Elizabeth tiene 29 años. A los 14 le llegó su primera menstruación y, desde casi el mismo tiempo, ha vivido en las calles de Bogotá. En sus propias palabras cuenta “que le ha tocado muy duro”; las malas compañías y las drogas la llevaron a vivir en zonas como la llamada ‘L’ o el ‘Bronx’, sector que durante años fue considerado como uno de los más peligrosos de la ciudad porque la violencia, el narcotráfico y la inseguridad convivían en un mismo lugar.
Ella trae a colación parte de su historia para contar como, en ese entonces, cuando “andaba sucia” y a veces “no tenía ni 500 pesos”, recolectaba trapos para poder absorber la sangre que, muy puntualmente cada mes, emanaba de su cuerpo.
“Cuando a uno le llegaba y estaba en la calle y uno no tenía toallitas, uno buscaba trapitos y se los ponía. Yo no tenía donde bañarme así que los botaba y me ponía otros”, rememora.
La situación de Elizabeth no es diferente a la de muchas otras mujeres del país. Según la encuesta de Pulso Social del Dane, a corte de noviembre de 2022, el 11,9% de las mujeres manifestó tener dificultades económicas para adquirir productos menstruales.
Telas o trapos, ropa vieja, calcetines, papel higiénico, papel y hasta servilletas, son algunos de los elementos que usaron un 5% de las mujeres encuestadas para absorber sus fluidos menstruales.
En el caso de los ciudadanos útero-portantes en condición de habitabilidad de calle, teniendo presente que también tienen un ciclo menstrual las personas no binarias y los hombres trans, la experiencia menstrual no solo se vive de manera diferente, también lo es su caracterización, que es prácticamente inexistente.
Aunque en el censo de 2021 del Dane sobre la población habitante de calle en Colombia se determinó que en el país hay 6.248 ciudadanos en esa condición, de los cuales, el 87,6% eran hombres y el 12,4% mujeres, en el informe no se segrega cuántos de ellos menstrúan y si tienen acceso o no a elementos de absorción.
En Bogotá, por ejemplo, mientras que los datos del censo 2017 de la entidad arrojaron que en la ciudad hay 9.538 habitantes de calle (8.477 hombres y 1.061 mujeres), la Secretaría de Integración Social estima que, a cierre de 2022, prestaron 15.000 atenciones (de diversos tipos) a esta población, siendo la atención menstrual un dato del que no tienen registros puntuales.
La situación es calificada por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa, por sus siglas en inglés) como ‘pobreza menstrual’. El término hace referencia a la lucha que deben enfrentar las personas menstruantes de escasos recursos económicos por adquirir suministros para el período, como toallas, analgésicos y ropa interior.
“La pobreza del periodo no es sólo una cuestión económica, sino también social y política. A manera de ejemplo, algunos defensores han reclamado que se eximan del pago de impuestos los productos relacionados con la menstruación. Esos esfuerzos han dado lugar en la India a la eliminación del impuesto a las toallas sanitarias y los tampones”, señala la organización de derechos humanos.
Menstruando como habitante de calle
El organismo de las Naciones Unidas, especializado en la salud sexual y reproductiva, subraya que las personas menstruantes que viven en extrema pobreza o situaciones de crisis humanitarias son más vulnerables a ver afectada su salud y su sentido de la dignidad al no tener acceso a elementos básicos como suministros de higiene menstrual, espacios para bañarse periódicamente, entre otros.
De acuerdo con la Unfpa, diversos estudios sugieren que la falta de higiene y cuidado menstrual puede incrementar el riesgo de “infecciones urogenitales, como infecciones por levaduras, vaginosis o infecciones de las vías urinarias”.
Ese fue el caso de Elizabeth. Según relata, cuando podía acceder a una toalla higiénica y debía permanecer hasta dos días seguidos con ella, su zona íntima se irritaba. Lo mismo le ocurría a Lorena, otra ciudadana habitante de calle que también atravesó esa situación y que, para evitarla, tuvo que ingeniárselas para poder bañarse y permanecer aseada en los días en los que le llegaba su menstruación.
“Cuando yo estaba en la calle conseguía botellas de agua y extendía un plástico largo en el cambuche. Me bañaba en cacheteros y en una camiseta. Me bañaba todos los días”, narra Lorena.
De acuerdo con la secretaria de Integración Social de Bogotá, Margarita Barraquer, muchas de estas afecciones en materia de salud incluso no llegan a ser tratadas debido a que las personas menstruantes en habitabilidad de calle “pueden tener unos síntomas de infección que, para ellas, son completamente naturales”.
Pero las afecciones a las que se enfrentan las personas útero-portantes habitantes de calle no solo se remiten a su salud física, la mental igualmente se ve afectada. Así lo cuentan, Lorena y Elizabeth:
Ante la violación de la dignidad humana y los derechos fundamentales a la salud a las que se exponen las personas con experiencias menstruales en condición de habitabilidad de calle, en agosto de 2019 la Corte Constitucional ordenó al Distrito Capital garantizar el suministro de elementos absorbentes a esta población.
