Ante el rechazo de campesinos y apicultores de Santander, la instalación de nuevas redes eléctricas de 500 mil voltios se detuvo en cinco municipios de la zona rural del departamento. La noticia fue celebrada por cientos de pobladores de los municipios de Albania, Jesús María, Vélez, Bolívar y Sucre, quienes llevaban días protestando.
Voceros del movimiento temen que el campo electromagnético generado tras la instalación afecte a las granjas apícolas en la región, cuyas abejas ayudan a la polinización de las granjas de café. Las dos, grandes fuentes de ingresos para la mayoría de familias asentadas en la zona.
Edwin Peña, habitante de Jesús María explicó este fenómeno en entrevista para Blu: “Se pierden las abejas, se pierde la tradición apícola que tienen las veredas, pero adicionalmente también somos cultivadores de café y el principal polinizador del café es la abeja. Entonces, este es un daño que a largo plazo va a afectar el bolsillo y la economía de estas regiones”.
No solo son los reclamos de quienes están en contra de que la empresa pase cables de alta tensión por reservas forestales y fuentes hídricas. También existen denuncias de pobladores locales que aseguran que la compañía no ha sido del todo clara con el proyecto:
Algunas de sus acciones han despertado sospechas, “como llegar en la noche, dar información incompleta a los campesinos y pagar en algunos lugares unas sumas supremamente bajas”, indicó Edwin Peña.
Ante una larga lista de quejas y preocupaciones la Procuraduría, la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (Anla), voceros de la empresa de energía, autoridades locales y representantes de los cinco municipios se reunieron para analizar los riesgos de continuar con la obra.
Al término del encuentro acordaron establecer mesas de concertación para determinar la ruta que deberían tomar las nuevas redes eléctricas, en aras de evitar afectaciones al medio ambiente y la economía del sur del departamento. La primera reunión, dicen, podría darse dentro de un mes:
“Empezaríamos con una serie de mesas de trabajo para buscar un acercamiento y sobre todo para escuchar a las víctimas, porque es muy conmovedor escuchar a los campesinos, a señoras que pasaban a llorar al contarnos que tienen media hectárea y que el proyecto pasa por ahí, porque entonces ellos no tienen para dónde coger. Se sienten prácticamente desplazados por el proyecto”, lamentó Edwin Peña.
No hace mucho declararon a la abeja como el ser vivo más importante ¿Por qué?
La actividad humana tiene en riesgo a los polinizadores, quienes ayudan a un 90% de las plantas con flores a reproducirse, entre las cuales se cuentan un 75% de los cultivos.
Sin embargo, recientes estudios registran una diminución dramática, cercana al 90% de las poblaciones de abejas, debido al uso de pesticidas, a base de productos derivados de la nicotina; la deforestación y la tala indiscriminada de árboles y flores, y el consumo y comercialización de productos como la miel, el polen y la jalea.
Lo que ha llevado a las abejas a entrar en la extensa lista de especies en vías de extinción. Sin embargo, su desaparición tiene otro precio: la seguridad alimentaria. No era broma cuando apicultores belgas escribían en pancartas y decían en las noticias que, en caso de que llegaran a desaparecer las abejas, a la humanidad le quedarían cuatro años.
A raíz de la desaparición en masa de esta especie, en 2019, el Eearthwatch Institute declaró a la abeja como el ser vivo más importante. Y Colombia no es ajeno a esta conversación. Así como en Santander, apicultores y campesinos llevan años denunciando la disminución de las poblaciones de abejas; sin embargo, sus esfuerzos parecen haber rendido frutos, luego de que, en enero del 2023, el Ministerio de Agricultura anunciara la prohibición del uso de plaguicidas que tengan como ingrediente activo el fipronil, de ahí que busquen mantenerlas a salvo también de riesgos previsibles como los campos electromagnéticos.