A una semana de conocerse la decisión del Gobierno de reinstalar un nuevo régimen de retenciones y de reducir los reintegros a la exportación ante la necesidad de sanear el déficit fiscal para avanzar con la revisión del acuerdo con el Fondo Monetario (FMI), el campo se vio obligado a mirar para atrás y revisar sus cuentas. El gran interrogante es: ¿cómo impactó la devaluación desde el comienzo de la gestión de Mauricio Macri en la ecuación de costos de los productores agrícolas y ganaderos?
Si bien, para algunos sectores de la agroindustria un dólar a $ 38 puede significar una mayor competitividad, para otros genera que sus márgenes se vean reducidos ante una estructura productiva dolarizada. Por citar sólo dos situaciones, hay que considerar que un productor de soja adquiere fertilizantes cuyo precio se mueve el ritmo de la cotización de la moneda estadounidense; mientras que un productor ganadero que alimenta a sus animales con granos, ve modificado el valor de ese insumo de acuerdo a la referencia de los mercados internacionales.
Infobae realizó un relevamiento en el que se compara el comportamiento del precio de la soja, la hacienda en pie y el gasoil, y su relación con la devaluación del peso y los índices de inflación, desde diciembre de 2015 a agosto de este año.
Moneda de cambio
Según el Banco Central (BCRA), el 10 de diciembre de 2015 el dólar cotizaba a $ 9,75 por unidad. Una semana después, el entonces Ministro de Economía, Alfonso Prat Gay, anunciaba el levantamiento del cepo cambiario y la primera actualización de la cotización que llevó ese valor a los $ 13,74. Eso explica que el Tipo de Cambio Nominal Promedio Mensual (TCNPM) de la entidad monetaria se ubicara en los $ 11,43 sobre el final de aquel año.
Tomando esa referencia, en agosto de 2016, el billete "verde" comenzó un camino ascendente que terminaría con un impensado escenario actual, por lo que el TCNPM saltó 29,9% en ocho meses alcanzando los $ 14,85. En 2017 se iría a los $ 17,42 con un crecimiento interanual de 17,3%; y en 2018 se ubicó en los $ 30,12, un 72,9% más entre un año y otro.
Por lo tanto, en la era de Cambiemos el tipo de cambio promedio se incrementó un 163,5%. Sin embargo, la devaluación es significativamente mayor si la comparación es en los extremos: de los $ 9,75 a los $ 38 la diferencia supera el 280% en el mercado minorista. Como consecuencia, las variables de granos, ganado y combustible, tuvieron comportamientos muy dispares, pero todos los casos negativos para la producción.
Grano por grano
Para los productores, uno de los principales indicadores de referencia es la cotización en pesos de los granos. De acuerdo a la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), el valor promedio de la tonelada de soja era en diciembre de 2015 de $ 2.894,44. Ese precio se disparó en similares proporciones que la devaluación en agosto del año siguiente y pasó a ser de $ 4.117,27, es decir, un 42,2% más.
Esa brecha marcó un punto de quiebre en economías regionales como la producción porcina o la lechería, que ya venían golpeadas. En el primero de los casos por un crecimiento en las importaciones desde Brasil de cortes congelados que deterioraron los precios que recibían los chacareros en el mercado interno; y por la suba en el precio de los alimentos para sus animales. Cabe recordar que en esta actividad dos terceras partes del costo de un animal son los granos (principalmente maíz) y expellers de soja, cuyo precio en pesos depende de su cotización internacional en dólares.
Este ítem en la estructura de costos también afectó de manera considerable a los tamberos que pasaron a pagar repentinamente en diciembre de 2015, un 40% más por las raciones para las vacas. Sumado a esto, el comienzo de la gestión de Cambiemos sorprendió al nuevo gobierno con las consecuencias de las inundaciones que afectaron a un número importante de establecimientos de las principales cuencas lecheras de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, con pérdida de animales y merma en la producción.
En agosto de 2017, la rápida suba que habían registrado los granos 12 meses atrás se apaciguó y el ajuste fue de sólo 3,3% llevando el valor promedio de la tonelada de soja a $ 4.254,32.
Esa diferencia fue menor porque el precio FOB de la tonelada de la oleaginosa también tuvo un freno en el puerto de Rosario. A fines de 2015 se ubicó en los USD 349,89; en agosto de 2016 se fue a USD 408,27 (+16,7%) mientras que un año después bajó 9,7% hasta los USD 368,73.
La BCR marcó para la última jornada de agosto una cotización para los mil kilos de soja de $ 9.000, un 111,5% más que el promedio de agosto de 2017, al tiempo que el precio FOB (según los datos de la actual Secretaría de Agroindustria) se apreciaba 0,9% hasta los USD 372. De un extremo a otro, los valores internos se modificaron en 210,9% para los granos a nivel local, y 6,3% para la exportación.
Kilo vivo
Si bien el precio del ganado vacuno comenzó a revalorizarse a comienzos de septiembre, los valores en pesos se quedaron muy atrasados con respecto a la devaluación; tanto es así que su correlato en dólares sufrieron una baja más que considerable. Por caso, el informe económico de diciembre de 2015 del Centro de la Industria y Comercio de las Carnes de la República Argentina (CICCRA) señalaba que "el precio promedio de la hacienda comercializada a través del Mercado de Liniers estableció un nuevo máximo (nominal) de $ 22,55 por kg", lo que se tradujo a un valor de U$S 1,984 por kilo vivo.
