El Miércoles de Ceniza es la celebración que marca el inicio de la Cuaresma, el tiempo destinado a la preparación de la Pascua, seis semanas en la que los creyentes deben disponer de su cuerpo y espíritu para la pasión de Cristo.
Se trata de un rito de carácter penitencial, es decir, le recuerda a los fieles su condición mortal y pecadora, está inspirada en los 40 días que duró Jesús en el desierto de Judea, su institucionalización en la iglesia se rastrea hasta los finales del siglo II.
En países como Colombia, con una fuerte tradición católica, no se trata de una celebración litúrgica más, sino de un regulador del tiempo social, por ello los carnavales y fiestas tradicionales se realizan hasta antes de esta fecha, como es el caso del Carnaval de Barranquilla.
Ejemplo de ello es lo narrado por José María Samper, en su libro Historia de un alma de 1881:
“Había llegado el mes de febrero de 1846, y con el domingo anterior al Miércoles de Ceniza empezaban las carnestolendas, fiesta que convida a nuestras muchedumbres al paseo y a la huelga. Si en mi ciudad natal y en casi todos los pueblos de nuestras tierras calientes —particularmente los de la costa del Atlántico— subsistía la costumbre de celebrar los tres días de carnaval o carnestolendas de una manera borrascosa y sobrado, libre, a la usanza italiana, en Bogotá la fiesta se reducía a un paseo de todas las tardes, durante los tres días sacramentales, subiendo más o menos por la falda del cerro de Guadalupe hasta la altura de la capilla de la Peña”
El investigador Marcos González Pérez explica que las carnestolendas son una costumbre española, afianzada en los siglos XIV y XV. Su nombre es alusivo al disfrute de lo carnal y son el anuncio del tiempo de la Cuaresma, la cual trae las privaciones que inician con el Miércoles de Ceniza.
Durante estas fiestas se usaban disfraces o máscaras; se corrían gallos; se arrojaban harinas o salvado, huevos y otras frutas; era usual hacer ruidos con artefactos especiales o darse golpes con porras.
Por supuesto, con el proceso de conquista y colonización estas tradiciones fueron reproducidas y se arraigaron en los actuales territorios latinoamericanos, siendo apropiadas por los pueblos indígenas y las comunidades africanas sobrevivientes a la trata, que aportaron nuevos elementos culturales a la celebración.
La llegada del Miércoles de Ceniza transformaba la cotidianidad, las penitencias por parte de la iglesia regulaban aspectos como: la alimentación, el vestido, el tiempo de oración, e inclusive la realización de otro tipo de ceremonias, como es el caso del matrimonio, el cual no podía celebrarse durante el tiempo de Cuaresma.
Aunque en la actualidad el seguimiento de estas tradiciones no es estricto, hasta hace menos de un siglo transgredir el tiempo eclesiástico no era una falta menor. A mediados del siglo XX la Iglesia católica aún era uno de los principales agentes de poder en la sociedad colombiana.
Encargada de tareas y servicios como la educación, la salud, la ayuda a los pobres e inclusive la regulación de lo que hoy se consideran derechos básicos, como el de registro, el cual era otorgado por la partida de bautismo.
Por ejemplo, en 1908 la Revista El Hogar Católico publicaba:
“Nunca podremos deplorar como es debido a que familias católicas estén confiando la educación de sus hijos á maestros Protestantes, misioneros de la herejía, sin que obsten para ello las censuras y amonestaciones de la Iglesia, que Nós nunca hemos dejado de hacer llegar á conocimiento de nuestros diocesanos” (sic).
Aunque muchas condiciones sociales han cambiado y desde la constitución de 1991 Colombia se comprende así misma como un Estado laico, sus costumbres y prácticas culturales se encuentran cimentadas en las tradiciones católicas, que continúan influenciando las formas de relación y como se vive el día a día.