Energía limpia y uso energético eficiente, una industria sostenible basada en la economía circular, movilidad sostenible, respeto por la biodiversidad, “del campo a la mesa” (alimentos producidos con el menor impacto sobre la naturaleza) y eliminar la contaminación del aire, el agua y los suelos.
Estas prerrogativas son las que impulsa la Unión Europea desde el Pacto Verde o Green Deal que si bien aún está en sus primeros lineamientos, los analistas coinciden que es una cuestión de tiempo para que se reglamenten (los debe tratar el Parlamento Europeo) y se pongan en práctica. Son medidas que afectarán a productores europeos, pero también a los de todo el mundo que quiera vender a la Comunidad.
Este tema fue analizado a fondo en el marco del XXVIII Congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), en el panel “Del campo al tenedor: la estrategia de la Unión Europea”, del que participaron Gastón Funes, veterinario y agregado agrícola de la embajada argentina en Bruselas; Alexander Döring, secretario General de la Federación Europea de Fabricantes de Alimentos Compuestos para animales (FEFAC); y Tomás García Azcárate, consultor agroalimentario y vicedirector del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España.
“De la granja al plato (farm to fork) forma parte del Pacto Verde europeo lanzado en diciembre del año pasado y busca una economía neutra de emisiones para 2050 pero tiene muchas aristas que impactan sobre los granjeros europeos pero también sobre los productores de alimentos del mundo que quieran venderles, por eso ha habido reacciones de los propios productores de Europa porque se reduce su competitividad”, opinó Funes.
Para dimensionar lo que representa Europa para Argentina, Funes recordó que la Unión Europea es uno de los principales jugadores en el comercio mundial, con más de 500 millones de habitantes y el 16% del comercio agroalimentario si se suman importaciones y exportaciones. Argentina fue el quinto proveedor de alimentos de la Unión Europea (después de Estados Unidos, Brasil, Ucrania y China) por un valor de 6000 millones de dólares.
“Son consumidores con alto poder adquisitivo, un PBI per cápita 4 veces mayor al de Argentina, que tienen exigencias de inocuidad y sostenibilidad, principalmente las generaciones jóvenes están atentas a esto”, dijo, y advirtió que “la crisis del Covid-19 intensificó los miedos de los consumidores europeos”.
“El objetivo de Farm to fork es hacer que el sistema alimentario de la UE sea una norma mundial para la sostenibilidad, ellos quieren exportar sus políticas o enfoques en estos temas”, dijo Funes.
Para el agregado agrícola, este pacto verde o Green deal, “implica amenazas y desafíos, pero también oportunidades para un país verde como Argentina”. Una de las oportunidades es respecto de la biotecnología. “Los transgénicos están demonizados por eso la edición génica tiene una oportunidad porque la UE va a estudiar los beneficios de esta tecnología”.
Por otro lado, Funes remarcó que “Argentina tiene vasta experiencia en temas de agricultura sostenible” y por eso “habría que buscar ser pragmáticos y diferenciarnos de otros países que compiten con nosotros para llegar al mercado europeo”.
“Sabemos que es difícil influenciar las decisiones de la Unión Europea en sus enfoques o políticas, pero sí se puede trabajar desde un diálogo formal e intercambiando información, porque tenemos cosas para mostrar como las buenas prácticas agrícolas, con beneficios para el productor y el exportador, pero también para el consumidor y el medioambiente”, dijo.
Más opiniones
Funes está convencido que Argentina puede también externalizar modelos y enfoques sustentables, para que usen los productores europeos. La siembra directa es uno de ellos, aunque habrá que ver qué pasa con el glifosato. Los agricultores europeos que deciden hacer siembra directa están felices por las bondades de este sistema para reducir la erosión, conservar mejor el agua y porque tienen más tiempo ya que no tienen que estar tantas horas arriba de un tractor pasando el arado (y contaminando el aire con más emisiones). Pero por ahora es un grupo muy reducido a los que muchos ven con desconfianza, como a los pioneros de la siembra directa en Argentina hace tres décadas.
Vale recordar que en 2022 termina el período de extensión que hizo el parlamento europeo para la utilización del glifosato y muchos creen que va a ser difícil que se renueve. “El pacto verde será la base del lobby contra la renovación y si no llegara a renovarse esto va a tener un impacto muy fuerte en nuestras exportaciones al mercado comunitario”.
A su turno, el consultor español García Azcárate repasó algunos detalles del programa “Farm-to-fork” y la biodiversidad. Las metas son reducir el uso de fitosanitarios, bajar un 20% el empleo de fertilizantes y un 50% el uso de pesticidas y antibióticos. Junto con tener un 25% de cultivos ecológicos, un 10% de superficie agraria útil dedicadas a actividades agrarias no productivas y un 30% de superficie con protección medioambiental.
“Estamos en las puertas de un cambio de paradigma en política agraria, que dejará de ser sólo agraria y será política alimentaria y territorial”, advirtió García Azcárate. Y agregó: “Van a aumentar las exigencias ambientales para los productores europeos que quieran acceder a las ayudas comunitarias, más exigencias por el mismo dinero, por lo que será un recorte de competitividad para ellos”, contó García Azcárate, quien además precisó que mayores costos obligan a pensar en un reequilibrio de la cadena alimentaria, para mejorar el precio al productor, para que un producto digno tenga un precio digno”.
La agricultura ecológica es una de las actividades que tienen el visto bueno en este camino, aunque el consultor marcó sus dudas de que “pueda llegar al 25% para 2030 como se propone”. También se habla mucho de la agricultura de conservación, que tiene algunos lineamientos de la siembra directa, “aunque queda pendiente el gran debate de si será con o sin glifosato”.
“Para los países proveedores de alimentos a Europa lo bueno es que el granjero europeo va a perder competitividad, por otro lado, la UE va a competir menos en mercados de exportación africanos y asiáticos, pero como contrapartida está el aumento de obligaciones en trazabilidad e información al consumidor que tendrán que cumplir los productos importados”, agregó el especialista.
También más que nunca se verá un rechazo de los transgénicos, y se espera una profundización en la caída del consumo de carne. El foco también está puesto en el respeto por la biodiversidad, el uso de antibióticos y la deforestación. Todas estas cosas, decidirán si un producto es plausible de ingresar o no a la UE. Algunos ven el botón de muestra en la traba en la exportación de cítricos que por estos días preocupa mucho a las empresas argentinas.
Mayores requisitos
Döring, en tanto, que desde FEFAC representa a los compradores de la harina de soja argentina para alimentación animal, reconoció que los requerimientos van a ser mayores con esta estrategia de la Unión Europea. Vale recordar que desde hace unos años la soja producida bajo el paraguas de la Agricultura Sustentable Certificada (ASC) de Aapresid está incorporada en la guía de compra responsable de soja (la plataforma Standard Maps) de FEFAC.
Por otro lado, Döring advirtió que, si bien el Covid-19 revalorizó la producción y los productores de alimentos, en países como Holanda la presión sobre la industria cárnica es muy grande, porque “la gente come cada vez menos carne (coincide con García Azcárate) y eso impacta indirectamente en la soja argentina porque podría haber menos compra de alimento, además, se cuestiona el origen de esa soja”, dijo. El foco está puesto en la producción de carne en sí, por el trato animal, el veganismo y las emisiones de CO2, pero también por lo que comen los animales (léase soja proveniente de zonas de desmontes).
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