Laura, Ana Belén, Amanda, Diana, María Fernanda, Helena, Katherine, Magnolia, Raquel, Lucía, Caridad, estas son algunas de las mujeres a las que Alejandra Borrero les ha dado vida en más de 30 años de carrera como actriz. Azúcar (1989), Escalona (1992), La maldición del paraíso (1993), Café con aroma de mujer (1994), La otra mitad del sol (1997), Soplo de Vida (1999), Bolívar soy yo (2001), Punto de Giro (2003-2004), El último matrimonio feliz (2008-2009), Allá te espero (2013), Gente de Bien (2014), son algunos de los relatos en los que ha entregado su talento y disciplina, y por los que en la trigesimonovena entrega de los Premios India Catalina de la Industria Audiovisual será reconocida con el Premio Víctor Nieto A Toda una Vida.
Su carrera comenzó en el colegio, bajo la batuta de Sandro Romero, su primer maestro de teatro. En esas clases entendió todo: actuar era lo que quería hacer toda la vida. No venía de una familia cercana a la actuación, por lo que en casa les pareció, al principio, algo rarísimo, pero Alejandra se sumergió en las tablas y encontró en el teatro, la televisión y el cine su expresión, su voz, su vida.
Su primera obra de teatro en la Institución Sagrado Corazón en Cali, le valió su primer premio como actriz. Después de terminar sus estudios universitarios, inició su carrera en la película Debajo de Las Estrellas (1986), bajo la dirección de Juan José Vejarano; esta interpretación fue reconocida con el premio a Mejor Actriz en el Festival de Cine de Bogotá en 1988. Su primer papel en televisión fue en la novela Azúcar (1989), como Caridad Solaz, bajo la dirección de su amigo y otro de sus grandes maestros y un genio del cine colombiano: Carlos Mayolo.
Después vendría Café, con aroma de mujer y su consagración ante el gran público, pues su papel de Lucía Sandoval de Vallejo, la antagonista, le significó el reconocimiento internacional. Su periplo por la televisión y el cine no se detuvo allí, en los años noventa y los 2000 su rostro se hizo uno de los más conocidos y queridos por los colombianos, protagonizando, o antagonizando, en numerosas telenovelas.
El teatro fue el primer amor de Alejandra Borreo, pero su primer trabajo a nivel profesional fue en la obra La Crepsidra (1995). Este fue el inicio de una excitante carrera teatral en la que no solo la interpretación sino la formación de nuevos talentos fue el génesis de Casa E, que desde 2008 es uno de los epicentros del teatro en Bogotá.
Por todo esto, y más, pues este no es más que un resquicio de lo que es la abultada carrera de Alejandra Borrero, Infobae Colombia habló con ella, días antes de su viaje a Cartagena, sobre su trayectoria, la actuación, la televisión, el teatro y su vida en estas tres décadas sobre las tablas y frente a las cámaras.
Alejandra, son más de 30 años de carrera, que comienza en esas clases con Sandro Romero. Viendo atrás, ¿qué tanta agua ha pasado bajo el puente? ¿Cómo ha cambiado la industria y el papel de la mujer?, pues ha dicho que este premio es también un reconocimiento a todas las mujeres.
Es un premio por todo el trabajo que he hecho durante tantos años, así que es un honor, es una alegría, es pensar que tantos años de trabajo traen una cosa como esta, es algo realmente especial.
El rol de la mujer ha crecido mucho, y tiene que seguir creciendo, de eso estuvimos en los temas de cine, pero ver en este momento camarógrafas, guionistas, directoras, técnicas... es realmente para mí una dicha, porque cuando yo comencé este trabajo no había una sola. Salvo una directora en algún momento que tuvo muy poco tiempo de trabajo, pero que en este momento empecemos a hablar desde la voz femenina es importantísimo.
Su carrera comienza en Cali, en el Caliwood, ese pequeño oasis en el que Luis Ospina y Carlos Mayolo lideraron una de las épocas más emocionantes del cine colombiano; después vendría la televisión y siempre el teatro. ¿Qué queda de esa Alejandra en la Alejandra de hoy?
¡Muy diferente! ¿No? El mundo ha pasado por mí y yo he pasado por el mundo, así que soy una actriz con una experiencia mucho mayor; era una niña asustada realmente en esa época. Esta es la Sala Mayolo, imagínese. Así que he podido darle la vuelta y honrar a tanta gente que ha sido tan importante para mí. Yo realmente no cambiaría un día de mi vida, ni los duros y los no tan duros, ni los alegres ni los felices.
Creo que la experiencia de la vida es justamente, aquí uno viene a vivir con una cara con la que crece, y esta cara que tengo, pues es la corresponde en este momento.
Esa cara le ha dado vida a muchas mujeres, muchas de ellas fuertes, de carácter fuerte, endurecidas, la mayoría, ¿a cuál de esas mujeres atesora más? ¿Cómo es esa relación con esos personajes que se van quedando atrás?
Siempre digo que cada personaje tiene su encanto y que cada personaje toca partes de mi misma. Yo he hecho psicoanálisis con todos mis personajes, pero podría decir que el personaje de El último matrimonio feliz, cuando hice ese personaje me sentía tan cercana a ella, estaba montando Casa E, en ese momento, y ella monta su empresa (en la novela). Era una historia de mujeres realmente hermosa, bien escrita. Escrita por una libretista, así que para mí ese personaje fue un tesoro.
Hablemos de Azúcar. Participó en ambas versiones, la primera a finales de los ochenta, dirigida por Mayolo, y la segunda, dirigida por Carlos Moreno, y según el libretista de las dos, Mauricio Navas, más cercana a su idea original. ¿Cómo fue enfrentarse a la misma historia desde dos miradas distintas, dos personajes distintos, dos momentos distintos?
