En el campo no hay dudas de que la salida de la recesión que está provocando la pandemia del coronavirus en la Argentina, será de la mano del negocio agropecuario. Se trata de un sector que el año pasado aportó 6 de cada 10 dólares que ingresaron al país por las exportaciones. Y para eso el engranaje esencial de la actividad no se detiene en plena cuarentena obligatoria. Sin embargo, hay diferentes problemáticas que aquejan al rubro y que derivan en una enorme incertidumbre para la toma de decisiones en el corto y largo plazo.
Mientras en las diferentes zonas productivas avanza a paso firme la cosecha de soja y maíz, los productores sufren problemas de logística por las restricciones a la circulación de camiones, y también como consecuencia de la bajante del Río Paraná que afecta al negocio exportador y al ingreso de divisas. A todo esto, se suma un escenario de elevada presión impositiva, y caída de los precios internacionales. Esto último, podría derivar en 4.000 millones de dólares que dejarían de ingresar al país, según proyectó esta semana David Miazzo, economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA).
Tampoco hay que dejar de mencionar el incremento que ha registrado en las últimas semanas la brecha cambiaria, a lo que se suma la elevada inflación y las serias dificultades para acceder a líneas de financiamiento a tasas de interés accesibles, que permitan la inversión de los productores en las nuevas tecnologías para obtener mejores rendimientos durante el período de cosecha.
Muchos han definido este presente del sector agropecuario como una verdadera tormenta perfecta. Y en el caso que el escenario se pueda revertir y la política agropecuaria del gobierno de Alberto Fernández se convierta en un incentivo a la producción, el consultor Pablo Adreani sostuvo que la Argentina podría producir 150 millones de toneladas el año próximo, y el ingreso de divisas aumentaría en 6.000 millones de dólares.
En el análisis profundo de la problemática agropecuaria, la caída de precios internacionales de los cereales y la soja ha sido significativa. Según Miazzo, entre el último semestre del año pasado y el presente mes, las cotizaciones de la soja cayeron un 9%, y las del maíz un 13,5%, con el efecto negativo de los bajos precios del petróleo en el negocio del etanol. Además, los precios de exportación de la carne vacuna presentaron una merma de 12% entre diciembre de 2019 y febrero de este año.
Además, la logística que es clave en todo lo relacionado al traslado de la producción hacia los diferentes centros de comercialización, no atraviesa un buen momento. Hay problemas para que los camiones y productores puedan llegar a los establecimientos rurales, en provincias como San Luis, por las enormes restricciones que hay para la circulación en medio de la cuarentena obligatoria, a pesar que la actividad agropecuaria está exceptuada de la misma.
A todo esto, se suma la bajante del Río Paraná que está impidiendo la normal carga de mercadería con destino al mercado internacional, y provocando pérdidas para el primer cuatrimestre de este año de 244 millones de dólares, según proyecciones de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Toda esta problemática influyó mucho para que los productores decidieran en esta campaña agrícola, de acuerdo a las estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario, almacenar en silobolsas unas 75 millones de toneladas, sobre un total de 137 millones de toneladas de cosecha total que proyecta el gobierno. De las toneladas almacenadas en silobolsas, 60 millones serán de mercadería que luego se enviará al circuito comercial y otros 15 millones corresponderían a reservas para forraje.
“Una serie de factores confluyeron para que el productor privilegie el almacenaje en chacra. En el contexto del coronavirus, se destaca el temor que el envío del grano a puerto no consiga entregar la mercadería a tiempo por las interrupciones al flujo de camiones y las complicaciones operativas que surgen como consecuencia del cierre de bancos y casas de cambio”, explicaron economistas de la bolsa rosarina.
Y por último, hay que resaltar la problemática de la presión impositiva, que hace inviable el negocio de todas aquellas producciones que están alejadas de los puertos y que afecta negativamente las decisiones futuras que deberán adoptar los productores de cara a la campaña agrícola 2020/2021.
En su último informe de análisis del negocio agropecuario, los consultores Alejandro Meneses y Teo Zorraquín manifestaron que con el actual contexto, las empresas del agro y los productores, “están priorizando la caja, y donde al momento no se escuchan problemas mayores en la cadena de pagos, salvo en leche, aunque hay demoras en pagos. Tampoco escuchamos problemas en la cadena de suministros”.
