también fue protagonista y quemó cientos de hectáreas, producto de los incendios forestales que se presentaron durante los meses anteriores al evento final.
Entre explosiones, lluvias, y erupciones de gases y de vapor; el Nevado del Ruiz se fue preparando para manifestarse con ímpetu ante una población que no logró defenderse. Estos eventos provocaron una avalancha de tamaño monumental que literalmente arrasó con el pueblo de Armero.
El 13 de noviembre de 1985, Colombia vivió uno de los eventos más tristes de su historia, y lo hizo ante la impotencia de haber podido evitarlo.
Eran las 4:00 p. m. y la ceniza comenzó a caer sobre el municipio, este fenómeno se prolongó durante más de dos horas, antes de que la lluvia entrara en acción. La Cruz Roja —desconociendo la magnitud del problema— intentó alertar a los habitantes de Armero, Honda y Mariquita para que evacuaran sus viviendas, pero ya era tarde, el volcán explotó.
A las 9:29 p. m. el 2% de la corona de hielo del Nevado se desprendió, la erupción del volcán había iniciado y no existía ningún método para escapar de esta tragedia, pues solo bastó con un par de minutos para que la acumulación de agua, provocada por el hielo derretido, inundara 210 mil hectáreas.
Los ríos Lagunilla, Chinchiná, Gualí y Azufrado se desbordaron, la inmensa acumulación de lodo, rocas y árboles generaron una avalancha que viajó a más de 80 kilómetros por hora y afectó a los municipios de Anzoátegui, Fresno, Chinchiná, Palestina, Villamaría, Falan, Casabianca, Herveo, Líbano, Murillo, Villahermosa, Ambalema, Honda, Lérida, Mariquita, Cambao, Guarinocito, Guayabal, Santuario, Santa Isabel y acabó con Armero.
25.000 personas perdieron la vida tras quedar sepultadas por más de 350 millones de metros cúbicos de lodo y piedras. Los diarios titularon: “De Armero solo quedó el cementerio”, y no era ficción.
37 años después, Colombia quiere evitar que la historia se repita. Los expertos anunciaron que los movimientos telúricos y eventos que el volcán no registraba desde noviembre de 1985 representan un riesgo para miles de vidas, y con la experiencia adquirida, la misión es evitar una tragedia de esa magnitud.
Pueden pasar días o inclusive semanas, pero esta vez, con tiempo, se prepara la evacuación de los municipios que presentan un mayor riesgo frente a una eventual erupción. Las autoridades administrativas decretaron la alerta naranja, la Gobernación de Tolima, la alerta roja hospitalaria y los organismos de socorro se preparan para atender cualquier suceso extraordinario que se presente.
57 mil personas de 22 municipios serían evacuadas, las actividades cotidianas fueron suspendidas y más de seis departamentos estarán en alerta durante las próximas horas. Colombia no quiere volver a ver la imagen de una niña entre agua, lodo y escombros, y sentirse impotente por no poder salvarle la vida.
El Gobierno nacional, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, las administraciones locales y todas las autoridades, se mantienen alerta frente a cualquier evento que proceda ante el fracturamiento de roca dentro del volcán, que podría arrasar —en esta ocasión— con la infraestructura, pero no con la vida.