La pandemia está transformando las necesidades, prioridades y cosmovisiones de toda la población mundial, y en esa dinámica imparable es interesante observar las tendencias que se instalan o se fortalecen en momentos de crisis como este. Una de ellas es la búsqueda de muchas personas de lograr un mayor contacto con la naturaleza, con los procesos biológicos del planeta. Y allí se enmarca, también, la necesidad económica y filosófica de producir el propio alimento.
“Tanto a mediados de la década del 90 como en las crisis que atravesamos en 2002, 2008 y ante la presente pandemia, observamos un crecimiento en el número de huertas urbanas. Durante las crisis socioeconómicas, muchas personas comienzan a armar huertas en sus casas con la idea de autoabastecerse”, señaló al respecto María Ximena Arqueros, docente de la cátedra de Sociología y Extensión Rurales de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), en un artículo del sitio de divulgación de la UBA “Sobre la Tierra”.
“Aunque las huertas urbanas se inician con un anhelo de producir el propio alimento, luego, ese objetivo suele cambiar. No son experiencias exclusivamente productivas ni de sectores populares de la ciudad. En los últimos años se acercaron a la horticultura urbana personas con distintas expectativas e intereses, como pueden ser el vínculo con los alimentos, con procesos biológicos, con el reciclado de residuos y hasta con la ocupación de los espacios. Más allá de cuánto se produzca y de quienes lo hagan, las huertas tienen un gran contenido simbólico”, señaló Nela Gallardo, docente de la cátedra de Sociología y Extensión Rurales de la Fauba.
Tanto Arqueros como Gallardo integran el Programa de Extensión Universitaria en Huertas Escolares y Comunitarias (PEUHEC) de la Fauba y afirman que la horticultura urbana puede ayudar al autoabastecimiento y a fortalecer las relaciones entre los ciudadanos y la naturaleza. Destacan además la relación entre las huertas urbanas y el derecho a la alimentación.
Desde el INTA ProHuerta agregan que las huertas urbanas también pueden ayudar a aprovechar mejor el agua, evitar inundaciones, amortiguar el impacto de las altas temperaturas y construir un refugio natural para la flora y la fauna autóctonas. Son, además, un medio para recuperar saberes y compartirlos con nuevas generaciones. “La producción de alimentos agroecológicos en las ciudades se ha convertido en un movimiento de escala mundial, una forma de ser responsables no solo de la contribución a el sustento propio y al cuidado del ambiente, sino que además es un regreso a relacionarse con la tierra y la naturaleza, al conocimiento que significa conocer de forma consciente de qué manera se producen los alimentos que consumen nuestra familias e hijos”, remarcan.
Cómo dar el primer paso
“Si bien es muy difícil lograr el autoabastecimiento con una huerta urbana, podemos colaborar en la alimentación de nuestras familias. Es posible producir hortalizas en el jardín, en el balcón o incluso en una ventana. Lo más importante es buscar el sitio con mayor radiación solar directa. Para armar la huerta podemos reutilizar materiales que tengamos en la casa como cajones o macetas. Hay tantas formas como ideas, según los recursos que tengamos a disposición”, explicó por su parte Marcela Harris, docente de la cátedra de Horticultura de la Fauba. Y añadió: “Luego hay que elegir las especies que queremos cultivar en función del momento del año y de la zona en que nos encontremos. Para eso debemos consultar un calendario de siembra y plantación para la región en que se ubica nuestro hogar. Hay que conocer el ciclo de crecimiento de las especies que seleccionamos. Así podremos planificar cuándo sembrar, plantar o trasplantar de manera escalonada en función de cuánto consume cada familia”.
La docente afirmó que en invierno todo crece más lento, pero es posible cultivar hortalizas de hoja como lechuga, acelga, espinaca, repollo y kale, entre otras. “También puede servir empezar con hortalizas de crecimiento rápido, que se cosechan aproximadamente al mes y medio de sembradas, como el rabanito, la rúcula o radicheta”, dijo.
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