Hasta esta semana el avance de la trilla de soja era del 40 por ciento, un porcentaje superior al de la misma fecha de las últimas cinco campañas, y según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires se espera que la producción nacional de soja alcance las 49,5 millones de toneladas, con un rendimiento promedio de 29,5 quintales por hectárea. Pero en materia de rindes, los resultados son desparejos y dependen de cada región.
Para explicar la evolución heterogénea de la oleaginosa en distintas zonas del país, Magalí Nico, docente de la cátedra de Cultivos Industriales de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba), resaltó que al faltar agua en la primavera se retrasó la siembra, el crecimiento vegetativo del cultivo y la efectividad de algunos herbicidas. Luego, durante la segunda quincena de diciembre y enero, cuando el cultivo suele atravesar etapas críticas en las que se determina el número de granos, llovió en casi toda la región sojera, los cultivos se recuperaron y, en muchos casos, se borró el efecto de la falta de agua en primavera.
“Sin embargo —prosiguió Nico en diálogo con el sitio de difusión científica de la UBA Sobre La Tierra—, en febrero volvió a faltar agua, con más de tres semanas consecutivas sin lluvias en algunas zonas. En esas fechas, gran parte de los cultivos de soja está en pleno llenado de grano y cuajando las últimas vainas. Por lo tanto, es esperable que en muchos lotes no se alcance el peso potencial. Esta sequía de febrero probablemente haya afectado más a los cultivos de segunda, la mayoría de los cuales aún no se cosechó”.
Para el maíz, el panorama es un poco más alentador, con rendimientos más estables más allá de alguna zona afectada especialmente por contratiempos climáticos. “Hacia el centro-este de Entre Ríos el rinde medio fue de 69,8 quintales por hectárea, en Córdoba se dan buenos rendimientos, en el NEA se esperan rindes menores a las medias zonales, en el NOA la recolección comenzará en mayo, en el oeste-centro de Buenos Aires y norte de La Pampa las labores están tomando impulso en los lotes más altos, y hacia el sur el maíz tardío y el de segunda están en madurez fisiológica”, detalló el informe de la Bolsa de cereales porteña, y destacó que para esta campaña se estima una producción de 50 millones de toneladas, un 1,2 por ciento menos que el ciclo previo.
“Conviene analizar por separado al maíz temprano del tardío”, remarcó Gustavo Maddonni, docente de la cátedra de Cerealicultura de la Fauba e investigador del Conicet. “Respecto al temprano, el informe de Estado y Condición de Cultivos de la Bolsa informa que al 16 de abril ya se había cosechado el 52,7 por ciento del área total sembrada con ese cereal, casi un 10 por ciento más que la campaña pasada para esta misma fecha. En cuanto al maíz tardío, apenas el 26,3 por cieno del área sembrada en el país con ese cultivo está entrando en madurez fisiológica, por lo que todavía falta para empezar a cosechar”.
Impactos de la cuarentena
En cuanto a los posibles impactos de la cuarentena sobre la actividad agrícola, Maddonni afirmó que es posible que tenga lugar un aumento considerable del almacenamiento “a campo”, principalmente en silo bolsa, siempre y cuando no se modifiquen las restricciones actuales, que son muy bajas o nulas para la cadena de agroalimentos. Y añadió: “Por otra parte, si el nivel de contagio con coronavirus se dispara exponencialmente e impacta sobre los que están operando las maquinarias, los perjuicios serían de consideración. Por suerte, la ventaja de este sector es que tiene un mejor aislamiento general y natural, aun cuando se esté en pleno trabajo. De todas maneras, los establecimientos ya consolidaron protocolos sanitarios en este sentido”.
Por su parte Nico consideró que si se mantiene el escenario actual, que permite las tareas de cosecha y comercialización de soja con los permisos y recaudos necesarios, la cuarentena no debería afectar la cosecha de soja. Sin embargo, alertó que las demoras que se produzcan en esta etapa pueden provocar la apertura de las vainas, causando desde pérdidas de rendimiento hasta el avance de algunos microorganismos patógenos de las semillas.
“En el escenario actual —puntualizó Maddonni—, lo más importante será tener articulada al detalle la logística y la capacidad de almacenamiento. Con la incertidumbre que se maneja, los productores deberán estar muy preparados para despachar y almacenar la producción, de manera que la cosecha no se interrumpa por restricciones al transporte. A nadie le sirve un lote de maíz en pie cuando el cultivo está seco, ya sea por los costos financieros, las necesidades de acondicionamiento o la proliferación de patógenos en espiga”.
Seguí leyendo: