Nada se pierde todo se transforma. El lema cobra más fuerza que nunca en estos días ya que, pandemia mediante, se está celebrando el mes del compostaje, desde el 22 de marzo (Día internacional del Agua) al 22 de abril (Día internacional de la Tierra).
¿Qué es el compostaje? Se trata, en pocas palabras, de la transformación de residuos en material valioso para la nutrición del suelo.
La producción de compost, o humus, está muy difundida a nivel doméstico, son cada vez más los que deciden transformar su basura en abono para sus plantas y de esa manera reducir la cantidad de residuos que desechan, fortalecer la salud de sus jardines y balcones y hacerle un bien a todo el medio ambiente.
Se calcula que una bolsa de basura diaria contiene un 40% de materia orgánica que puede ser reciclada y devuelta a la tierra en forma de humus para las plantas y cultivos. Compostando, de cada 100 kilogramos de residuo orgánico se pueden obtener 30 kilogramos de abono gratuito.
Pero no se trata solamente de una tendencia de ambientalistas urbanos, sino que por el contrario, en las zonas rurales el compostaje tiene un enorme potencial, particularmente anclado a la producción agropecuaria.
Tanto las economías regionales como la producción extensiva de granos y, sobre todo, la producción animal, generan muchas toneladas de residuos que pueden ser transformados y que en muchos casos ya se están convirtiendo en fertilizantes.
Aportes
“Ya se está haciendo compostaje en muchos puntos del país, por ejemplo en Mendoza y Cuyo se está utilizando el orujo de vid, en Río Negro el orujo de peras y manzanas, se está usando en muchas localidades los restos de poda, los barros de maltería, rastrojos de cereales, contenido ruminal, efluentes de cerdos, cama de pollo, cama de caballos, guano aviar, bagazo de caña, cítricos…”, enumera en diálogo con Infobae María Corina Leconte, ingeniera agrónoma con una tesis de doctorado en compostaje y muchos años de experiencia en el tema, sobre todo en empresas productoras de yerba mate y de algodón.
El comienzo de su carrera fue una experiencia muy enriquecedora en un reconocido establecimiento correntino que produce yerba mate, té y también realiza ganadería y forestación. “La yerba mate tiene la particularidad de ser un cultivo perenne cuyas hojas son justamente el producto, con lo cual el suelo nunca recibe hojas y va perdiendo materia orgánica con el tiempo”, explica la especialista. Por eso, con la ayuda de Corina la empresa implementó un sistema para abonar las tierras yerbateras con compostaje realizado a partir de los residuos de todas las otras actividades, y hoy cuentan con una planta de compostaje de 10 hectáreas.
“El proceso no es para nada complejo -explica Leconte, impulsora de la incipiente Asociación Argentina de Compostaje (Asacom)-. Hay que buscar un equilibrio entre materiales que aporten nitrógeno y materiales que brinden carbono”.
¿Cómo identificarlos? Entre los materiales aportantes de nitrógeno están, por ejemplo, residuos húmedos como las cáscaras de frutas y el estiércol de vaca o caballo. Entre los que brindan carbono se encuentran el aserrín, el papel y las ramas y restos de poda. La unión de estos elementos en proporciones equilibradas produce la alquimia fertilizadora.
En términos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), es posible interpretar el compostaje como el sumatorio de procesos metabólicos complejos realizados por parte de diferentes microorganismos, que en presencia de oxígeno aprovechan el nitrógeno (N) y el carbono (C) presentes para producir su propia biomasa. En este proceso, adicionalmente, los microorganismos generan calor y un sustrato sólido, con menos C y N, pero más estable, que es llamado compost.
“El compostaje es un proceso biológico, que ocurre en condiciones aeróbicas, con presencia de oxígeno. Con la adecuada humedad y temperatura, se asegura una transformación higiénica de los restos orgánicos en un material homogéneo y asimilable por las plantas”, resume Leconte.
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