Y con la mirada puesta en el mediano y largo plazo, “se piensa en esquemas defensivos, con superficies similares a alquilar, respetando la rotación de cultivos y la proporción de actividades sin proyectar por el momento bajas en tecnología. Se anticipan compras de insumos, se paralizan inversiones postergables y se disminuyen o anulan proyectos expansionistas”, expresaron los consultores.
Efectos del coronavirus en las cadenas agroalimentarias
Esta semana en una charla virtual, Miazzo, de FADA, dijo que las exportaciones de las cadenas agroalimentarias y agroindustriales serán centrales, donde productos como trigo, soja y maíz están mejor posicionados por una mayor inserción internacional que el resto, aunque el maíz ha estado sufriendo mucho por su correlación con el petróleo a causa del etanol.
Además, agregó: “En una posición intermedia están los sectores que exportan entre el 20% y 30% de su producción que estarán afectados por el mercado interno, pero que también tendrán una vía de escape por el externo. Aquí hay un grupo que sufrirán menos por ser bienes de primera necesidad como el arroz y la carne aviar. En el otro extremo está la vitivinicultura, que tiene buena inserción internacional pero que su demanda puede caer. En el medio está la carne bovina que a nivel local es un alimento básico, pero que ante cambios puede ser sustituida por proteínas más baratas”.
A este contexto, el economista de FADA sumó a otras producciones regionales, donde se pueden ubicar a la mayor parte de las hortalizas y las frutas, que tienen muy baja inserción internacional y estarán afectadas en gran medida por el mercado interno. Aunque en general son alimentos de primera necesidad, por lo que se puede prever o una caída de precios reales o un cambio hacia los productos de menor valor.
Perspectivas agrícolas
De cara a la próxima campaña agrícola 2020/2021, una vez más el campo demostrará que pese a un escenario muy desfavorable en lo económico y financiero, se seguirá apostando a la producción.
Esta semana la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en su informe de pre campaña, anunció que crecería un 1,5% la siembra de trigo, por las buenas perspectivas climáticas en la ventana de siembra y una mejor relación insumo-producto. Sin embargo, los productores alertaron sobre la situación económica, los mercados internacionales y el alcance de la política agropecuaria nacional.
De cara a la próxima siembra de cultivos de verano, esta semana en una videoconferencia que realizó el analista Pablo Adreani, el 53,8% de los productores que participaron de la misma adelantaron que mantendrán el área de siembra de maíz, y con un 46% de los encuestados que utilizarán alta tecnología para dicho proceso.
Por otro lado, “es incierto el panorama para la soja”, dijo Adreani, y agregó: “Las mayores dudas son por motivos de mercados internacionales y también por las cuestiones locales. No olvidemos que Argentina es un gran productor de derivados de la soja como son el aceite y las harinas y eso complica la disponibilidad de poroto para exportar”.
Si bien, el 50% de los asistentes a la charla virtual aseguraron que mantendrán la superficie sembrada en relación al ciclo actual que está en su etapa final, Adreani imagina un escenario de caída del área de siembra de soja en 1.000.000 de hectáreas.
Tras el aumento de las retenciones a las exportaciones de soja y sus derivados, que actualmente son del 33%, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires aseguró que esa decisión que adoptó el gobierno nacional “presiona al negocio oleaginoso en el futuro cercano. Con los precios previstos para el poroto en el orden mundial y la pérdida de rentabilidad, la Bolsa de Cereales porteña proyectó meses atrás una siembra de la oleaginosa para la próxima campaña que sufriría una caída de 636 mil hectáreas.
A partir de todo esto, Adreani sugirió al gobierno implementar una serie de medidas para revertir el actual escenario: la unificación del tipo de cambio, el blanqueo del atraso cambiario y llevar al dólar a un nivel que genere una importante competitividad a la producción y a las exportaciones de la Argentina, y eliminar las retenciones a las economías regionales.
Además, el consultor propuso bajar las retenciones del trigo y el maíz en un 50% para compensar la baja de los precios internacionales y potenciar la próxima siembra de dos cultivos que son imprescindibles en la sustentabilidad de la producción agrícola.
Y por otro lado, el especialista se mostró a favor de implementar nuevamente el diferencial de retenciones entre el poroto de soja y la harina y el aceite, con retenciones al poroto en 33%, y el aceite y la harina en 28%.
En caso que se implementen dichas medidas, Pablo Adreani precisó que la Argentina podría producir 150 millones de toneladas el año próximo y el ingreso de divisas aumentaría en 6.000 millones de dólares.
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