Fue muy interesante, ¿sabes? El Azúcar que hicimos con Mayolo fue magia pura. Estaba chiquita, aprendí a actuar, posiblemente, para las cámaras en esa serie. Mayolo era un hombre genial que tenía una capacidad de percibir este linaje caleño, esta manera de ser de los caleños y fue un momento increíble. Pero, por ejemplo, el set —en ese momento (Rodrigo) Lalinde era director de fotografía, que ahora el director— era increíble ver cada lámpara llena de telas y que no había posibilidades de mover mucho a la cámara, que las cámaras tenían una definición mucho menor; llegamos al set y muchas veces uno no podía ni leer ni libreto de lo bajita que estaba la luz; las luces eran unas cabritas diminutas que ponían por ahí.
Para mí fue muy interesante volver al hotel donde estuve hace tantos años y donde fui tan feliz y donde empezaron tantas cosas; volver a pisar Buga, volver a oler ese aire lleno de azúcar maravilloso; volver a ver los atardeceres en mi Valle del Cauca, fue realmente un momento muy interesante. Muchas cosas que pude como ver y comparar, y como actriz, realmente, yo estoy lista para hacer los papeles en el momento en el que estoy.
Así que, al hacer el personaje que hice, que era la tía Raquel, primero era entrar un poco, ojalá, el trabajo de Vicky (Hernández) que fue absolutamente genial. Pero más allá, crear un personaje y divertirme con él y tener la posibilidad de desarrollarlo desde otro lugar, por supuesto.
Calidad Solaz (su personaje en la versión de 1989) era una mujer joven, aguerrida brava, frustrada, y esta tía Raquel tenía mucha influencia en ella, sin embargo, pues eran dos cosas totalmente diferentes y me las disfruté igualmente.
Otro papel que es muy recordado es el de Lucía Sandoval de Vallejo en Café, con aroma de mujer. Esta novela también tuvo una nueva versión hace poco, y la versión original también se retransmitió hace unos meses. ¿Es muy duro juzgarse al ver la repetición de la novela?
Claro que sí, sobre todo verme tan bella, tan joven, tan flaca. ¡Pucha! Pensar que no creía que era una mujer bella, que en ese momento todas las inseguridades que trae la juventud, y verla ahora. No la vi mucho, porque es que me impresionaba verme. Pero ver mi camino como actriz, como he cambiado, como ya tengo otro tipo de herramientas; ver esa mujer melancólica que era en esa época fue muy divertido. Y sí, por supuesto, un personaje que me dio fama internacional. Realmente el café fue, como lo fue después Betty, la fea, uno de esos iconos de las novelas.
Su medio natural ha sido el teatro, ese primer amor, luego viene el cine y la televisión ¿cómo es pasar de un formato a otro?
Para mí, realmente, es como el agua. Puedo pasar de la televisión al teatro y al cine sin ningún problema, hubiera querido hacer mucho más cine, pero en los noventa era muy difícil hacer cine en Colombia y por eso tenemos que muchos de los directores, que hubieran sido grandes directores de cine, tuvieron que irse a la televisión. También por eso la televisión cobró ese nivel que tuvo.
Para mí no es complejo, creo que un actor tiene la capacidad de pasar por todos, y digamos que tengo ciertas premisas que uso para cada una de causas. En el teatro ensayar hace maestros, hay que ensayar y, sin embargo, el lunes me voy a subir al escenario y voy a hacer Conejo blanco, conejo rojo, una obra que me van a entregar sobre el escenario, es un reto actoral muy impresionante que no sé cómo... estoy nerviosa desde ya. No sé, pero que me encanta hacer, ya digamos que en este momento de mi vida no tengo nada que perder y que vale la pena hacer ese tipo de cosas.
(Es importante advertir que la entrevista fue realizada antes de la función de Conejo blanco, conejo rojo del 13 de marzo de 2023).
El cine es una batalla gigantesca, tiene otros ingredientes muy diferentes, y bueno, hay una construcción del personaje que es muy bella, porque además se graban dos, tres, cuatro escenas al día; entonces está primero el plano general, los planos medios, los planos cerrados y puedes ir dándole diferentes matices a lo que propusiste en un principio; pero también hay que tener claridad qué hiciste, cómo lo hiciste y si moviste la mano, si no lo hiciste. Ese tipo de cosas me gustan mucho.
La televisión es un trabajo mucho más del aquí y el ahora, es aprovechar el momento. Uno en la televisión no puede marcar una escena, porque llega el director dice que va a ser totalmente diferente, así que ahí hay una libertad diferente para trabajar; yo me gozo todas.
Su vida es Casa E Borrero. Por los confinamientos a causa de la pandemia estuvo a punto de cerrarse el teatro, ¿cómo ha sido la recuperación de Casa E y del sector cultural en Bogotá?
Debo decir que vengo de hacienda de decirme qué tristeza, que en este país, después de lo que se vivió porque realmente para todos fue un gran descalabró, no hay un apoyo de los gobiernos alrededor de estos temas. La cultura es el alma del pueblo, el alma de la gente. La cultura es importantísima en el mundo entero, lo vimos en la pandemia. Si no hubiéramos tenido las series, si no hubiéramos podido hacer podcast y todas estas cosas, no sé cómo hubiéramos sobrevivido.
Este es un trabajo que se hace por pasión, que solamente sigo porque no quisiera que se perdieran estos espacios del arte, pero realmente ha sido muy complejo.