Argentina es uno de los grandes productores de soja a nivel mundial, ocupando el tercer puesto en importancia detrás de Estados Unidos y Brasil. Pero también es un creador de tecnologías, innovaciones y soluciones para el agro que posicionan a nuestro país y a sus empresas en un lugar de relevancia mundial, con una amplia utilización de sus productos y técnicas para eficientizar la producción de granos.
Tal es así, que casi un cuarto de la producción mundial de soja es tratada con la tecnología de inoculación de una compañía argentina. Ese es el caso de la empresa de microbiología Rizobacter, que logró que el 23% de la oleaginosa cultivada alrededor del globo sea inoculada con sus productos.
De esta manera, la subsidiaria de Bioceres Crop Solutions se posiciona “con la mayor participación de mercado en el nicho de inoculantes para soja a escala global”, aseguró la empresa, al mismo tiempo que se posicionó entre las principales cinco compañías fabricantes de productos biológicos para el agro.
Según explicaron desde Rizobacter, si bien los productos que desarrolla se tratan de insumos tradicionales en la agricultura argentina, “no por eso es menos desafiante incrementar los niveles de innovación para resolver constantes desafíos. De hecho, es notable cómo la tecnología y calidad aplicada a este insumo se ha profundizado significativamente en los últimos 20 años”.
En este aspecto, puntualizaron que “desde los desarrollos vinculados a la supervivencia bacteriana que hoy brindan la posibilidad de realizar tratamientos 220 días antes de la siembra, tecnologías de osmoprotección de las bacterias, hasta la inclusión de bioinductores y bacterias resistentes a estrés hídrico, hicieron que Rizobacter agregue cada vez más valor a esta tecnología”.
En la actualidad, la tasa de adopción de la práctica de inoculación es muy alta en la Argentina –hoy se trata alrededor del 90% de las semillas– y también está ampliamente difundida en Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Ucrania, Rusia, Rumania y Canadá y se está practicando de manera creciente en Estados Unidos, Sudáfrica y Turquía. “Por lo tanto, el mercado potencial es más que interesante para una empresa que históricamente apostó a la microbiología agrícola”, destacó la empresa.
Este crecimiento en la utilización de la tecnología de inoculación responden a varios factores, señaló el gerente global de Productos Biológicos de la compañía, Matías Gorski. “Estos productos son amigables con el medioambiente, previenen la degradación de los suelos, son más económicos y seguros para el productor, mejoran la calidad y rendimientos de los cultivos e, integralmente, favorecen a una agricultura regenerativa”, señaló.
“A su vez, estas ventajas se combinan con la mayor demanda de alimentos, las mayores exigencias regulatorias de los países que promueven disminuir el uso de químicos y las exigencias del propio consumidor”, agregó Gorski. De hecho, la utilización de inoculantes provoca, entre los principales beneficios, mayores rindes, aportan el 70% del nitrógeno requerido por el cultivo, no hay riesgos en su manipulación ya que son 100% biológicos formulados a base de microorganismos benéficos y no contaminan.
Insumos biológicos
Una de los puntos más destacables de Rizobacter en sus 44 años de historia es su constante expansión, incluso en años complicados para el mundo entero, como lo fue 2020 y el presente año debido a la pandemia de coronavirus. Sin embargo, y con pocos meses transcurridos de 2021, la empresa desembarcó en Australia y Kazajistán, que se suman a otros países también recientes, como Serbia, Croacia, Hungría, Malawi, Ghana y Chile.
Actualmente, su presencia internacional asciende a más de 40 países y se encuentra entre las primeras cinco empresas de biológicos del mundo, “con un mismo desafío compartido: ampliar su paleta de productos biológico (biofungicidas, bioinsecticidas, bioestimulantes, inoculantes para otros cultivos diferentes de la soja, entre otros) y consolidar una oferta integral”.
Asimismo, la empresa detalló que desde marzo de 2020 obtuvo 56 nuevos registros internacionales y, recientemente, logró la solicitud de registro de Rizoderma, el curasemilla biológico desarrollado junto con el INTA, en la Unión Europea. “Esto significa que pronto, esta tecnología que ya es utilizada por los productores argentinos, se convierta en el primer biocontrolador fúngico de industria nacional que se comercializará en Europa, donde la regulación es considerablemente estricta”, destacó Rizobacter al respecto.
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