La Sentencia T-398 del 2019 fue el resultado de una tutela interpuesta por Martha Cecilia Durán, una mujer en situación de habitanza de calle, quien aseguró que, ante la falta de recursos para gestionar su higiene menstrual, tuvo que “usar trapos y reutilizar toallas higiénicas que encontraba en la basura”.
Dignidad e higiene menstrual
Para garantizar el cumplimiento de la sentencia de la Corte Constitucional, en 2020 la Secretaría de Salud, en conjunto con las de Integración Social, Mujer y el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (Idipron) crearon la Estrategia Distrital de Cuidado Menstrual, una iniciativa para que las personas menstruantes en habitabilidad de calle puedan vivir dignamente y de manera natural sus experiencias menstruales.
La secretaria de Integración de Bogotá explica que, desde la entidad, que se encarga de brindar atención a habitantes de calles mayores de 29 años, la estrategia se divide en tres niveles de atención entre los que se encuentran garantizar el acceso a kits de aseo personal y menstrual.
La coordinadora del Hogar de Paso Día Noche Los Mártires de la Secretaría de Integración, Carol Figueroa, agrega que, en estos centros destinados a la atención de la población habitante de calle, las personas útero-portantes incluso pueden acceder a espacios para descansar o a elementos como compresas de agua caliente, en caso de que los síntomas de su menstruación así lo requieran.
Ese es el caso de Karen Martínez, una ciudadana habitante de calle cuya experiencia menstrual se rige por su decisión autónoma de no usar elementos absorbentes. Según cuenta, desde que inició su periodo nunca le gustó usar toallas ni tampones, por lo que, cuando conoció los hogares de paso y se instaló, comenzó a usar papel higiénico en ‘rollitos’ como elemento de absorción de su sangre.
“Como le digo no uso toalla higiénica, pero si la quiero, está ahí. El papel higiénico no me ha faltado. Yo puedo coger ‘morritos’ de papel higiénico para mi periodo menstrual, con eso me lo pongo y lo puedo botar. Yo no soy capaz de quedarme con una toalla más de una hora, entonces por eso soy amante del papel higiénico porque puedo cambiármelo las veces que quiera y permanezco más higiénica”, asegura la mujer de 50 años de edad.
Al ser una experiencia personal, y un proceso que no solo se vive física sino también mentalmente, Barraquer señala que, como parte de la estrategia del Distrito, desde la secretaría también disponen de espacios de diálogo para que los ciudadanos de calle hablen con los funcionarios sobre cómo llevan su periodo y, en caso de necesitar una atención en salud, que la entidad pueda poner en marcha la ruta respectiva.
Tanto Barraquer como Figueroa subrayan que, sin importar la hora del día o la edad de la persona menstruante, cualquier ciudadano en habitabilidad de calle puede acercarse a los puntos de atención de la Secretaría de Integración y solicitar tanto el kit menstrual como ropa limpia para cambiarse, además de solicitar el acceso a las duchas.
“Me he sentido muy bien porque aquí tiene uno tiene una dormida fija, una ayuda, un autocuidado, una camita″, expresa Elizabeth, quien ya completa casi dos meses en el hogar de paso de Los Mártires.
Acceso universal
El pasado 3 de marzo, en plenaria del Concejo de Bogotá fue aprobado en segundo debate el proyecto de acuerdo 024 de 2023 con el que se busca “garantizar el acceso a la “dignidad e higiene menstrual de las personas con experiencias menstruales en situación de habitabilidad en calle o en riesgo de estarlo en la ciudad de Bogotá”.
La iniciativa, de autoría del concejal por el Partido de la U, Rubén Torrado, busca que Bogotá establezca unos lineamientos con los que se garantice el “derecho fundamental al acceso a la salud y la dignidad menstrual acorde a las necesidades de las personas con experiencias menstruales habitantes de calle o en riesgo de estarlo”.
Entre los puntos que abarca el proyecto, al que solo le queda ser sancionado por la alcaldesa Claudia López para convertirse en una realidad, está establecer los mecanismos necesarios para ampliar la divulgación sobre las jornadas, recorridos y espacios con los que cuenta la ciudad para la entrega y atención de las personas en habitabilidad de calle con experiencia menstrual.
Una vez haya un censo actualizado del número de habitantes de calle con experiencia menstrual que residen en Bogotá, según el concejal, se podrá analizar la entrega de otro tipo de elementos que también podrían facilitar el ciclo menstrual de esta población como capas, bolsas de agua para los cólicos y hasta medicamentos para la atención de los síntomas aunque, esta última iniciativa se tendría que analizar de manera cuidadosa pues, según la secretaria de Integración, actualmente desde el Distrito está prohibido entregar fármacos a esta población, por lo que todo seguimiento en salud debe realizarse con las rutas oficiales destinadas para ello.
De acuerdo con la coordinadora del Hogar de Paso Día Noche Los Mártires, pensar en la dignidad e higiene menstrual de las personas en condición de habitabilidad de calle, así como en la forma en la que los ciudadanos se refieren a esta población permite “pensar en la transformación del imaginario, de entender que, aunque a veces se está en condición de calle por una decisión, muchas otras son el resultado de situaciones que los orillaron a estar ahí”.