Cabe recordar que CICCRA ya advertía en ese entonces sobre los efectos negativos de la devaluación sobre los precios de la hacienda vacuna en pie y ponía como ejemplo lo que había sucedido en 2014 durante el segundo mandato de Cristina Fernández cuando el promedio entre noviembre de 2013 y junio del año siguiente había perdido (-12,7%).
En agosto de 2016, la depreciación del peso empezó a notarse moderadamente, teniendo en cuenta que ocho meses atrás esos precios en Liniers se habían acomodado un 55% interanual, previendo los coletazos que había dejado el primer ajuste de la cotización del dólar y la inflación que venía empujando con fuerza, siendo que entre enero y agosto de ese año el Índice de Precios al Consumidor (medido por la oposición en el Congreso, debido a que el INDEC comenzó su normalización en mayo de ese año) había trepado casi al 28%.
Por lo tanto, el precio promedio de la hacienda vacuna para el octavo mes de 2016 se ubicó en $ 25,13, un 11,4% más que en diciembre del año anterior; mientras que medido en la moneda estadounidense había caído (-14,7%), a los U$S 1,692. En agosto de 2017, CICCRA informó que los indicadores del mercado habían subido 13,4% a $ 28,49 en promedio, lo que se tradujo en una baja de (-3,4%) en dólares pasando a U$S 1,634 por kilo vivo.
Según los datos del Mercado de Liniers para la última rueda de agosto, el promedio de todas las categorías fue de $ 39,09, un 37% arriba del promedio en relación al año anterior, pero su correlato en dólares registró una caída del 20,9% al U$S 1,297. En definitiva, desde diciembre de 2015 y el octavo mes de 2018 el precio promedio de la hacienda vacuna se apreció un 73,3%, pero se retrajo un (-34,6%) en dólares.
El Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) publicó en agosto de este año el informe especial "El boom exportador y el fin de un mito", en el que señalaban que las exportaciones correspondientes al sexto mes de 2018 alcanzaron un valor aproximado de U$S 154 millones, resultando 49% superiores a los U$S 103,4 millones obtenidos en junio de 2017. Sin embargo, reconocían que en junio de este año el precio promedio de exportación fue "significativamente inferior" en (-10,6%) en comparación interanual.
El ritmo de crecimiento de la producción y el posterior impacto positivo en las ventas externas estuvo acompañado por una mejora en el tipo de cambio que incentivó a los productores a "aguantar" los animales para conseguir más kilos y aprovechar las políticas que potenciaron la apertura de nuevos
mercados para el argentine beef, con China a la cabeza como principal destino del producto nacional.
En este sentido, el trabajo del IPCVA puso de manifiesto que en agosto de 2017 se registró un piso de exportaciones de 22.916 toneladas con una producción de 246.401 cabezas y un consumo interno de 60,9 kg por persona por año. En junio del año siguiente, con la misma producción (246.460 cabezas), se ganó un kilo de peso promedio por animal (de 224,7 kg a 225,8 kg), con un consumo doméstico que bajó a 55 kg per cápita,
pero con ventas externas que treparon a las 42.458 tn, lo que significó un aumento de 85,3% en 10 meses.
En resumen, un precio en el mostrador que no pudo empatar las marcas de la inflación, se vio compensado por más exportación con un peso cada vez más devaluado.
Gasoil, insumo básico
Mientras que los índices de inflación medido por el IPC Congreso desde diciembre de 2015 a julio de este año alcanzaron el 114%, el diesel común subió desde que comenzó la administración macrista 119,6%. De acuerdo a la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines de la República Argentina (CECHA), el litro de este combustible en los surtidores de YPF del Área Metropolitana era hace tres años y nueve meses de $ 11,81 (U$S 1,03 de acuerdo al TCNPM de la época de $ 11,43).
En agosto de 2016, ese precio trepó 31,5% hasta los $ 15,53 pero el ajuste en dólares sólo fue de 1 punto porcentual (U$S 1,04). Un año después, el litro de gasoil se pagaba $ 17,32 lo que representó un aumento de $ 11,5%; otra vez en moneda extranjera ese valor se diluyó (-4,8%) hasta los 99 centavos de dólar, de acuerdo al tipo de cambio promedio del BCRA. Semanas después, el entonces ministro de Energía, Juan José Aranguren, anunciaba la liberalización del mercado de los combustibles.
El resultado fue que en agosto de 2018 el litro de diesel pasó a costar $ 25,94, un 49,7% más en 12 meses. A la par, esto significó una reducción de su precio en dólares de (-13,1%) ubicándose en los 86 centavos de dólar. Como consecuencia, los empresarios de combustible representados por CECHA insisten en que los precios en los surtidores siguen atrasados, teniendo en cuenta que el valor del gasoil cayó (-16,5%) en moneda estadounidense desde fines de 2015.
Este panorama de volatilidad entre un dólar que sigue buscando el precio competitivo, en medio de una crisis de confianza en lo político, sumado a la imposición de mayores impuestos a la exportación que impactan de manera directa en los precios internos, les dificulta cada vez más a los productores la tarea de encontrar una ecuación de equilibrio que les permita proyectar un negocio agropecuario con márgenes mínimos de rentabilidad.