Ocho mujeres describieron los abusos al interior del Congreso de la República

Una publicación colombiana reveló historias de mujeres víctimas de acoso al interior del Capitolio Nacional. Hay un todopoderoso senador y tres excongresistas costeños, dos de ellos activos en la vida pública y otro preso

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Foto de archivo. Vista general del Capitolio Nacional, sede del Congreso de Colombia en Bogotá, Colombia, 19 de julio, 2022. REUTERS/Luis Jaime Acosta
Foto de archivo. Vista general del Capitolio Nacional, sede del Congreso de Colombia en Bogotá, Colombia, 19 de julio, 2022. REUTERS/Luis Jaime Acosta

Desde que el exsenador por la Colombia Humana, Gustavo Bolívar, dijo en una entrevista para Revista Semana que en el Congreso de la República de Colombia se mueve una red de trata de personas, el exparlamentario ha tenido que defenderse de todas aquellas personas, como Miguel Uribe Turbay, que han aludido a la irresponsabilidad de “botar una bomba de este calibre”, y luego guardar silencio.

El exsenador se ha defendido aludiendo a la seguridad de las víctimas y de hecho el 20 de enero envió una carta a la Fiscalía General solicitando reprogramar la cita para testificar a este respecto. Y ese es apenas uno de los entes que lo han citado para tal efecto. También lo han hecho la Corte Suprema de Justicia, la Procuraduría General, la Comisión Ética del Senado y la Fiscalía General.

“Pregunto a machitos criollos que amenazan con denunciarme si no traiciono a las víctimas de acoso: Si tu hermana, tu esposa o tu hija, te cuentan algo y te piden de vida o muerte que no revele su identidad, ¿las ponen en la picota pública contra su voluntad para que las lapide el mundo?”, trino el exsenador el 19 de enero.

Así que la posición de Gustavo Bolívar es clara: no tiene pruebas y de hecho por eso mismo invitó a las mujeres víctimas a que denuncien colectivamente sus casos.

Paralelamente al silencio de Bolívar, el 21 de enero, la Revista Semana sacó un análisis en el cual varias mujeres que han trabajado en el Legislativo contaron sus relatos sobre lo que tuvieron que padecer en su paso por el Capitolio, y el medio de comunicación aclaró que tanto los nombres de las mujeres dueñas de sus historias, como los nombres de los funcionarios públicos, fueron cambiados.

“Esta redacción ha escuchado a decenas de víctimas que hoy están aterrorizadas. Los dramáticos testimonios son una prueba irrefutable de que, efectivamente, algunas mujeres son sometidas a abuso y acoso sexual en el Capitolio por senadores, representantes y otros funcionarios. Sin embargo, la justicia en Colombia ha sido para los victimarios y difícilmente para las víctimas. Por esa razón, Revista Semana publica los dolorosos relatos, absteniéndose de revelar los nombres de los congresistas y de las mujeres que valientemente se atrevieron a contar lo que han sufrido”, indicó en su publicación del 21 de enero Revista Semana.

No obstante, es claro que los nombres de los victimarios ya están en poder de dicho medio de comunicación (al parecer son vox populi en los pasillos del Capitolio), medio que además desagregó a los presuntos abusadores de la siguiente manera:

1. Hay un todopoderoso senador

2. Tres excongresistas costeños, dos de ellos activos en la vida pública y otro preso.

3. Un representante a la Cámara de Cambio Radical

4. Un exrepresentante a la Cámara de La U.

5. Un funcionario que lleva muchos años en el congreso y es un depredador sexual.

Por ahora, y mientras no se consolide una denuncia formal ante un ente competente para darle trámite, estos fueron los ocho relatos que publicó Semana:

María

“El acoso que sufrí fue de la fórmula a la Cámara de mi jefe, que es senador”, comienza su relato Revista Semana. Ella siguió explicando que, desde que llegó, la invitaba a salir, a viajar, a comer, a eventos y muchas cosas. “Varias veces me dijo que yo podía ser presentadora y que tenía los contactos para ponerme en eventos y tener grandes contratos. Fue muy incómodo porque si le decía a mi jefe, no me creería porque era su amigo, pero a pesar de que siempre le dije que no, me insistía demasiado. Me hablaba de ir a fincas, hoteles, viajes, conciertos y eso es acoso. Un hombre le puede decir lo que sea a uno, pero si uno dice no, pues deben respetar”, indicó María a Publicaciones Semana.

Mayerly

Por su parte, Mayerly, quien lleva años en el Congreso, dijo que a veces uno pide ayuda para renovar el contrato y una vez uno de ellos le dijo que sí, pero a cambio de una comida. “Le dije que no podía y desde ahí empezó a escribirme todos los días para salir, es un señor de más de 60 años y entendí que si quería su ayuda tenía que salir con él. Nunca más le pedí el favor, pero me lo gané. Eso pasó hace un año y todavía me sigue invitando a salir”, precisa el testimonio.

