Por tratarse de figuras internacionales, el divorcio entre Shakira y Gerard Piqué ha llamado la atención de los medios. Cada suceso y detalle es seguido con atención y comentado por las redes sociales, e incluso ha generado acalorados debates.
Se ha normalizado que las personas se identifiquen con el “Team Shakira” o el “Team Pique”, dependiendo de con quien empatizan más en la ruptura. Una situación que puede ser entendida como un eco masivo de lo que sucede en este tipo de acontecimientos.
La mayoría de personas pueden ponerse en esta situación, bien sea porque durante sus rupturas han visto cómo sus amigos están dispuestos a defenderlas y acompañarlas, o porque han tomado partido. Esto sucede tanto en las relaciones de noviazgo como en las maritales.
Pero lo cierto es que en la sociedad el divorcio se ha vuelto más frecuente. De hecho, en Colombia, según los datos recopilados por la Superintendencia de Notariado y Registro, se registraron 20.284 divorcios, solo en 2022.
Para comprender los cambios en el divorcio, Infobae consultó la opinión de Mabel López, doctora en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, docente de la Universidad del Magdalena y autora del libro Morir de Amor: violencia conyugal en la Nueva Granada. Siglos XVI a XIX, entre otros.
Su trabajo se ha centrado en estudiar las relaciones de género en la historia desde una perspectiva de la larga duración, es decir, en la estructura social que se ha establecido durante amplios periodos de tiempo. Su obra se ha centrado en la violencia conyugal, aquella que se gesta en las relaciones de pareja.
Para ella, el divorcio en las celebridades, como el protagonizado por Shakira y Gerard Piqué, es una oportunidad para reflexionar qué tanto ha cambiado nuestro comportamiento social en torno a la ruptura nupcial.
¿Qué se puede aprender del divorcio de las celebridades?
Mabel López (ML) Desde la Antigüedad y en la Edad Moderna (siglos XV al XVIII), que es mi objeto de estudio, la violencia conyugal era de tipo físico, verbal y expresiones que hoy llamaríamos violencia económica, violencia psicológica y violencia simbólica.
Las pocas solicitudes de divorcio que encontramos en los archivos de la Nueva Granada, propias de mujeres de estamentos medios y algunas de la élite, hablan de tratos díscolos, de la imposibilidad de ver a sus familias, de la dilapidación de sus dotes, del trato severo a sus hijos, de las largas ausencias de sus maridos, de la constante infidelidad e incluso de cosas tan curiosas como que sus objetos de valor, como las joyas o los vestidos, les eran entregados a las amantes, de las cuales se denuncia que instigaban a los hombres para darles mala vida a las esposas.
En el caso de las mujeres de estamentos bajos (mestizas y españolas pobres, negras libertas, indígenas y muy pocas esclavas), que generalmente no oficializaban sus uniones, la violencia era tremendamente cruel e inimaginable para el lector del siglo XXI. Muchas mujeres murieron producto de los maltratos sistemáticos o por efecto de homicidios conyugales planificados.
Los movimientos mediáticos que hemos visto en los últimos meses entre parejas de famosos como Shakira y Piqué o Miley Cirus y Liam Hemsworth están matizados por la violencia psicológica, simbólica y, sobre todo, por la infidelidad, que debe aclararse, es una combinación de las dos últimas. Incluso es posible hablar de violencia económica en el caso de Shakira.
Estos casos nos hablan de una permanencia de estos tipos de violencia en la larga duración y de la continuidad respecto a la incomprensión de las reivindicaciones femeninas. Muchos hombres parecieran defender el derecho al buen nombre masculino sin cuestionar la infidelidad, un atributo característico tanto de la virilidad de la élite como de la virilidad popular desde la Edad Moderna.
Pero, ante todo, creo que lo que se juega en estos casos, como en millones más, es la dignidad femenina, la posibilidad de reconstruirse luego de un proceso devastador como descubrir una infidelidad, tramitarla y sanar. Tanto las canciones de Shakira como las de Miley son muy interesantes en ese sentido porque evidencian las etapas del duelo y la resiliencia que podemos encontrar al final del camino.
De allí expresiones como “Las mujeres no lloran, las mujeres facturan”, “Yo puedo comprarme flores, yo puedo llevarme a bailar, yo puedo amarme a mí misma y yo puedo charlar conmigo durante horas cosas que no entenderías”.
¿Qué otras lecciones nos dejan estas expresiones artísticas sobre el despecho?
ML: Lo que está en juego aquí también es la reivindicación de la emocionalidad. Dejar de ser juzgadas de histéricas (prejuicio de vieja data) o ser catalogadas como ex cansonas. Mientras que en el arte a los hombres se le permite el género del despecho, a las mujeres se les juzga. Al hombre se le permite caer en el alcohol e incluso pervive la defensa del homicidio conyugal por ira e intenso dolor, pero a las mujeres se les sanciona socialmente por expresar su rabia o tristeza.
Eso también tiene orígenes muy remotos en algo que los historiadores llamamos el ideal mariano de mujer: sumisa, obediente y tolerante ante el maltrato. En los expedientes judiciales por violencia conyugal en el periodo colonial los abogados más tradicionalistas decían que las mujeres debían llevar con paciencia la pesada cruz que Jesucristo les dio para que cargaran toda su vida; se referían al matrimonio y al trato violento de sus maridos.
