Bananas, en crisis: por la importación y la falta de precio, en Formosa hay una abrupta reducción de tierras cultivadas

La falta de rentabilidad profundiza el abandono de las parcelas dedicadas al cultivo, lo que representa un problema grave tanto social como económico para muchas localidades del interior de Formosa

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Se profundiza la crisis de la producción de bananas en Formosa y por falta de rentabilidad los productores abandonan la actividad
Se profundiza la crisis de la producción de bananas en Formosa y por falta de rentabilidad los productores abandonan la actividad

Productores de bananas de Formosa, advierten que sin apoyo ni asistencia del gobierno provincial ni de la Nación, enfrentan una crisis productiva que ya ha derivado en pérdida de plantaciones de bananos por no poder competir con la importación, y reclamaron un programa de asistencia que atienda su situación de emergencia.

Así lo indicó Pánfilo Ayala, director de la Federación Agraria Argentina y referente de la filial Laguna Naineck en Formosa. “La falta de rentabilidad es un problema ya histórico, pero actualmente esto profundiza el abandono de las parcelas dedicadas al cultivo de la banana, lo que representa un problema grave tanto social como económico para muchas localidades del interior de Formosa”.

“En la década del 80 al 90 contábamos con unas 6.000 hectáreas plantadas con bananos en Formosa, y hoy solo se llega a poco menos de 2.000. Esta reducción se dio con el ingreso de producción importada, que invadió nuestro mercado, y hasta se vende en Formosa, desde Ecuador, Brasil y Paraguay”, agregó.

El tema le fue presentado al gobierno formoseño de Gildo Insfrán, y también a través de una carta al propio ministro de Agricultura de la Nación, Luis Basterra, quien conoce del tema tras haber sido responsable de la política agropecuaria en la mencionada provincia. Las misivas fueron cursadas la pasada semana a las autoridades y aún no hubo respuesta oficial para atender los pedidos cursados por los productores.

Esas 2.000 hectáreas son el sustento de unas 640 familias, a las que se deben sumar otros 4.500 empleos indirectos si se incluye la producción de Salta y Jujuy, donde hay otras 1.500 hectáreas en producción.

“La importación –dijo Ayala– es un negocio grande para las empresas que comercializan bananas en el mercado argentino. El consumo local ronda las 500 mil toneladas anuales, ya que es la fruta que más se consume. Allí estamos desplazados, ya que no hay una regulación para formalizar el ingreso. Con cuyos costos no podemos competir”.

Según el ruralista federado, la producción local necesita que se regule las compras e ingresos de bananas del exterior durante el tiempo de cosecha en la Argentina, ya que la compras externas plancha los valores locales. “Hoy comenzamos a comercializar la cosecha de banana del 2021, y su cosecha se iniciaría en 30 a 40 días. Y ya nos encontramos con inconvenientes en los precios”, dijo Ayala.

Precios

Para hacer frente a los costos de producción y que haya una margen de rentabilidad, Ayala sostuvo que “el sector necesita contar con un valor de $ 30 por kilo de banana verde en la chacra para poder tener rentabilidad. El año pasado se pagó a razón de $7 a $8. Por la falta de precio no hay motivación ni entusiasmo en los productores locales. Así muchos dejan el cultivo de la banana y pasan a otra fruta o producciones”.

“El quebranto hace que el productor abandone la parcela de siembra. Y cuando hablamos de economías regionales, y hasta agricultura familiar en pueblos rurales, tiene una consecuencia social grave. Ya se profundiza el desarraigo y la desintegración familiar. Los hijos y nietos abandonan las localidades por un empleo”, explicó el dirigente.

En Laguna Naineck las producciones rondan las 3 a 10 hectáreas que se dedican a la agricultura familiar. La falta de rentabilidad que reporta la producción de bananas hace que las alternativas sean otras frutas estacionales, mango, mandioca, batata, algo de verdeo para los animales o bien hortalizas estacionales. Allí, la crisis en la producción de bananas en el norte-oeste formoseño hace que la perdida de tierras productivas sea una constante.

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