Astrid

“En mi caso, soporté el acoso de mi jefe, era una cosa absurda porque incluso tuve que ir al psicólogo. El problema era tanto que ya tenía que irme a trabajar toda tapada para que no me mirara, porque una vez que tenía una camisa me dijo que si me gustaban los brasieres de encaje para regalarme uno”, comenzó su relato al medio ya referido, Astrid, nombre que como todos los demás, fue cambiado por protección. Astrid, esto sí lo sabemos, es funcionaria de planta y casada, igual que el abusador.

Yuri

Yuri fue, hace dos años, editora política de un medio de comunicación, por lo que tenía que ir tres días a la semana al Congreso. Un congresista que ya no está la comenzó a acosar y un día la invitó a salir “a su apartamento en el centro”, a lo que ella se negó.

“Un día en los pasillos del Congreso y de frente me dijo que me quería martillar. Me pareció horrible eso y lo mandé para la mierda, le dije que me respetara y que se estaba equivocando. Quedó pálido porque creo que nunca pensó que esa sería mi reacción, desde ahí no volvió a molestar, pero si le hace eso a una periodista no me imagino lo que podría hacer con las funcionarias del Congreso”, indicó.

Juliana

“Un funcionario del Congreso que fue mi jefe me acosaba (...) La situación pasó al contacto físico; por ejemplo, pasaba un papel para que firmara y me tocaba la mano o el brazo y me decía que no me pusiera nerviosa. Uno maneja esas situaciones, pero la incomodidad es muy grande, porque si uno le dice a alguien dirían que estaba loca o que estaba exagerando. Sentirse mirada y observada todo el tiempo es lo más horrible que puede pasar, sobre todo cuando son tipos mayores, casados y con hijos”, explicó a Semana Juliana, quien posteriormente explica cómo y cuando estalló la situación.

“Todo estalló el día en que después de una reunión, en la que le expuse unas cosas de trabajo, al pararme, me agarró la cola durísimo. Giré con un mal genio horrible y me mandó la mano a los senos. Como grité que me respetara y que no fuera abusivo, seguramente paró porque había gente cerca. Tuve ganas de pegarle una cachetada, pero me contuve. Después de eso, tuve un mes en que trabajaba más de 12 horas al día y nunca me renovaron el contrato. Nunca me dijo nada, pero creo que fue porque no me dejé tocar”, concluye su relato.

Claudia

“Fui víctima de acoso sexual por parte de un representante a la Cámara; posteriormente, de parte de otro representante, pero también fui testigo de varios casos, ya es como un modus operandi de los congresistas”, indica Claudia, quien precisó que le ofrecieron mejorarle las condiciones laborales si tenía una relación con el congresista para el cual trabajaba.

Eso sucedió cerca de la estatua de Rafael Núñez. Ese día estaba muy cerca de una representante (hoy senadora de la coalición de Gobierno) y yo estaba hablando con él, porque ya veníamos hablando de un tema, y pues yo llevaba una blusa escotada y él no le vio reparo en meterme la mano. Yo lo esquivé y pues me dio mucha vergüenza ese hecho. Miré hacia el lado y estaba la congresista mirando la escena, no recibí apoyo de ella, sino todo lo contrario, me miró más como si yo estuviese buscando el momento, que si hubiese sido lo contrario”, narró a Semana Claudia.

Anónima

Y el primer relato que narra Semana, es de una mujer que da a entender que es afrodescendiente. De ella no precisan ni siquiera el nombre, pero lo que relata es que, los congresistas costeños son muy pasados y vulgares, que denunciar a un parlamentario es suicidio laboral, y que todo pasó porque ella estaba angustiada por perder su trabajo, pues gracias al mismo les mandaba ayuda a sus familiares.

“A los dos días me llamó a la oficina de él en el edificio nuevo del Congreso, estaba solo y me preguntó qué había pensado. Le dije que necesitaba trabajar y que me ayudara, él me dijo que claro, pero que yo tenía que ser agradecida “portándome bien con él”. Me dio un discurso como de diez minutos recordándome que si me quedaba sin trabajo debía regresar a mi pueblo; no sé cómo logró enredarme la cabeza, pero el cuento termina en que se pasó al frente de mí y se bajó el pantalón y me dijo que le hiciera sexo oral. Caí como una pendeja (…) le hice sexo oral por seguir con mi trabajo. En efecto, me renovaron por un mes y seguía lo mismo, prácticamente éramos “novios” y el asunto pasó a relaciones sexuales. Hoy pienso que fui una estúpida, pero nadie sabe las necesidades de la gente y lo hice por eso”, indica esta mujer, quien concluyó que él fue muy cuidadoso, nada por chats y el escolta se quedaba con su celular.

Marcela

Marcela, precisa Semana, es una funcionaria de planta que ya suma dos décadas trabajando en la Casa de la Democracia, nombre que ella, con ironía, cambia diciendo que debería ser la casa de los delitos. “He visto como los congresistas salen con niñas jóvenes que trabajan en el Congreso, las acosan, usan su influencia para tener lo que quieren. Tuve un jefe que salía con muchachitas, les prometía cosas, se acostaba con ellas y no les salía con nada. Es decir, además de acosarlas, las engañaba. En el Congreso hay gais, lesbianas, acoso sexual, droga y de todo”, relata Semana.

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