El complejo sojero tiene un peso relevante en la economía argentina, sobre todo en el plano externo, ya que es el principal aportante de divisas. Para tener en claro su magnitud, en 2021 la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) estimó exportaciones totales del país de USD 76.064 millones, de los cuales USD 22.427 millones provendrían de los despachos del grano, harina,aceite y biodiésel a base de la oleaginosa.
No obstante esta participación, y pese a su competitividad tanto del sector primario como de la industria procesadora, la molienda de este commodity está hace 10 años estancada en el país, marcó en un informe la Cámara de la Industria Aceitera y del Centro de Exportadores de Cereales (CIARA-CEC). Esta aseveración de la entidad empresaria se da en un contexto donde el crushing del grano alcanzó valores históricos en los primeros meses del año.
Según el informe, el procesamiento de la soja en el periodo enero-septiembre de 2021 alcanzó las 33.211.000 de toneladas, el segundo valor más importante de la década y el mayor del último quinquenio. Sin embargo, desde CIARA-CEC pusieron de relieve que esta estadística “demuestra el retroceso y cómo se ha estancado el volumen de molienda, por debajo del volumen procesado en el 2010″.
Este “estancamiento” va de la mano con acotado crecimiento en la producción de soja, que si bien supo tener en la campaña 2014/15 un pico productivos de 60 millones de toneladas, entre en 2011 y 2021 el incremento solamente fue de 4 millones de toneladas, al pasar de 40 a 44 millones de toneladas, lo que significó un aumento menor al 1% anual.
En diálogo con Infobae, el presidente de CIARA-CEC, Gustavo Idígoras, brindó datos que dan cuenta, desde su visión, del crecimiento casi nulo de la industrialización del poroto, en especial, en referencia a nuestros principales competidores. En primer lugar, consideró que en los últimos diez años Argentina tendría que haber alcanzado una producción de 70 millones de toneladas, aunque, como se mencionó anteriormente, tuvo un magro crecimiento del 10%. En ese mismo período, la producción brasileña tuvo un incremento del 91%, mientras que en Estados Unidos fue del 36%. Asimismo la molienda: el país sudamericano creció 32%, el norteamericano 25% y Argentina no tuvo movimientos.
Según Idígoras, el estancamiento productivo e industrial provocó que no se hayan podido crear 80.000 puestos de trabajo extras en la cadena, la posibilidad de sumar 700.000 viajes de camión para el traslado de la mercadería, pero, por sobre todo, se perdió la oportunidad de incrementar las exportaciones hasta lograr despachos por USD 10.000 millones adicionales al año. De hecho, calculó que los ingresos anuales netos de la cadena, de haber tenido el sector un crecimiento equivalente al del Brasil y Estados Unidos, podrían alcanzar para pagar la deuda que el país tiene con el Fondo Monetario Internacional (FMI). “Si hubiéramos tomado alguna medida para impedir este estancamiento estaríamos en condiciones de pagar la deuda solo con el complejo sojero”, lamentó.
Peso fiscal y capacidad ociosa
En este sentido, el presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja (ACSOJA), Luis Zubizarreta, explicó que este no crecimiento de la producción del granos comenzó a tomar más fuerza cuando las inversiones de la industria ya estaban hechas para aumentar su capacidad de molienda y en un contexto donde el mundo enviaba “señales” de que la demanda internacional del poroto y subproductos iba a ir en constante ascenso, “pero Argentina fue incrementando el peso fiscal a la cadena y generó un desincentivo a producir soja y, en el mismo período, redujo el 10% su producción, mientras que Brasil tomó esa señal del mundo, duplicó su producción y ocupó el lugar que dejamos nosotros”.
“Es en definitiva la trampa que genera el sesgo antiexportador que aplica la Argentina”, remarcó el dirigente empresarial, en cual considera que el Estado se lleva la “mayor parte de la torta de los sectores competitivos”, como lo es la oleaginosa y la industria asociada, lo que deriva en una menor producción, y, en el largo plazo, a una menor recaudación por parte del fisco.
A pesar de su importancia, la industria de molienda de soja posee una alta capacidad instalada ociosa, debido a que hoy día, las fábricas argentinas podrían moler un volumen de 70 millones de toneladas, cuando solo se procesan entre 40 y 45 millones de toneladas. Esta situación genera un aumento de costos, ya que a pesar de no utilizarse toda su capacidad, se “siguen pagando todas las instalaciones y mantenerlas financieramente y todos esos costos fijos no tienen remuneración alguna porque no hay soja para procesar”, explicó Idígoras.
Según el informe de la cámara empresaria, en el período enero-septiembre de este año, la molienda real de granos superó las 33,2 millones de toneladas, lo que supuso la utilización de solo el 47% de la capacidad instalada, quedando en desuso el 53% restante. Si solamente se toma en consideración los volúmenes de septiembre, con 3,7 millones de toneladas procesadas, la capacidad instalada en funciones asciende al 63%.
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