Tras conocerse la respuesta de la alcaldía de Medellín, en Cabeza de Daniel Quintero, a la misiva, enviada desde Mónaco, por el pintor Fernando Botero, en la que da a conocer su opinión sobre las cercas que custodian, desde hace 15 días, la Plaza que lleva su nombre; el Museo de Antioquia pidió una solución integral a la Administración distrital, que más allá de “enjaular” el emblemático paraje, establezca condiciones reales de seguridad, para los visitantes –nacionales e internacionales– y trabajadores informales, que hicieron de esta una oficina permanente.
“Lo que algunos llaman cierre, es en verdad un abrazo”, concluye Quintero, sobre la polémica medida. Sin embargo, en una entrevista para Blu Radio, María del Rosario Escobar, directora del Museo de Antioquia, quien –además de haber recibido la carta– hace las veces de interlocutora del maestro en Medellín, respondió:
“Yo creo que debemos tomar una decisión integral. En el centro de Medellín como en muchas otras ciudades, en Colombia y en América Latina, se han venido reuniendo bastantes problemas sociales (…) lo que estamos viendo es, no solamente un lugar turístico de primer nivel, patrimonio nacional colombiano, sino también un punto de supervivencia, para muchos hombres, mujeres y niños, a pesar de las problemáticas”.
Entiende que, tal y como venía funcionando, el parque era un foco de inseguridad para nacionales y extranjeros; sin embargo, el deseo del maestro Botero al hacer la donación de 23 esculturas a la ciudad, era que los ciudadanos transitaran libremente entre su arte y, como expresa en la carta, al día de hoy “así debe estar”.
“Hay turismo nacional e internacional, facción artística, toda la belleza de la plaza que, de la misma manera atrae y llama a muchas personas que se han visto convocadas por todo ese esplendor para poder sobrevivir, vendiendo cachivaches y cositas. Esto a la larga ha generado un entorno de inseguridad”, admitió María del Rosario.
Mencionando, incluso, una problemática que, hasta el momento no había sido incluida dentro del debate sobre el cierre: la prostitución, que ejercen niñas, jóvenes y mujeres, que ofrecen servicios sexuales en la plaza, desde años.
“De otro lado la zona también ha sido, históricamente, un lugar para ejercer el trabajo sexual. Ya se imaginarán ustedes el escenario en el que nos encontramos. Por supuesto, necesitamos una zona limpia, segura y digna, pero tiene que ser una solución incluyente, dialogante, democrática”.
Su posición, al igual que el de la institución y el artista, es de diálogo. Quieren ser escuchados y ayudar, con la reestructuración de medidas que garanticen una plaza segura a todos los visitantes, sin tener que estar rodeada por vallas.
“Comprendemos los motivos, su intención: darle seguridad a la plaza, pero la problemática es tan compleja que requiere también soluciones complejas”, concluyó en su entrevista.
Una posibilidad es que llegue a darse un encuentro o diálogo entre el alcalde, Daniel Quintero, y el maestro Botero, María del Rosario considera que, aunque es posible “para hablar con el maestro, es importante hablar con el Museo, su representante –a la larga– en Medellín”.
Si bien han tenido reuniones con algunos de los secretarios de la Administración distrital, en las que se han escuchado argumentos de parte y parte, lo que han buscado desde el Museo es generar una agenda concertada, un escenario en el que puedan ser partícipes de la toma de decisiones, ya que la plaza “es un ejercicio artístico, cultural y de gestión, también, del Museo de Antioquia. Hace 22 años el maestro Botero entrega esta donación para la ciudad de Medellín, pero se gestó en las salas del Museo de Antioquia”, que hoy, espera una mejor solución.