Esos rasgos de familia propios de la Edad Moderna se mantienen en muchos sentidos en las sociedades occidentales del siglo XXI. En el caso de las amantes, denominadas también concubinas, se trata de una figura presente en la historia desde la Antigüedad, especialmente entre griegos y romanos, quienes reivindicaban la figura porque el amor y el deseo en las élites estaban disociados del matrimonio que, recordemos, era por conveniencia política y económica. De allí que en la época los sentimientos y la pasión se reservaran para la concubina, que jugaba el papel de pareja, cuidadora y tenía hijos que, sin embargo, no eran considerados legítimos.
En casos como los de Shakira y Miley vemos que los medios de comunicación se van lanza en ristre contra las concubinas (amantes), sin contemplar que son millones las mujeres en esa condición en todo el mundo y que en sociedades como la latinoamericana las dobles familias son una realidad que atraviesa a varias generaciones, por ejemplo, nuestros abuelos y nuestros padres. Quizás lo que deba replantearse sea el modelo matrimonial occidental heteronormativo, patriarcal y “perpetuo-obligatorio”.
¿Qué ideas de la colonia perviven en la actualidad?
ML: La idea de la mujer como propiedad del marido y del castigo físico como corrección son herencias coloniales (siglos XVI a XIX) y en muchos ámbitos se mantienen. También perviven la violencia económica sustentada en el arbitrio de los hombres para disponer del recurso económico de la mujer o la humillación constante si ella no dispone de recursos propios; la idea de que las mujeres no pueden tomar decisiones sobre muchos aspectos de su vida; la idea de que las mujeres carecen de capacidad de raciocinio y pertenecen al mundo de las emociones; los sueldos diferenciales por sexo; la atribución de la fragilidad al mundo de lo femenino y la condena de la sensibilidad masculina.
Otro aspecto importante que debemos mencionar, teniendo en cuenta que los matrimonios actuales no son exclusivamente los heteronormativos, es que las violencias sociales también se enfilan contra las diversidades sexuales y pervive la mirada de les integrantes de la comunidad LGTBIQ+ como individuos transgresivos, enfermos o que cometen un delito-pecado, denominado en la época colonial como sodomía. Eso implica que el matrimonio igualitario en sociedades como la colombiana sea visto con sospecha y sus integrantes, sometidos a constantes violencias de todo tipo.
¿Qué ha cambiado?
ML: Respecto a las mujeres, hemos logrado mucho en términos de individuación femenina desde el siglo XVIII gracias a corrientes como la Ilustración, las ideas liberales y expresiones intelectuales y políticas posteriores, ligadas a las distintas olas del feminismo, pero todavía hay mucho por conquistar, especialmente en términos de arquetipos sociales y culturales.
Los casos de Shakira, Clara Chía y Miley así lo evidencian. Mientras a las ex y a las amantes se les destroza, se sigue viendo con simpatía al “macho infiel y violento”, tal como en el periodo colonial se reivindicó el “deber-derecho masculino de castigo”, del que nos han hablado historiadoras como María Teresa Mojica en Colombia y Viviana Kluger en Argentina.
¿Que encontró en su investigación?
ML: En mi libro, Morir de amor analizó los discursos y las prácticas que originan y justifican lo que se creía era un deber y un derecho de los hombres: “castigar físicamente a las mujeres para corregir su comportamiento”. Para ello apelo a manuales de conducta desde el siglo XV, a textos moralistas desde el XVII y a la literatura hasta el XIX.
La investigación evidencia también los esfuerzos de las mujeres y los hombres de la élite ilustrada de Europa y América por demostrar la capacidad de raciocinio de las mujeres. Ellos hacían un llamado a desmontar el deber-derecho masculino de castigo por considerarlo incivilizado y poco adecuado para la República, pero, tristemente, luego de la Independencia se regresó a la configuración colonial.
En mi investigación llego a la conclusión de que, a finales del siglo XVIII e inicios del XIX, en la Nueva Granada los homicidios conyugales tuvieron una representación paritaria entre hombres y mujeres. A partir de 144 casos analizados, demuestro que mientras otros tipos de violencia eran cometidos especialmente por los hombres, el homicidio conyugal era prácticamente 50-50%, generalmente en defensa propia por parte de las mujeres, aunque también lo hubo por triángulos amorosos o premeditados con sevicia.
Aunque se trata de un estudio con pocos casos que no puede ser generalizado en todo el territorio americano, llama la atención sobre la resistencia femenina a la violencia masculina y el reconocimiento de que la violencia contra los hombres también existió en otros periodos históricos.
¿Existe apoyo para estas investigaciones?
ML: Actualmente estos temas están cobrando cada vez más importancia por la política pública contra el feminicidio, pero aún siguen siendo vistos como exóticos por gran parte de los historiadores hombres, especialmente aquellos que prefieren hacer historia económica y política y no aprecian los aportes de otras corrientes, como la historia cultural, en la que se encaja la historiografía sobre las mujeres y las diversidades sexuales.
Considero que se requieren más financiación y más visibilización de este tipo de investigaciones. Las generaciones que ahora cursan el colegio y la universidad, inscritas en las nuevas feminidades, las nuevas masculinidades y las diversidades sexuales, deberían estar atravesadas por la enseñanza de la historia de género y con perspectiva de género.
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