Comienzos de 2010. Poco tiempo había pasado del recordado conflicto entre el Gobierno y el campo por la resolución 125, Cristina Fernández de Kirchner estaba en plena campaña para una reelección que luego lograría y, para bajar la tensión y congraciarse un poco con el sector que estaba motorizando a la economía argentina, lanzó con bombos y platillos el Plan Estratégico Agroalimentario 2010-2020. En síntesis, ponía un horizonte de crecimiento exponencial para todas las actividades agroindustriales y le daba al campo un lugar central en el desarrollo económico.
La misma presidenta decía en el documento: “Si hacemos las cosas con este criterio de sumar y multiplicar, de innovar, de incorporar ciencia y tecnología, conocimiento, a un sector que ya tiene alto grado de competitividad y mucho valor agregado que genere empleo estable, en blanco, calificado y bien remunerado en la Argentina, este plan nos va a colocar en una posición muy buena en el concierto de las naciones”.
Y Julián Domínguez, entonces Ministro de Agricultura Ganadería y Pesca de la Nación, afirmaba que en nuestra Patria había nacido “un nuevo capitalismo nacional que apuesta a producir más y mejor, que incorpora valor agregado en origen, que adopta nuevas tecnologías y que de la mano de la siembra directa, en este contexto, logró pasar de 68 millones a más de 100 millones de toneladas de cereales y oleaginosas”.
Con ese tono, el documento elaborado con la participación de cientos de investigadores, empresarios, funcionarios y miembros de instituciones públicas y privadas planteaba una serie de ambiciosos objetivos productivos para la década 2010-2020. Ahora, con las cartas sobre la mesa y una campaña 2020 ya jugada, llegó la hora de cotejar las expectativas con la realidad.
Producciones
En materia de producción de granos, el PEA imaginaba un aumento en la superficie sembrada de 33 millones de hectáreas en 2010 a 42 millones de hectáreas en 2020, representando un incremento del 27 por ciento. A pesar de que efectivamente hubo un crecimiento, el objetivo quedó lejos ya que hoy los principales cultivos suman aproximadamente 35 millones de hectáreas sembradas. En algunos casos, el cálculo fue demasiado optimista, pero en otros, se quedó corto. Por ejemplo, el aumento esperado en la superficie sembrada con trigo era del 111 por ciento, pasando de 3,6 millones de hectáreas en 2010 a 7,5 millones de hectáreas en 2020. No se alcanzó el objetivo pero tampoco está tan lejos, ya que el área triguera en 2019 fue de 6,8 millones de hectáreas, y con un poco de ayuda de la política se podría lograr que siga creciendo.
El caso de la soja es curioso: no solo no se logró el aumento esperado en superficie, sino que en esta década hubo un retroceso. El aumento esperado era de 18,3 millones de hectáreas en 2010 a 22 millones en 2020, representando un crecimiento del 20 por ciento, pero el área sojera cayó a 17,7 millones de hectáreas.
Mientras tanto, el incremento de la superficie sembrada con maíz, según el documento, sería de 3,7 millones de hectáreas en 2010 a 5,7 millones de hectáreas en 2020, representando un crecimiento del 56 por ciento, y la meta fue ampliamente superada llegando en la actual campaña a las 6,9 millones de hectáreas sembradas.
En términos de volumen producido, la meta también quedó un tanto lejos para los granos, aunque el crecimiento fue muy importante. En el PEA se esperaba un aumento en la producción del 58 por ciento en una década, pasando de los 100 millones de toneladas de 2010 a 157,5 millones de toneladas en 2020. Actualmente, según los cálculos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, alcanzamos las 145 millones de toneladas.
Otras producciones
En cuanto a la actividad ganadera, los números reales del 2020 tampoco reflejan lo que se esperaba en 2010. Si bien sí se logró recomponer en parte el stock bovino, pasando de 49 a 54 millones de cabezas, la producción no siguió la misma curva. Los objetivos del PEA planteaban un aumento en la producción de carne bovina de 2,6 millones de toneladas a 3,8 millones de toneladas, expresando un incremento del 46 por ciento. Por su parte, la producción de carne aviar y porcina aumentarían un 88 y 193 por ciento respectivamente con relación al año 2010, pasando de 1,6 millones a 3 millones de toneladas para la carne aviar y de 281.000 a 822.000 toneladas para la producción de carne porcina. El momento llegó y la realidad es la siguiente: hoy se producen en Argentina 3,1 millones de toneladas de carne vacuna, 2,2 millones de carne aviar y 627.000 toneladas de cerdo.
Pero el baño de realidad más frío de todos es sin dudas el que le tocó a la lechería, una actividad que navega sin rumbo hace varios años. El PEA 2010-2020 auguraba un aumento del stock de vacas de 2,15 millones de cabezas a 2,95 millones, y el rodeo lechero cayó a 1,5 millones según el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA). El documento planteaba además el aumento en la producción de lácteos de 10.400 millones de litros a 18.300 millones de litros, representando un incremento del 76 por ciento, pero el dato de 2018 muestra un estancamiento en ese sentido, ya que la producción fue de apenas 10.500 millones de litros.
¿Eran muy ambiciosos los objetivos? ¿Qué pasó en estos diez años para que el sector no pudiera expresar todo su potencial? ¿Se puede seguir soñando con esas metas de cara a los próximos años? Son preguntas que quedan en el tintero para un próximo análisis.
Seguí leyendo: