"La materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma". Esta enunciación científica del siglo XVIII sobre la Ley de la Conservación de la Masa del francés Antoine Lavoisier, sigue vigente. Así es como nada se pierde, y el campo es uno de los mejores ejemplos con la re-utilización de sus residuos. Y en eso trabaja el sector gracias a la integración público-privada entre el Estado y las empresas que buscan poner a la Argentina en el mapa de la producción de biomateriales.
Sucede que la Secretaría de Alimentos y Bioeconomía del Ministerio de Agroindustria dispusieron la creación de la Comisión Nacional Asesora en Biomateriales (COBIOMAT) que funcionará en el ámbito de la Dirección de Biotecnología de la cartera nacional.
Según la Resolución 13/2018, firmada días atrás por el Secretario de Alimentos y Biotecnología, Andrés Murchison, "los biomateriales constituyen un pilar fundamental para el desarrollo de la bioeconomía, la cual propone una nueva visión de la relación de la agricultura y de la industria, y ofrece un modelo de desarrollo sustentable".
En las consideraciones de la norma se explica que "existe una tendencia mundial hacia el reemplazo de los recursos combustibles fósiles por recursos biológicos renovables, tanto como fuente de energía, como de materiales". También agrega que "en la Argentina se están produciendo avances relevantes en el desarrollo de productos biotecnológicos a partir de materia prima renovable de origen agroindustrial, denominados biomateriales o materiales biobasados".
¿Qué son y de dónde se obtienen?
Bioplásticos, biofibras, biopinturas y biolubricantes. Sobre los primeros, la Resolución explica que "constituyen un campo de interés creciente en sectores industriales y en el marco de la bioeconomía, resulta de interés considerar la producción y el uso de los mismos como motor de agregado de valor y sustentabilidad".
Desde Agroindustria afirman que "se ha identificado una gran oportunidad para desarrollar la cadena de valor de los biomateriales, que va desde la investigación y el desarrollo necesarios para el aprovechamiento de la materia prima hasta las herramientas de identificación y promoción del producto ante el consumidor".
Otro de los aspectos relevantes que argumentan en la dependencia que dirige Luis Miguel Etchevehere es la elaboración de estrategias de aprovechamiento inteligente de la biomasa e incluso el diseño industrial como herramienta para potenciar el agregado de valor e industrialización.
En diálogo con Infobae, Fernando Vilella, Director del Departamento Bioeconomía, Políticas Públicas y Prospectiva de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) y Pro-Secretario de la Asociación Maíz y Sorgo Argentino (MAIZAR), explicó el proceso de aprovechamiento de la biomasa.
"Cuando uno esté realizando un proceso extractivo y productivo de una especie alimenticia, lo que pretende desde la bioeconomía es que esa planta sea aprovechado al máximo sin deteriorar el medio ambiente. Por ejemplo, con el maíz uno puede hacer alimento para los animales y a la vez alcohol que se puede mezclar con parte de la nafta que se utiliza en los vehículos, como es el caso del bioetanol. También, a partir de ese alcohol, por medio de procesos químicos, obtener productos que hoy se logran con combustibles fósiles", señala el investigador y agrega: "De esta manera se logra un sistema ambientalmente más favorable y económicamente más redituable".
Para ser aún más claro, Vilella pone el ejemplo del potencial del maíz: "Uno puede extraer bioplásticos para reemplazar a los que se provienen de la industria petroquímica. ¿Cómo? A partir del propio hidrato de carbono de los granos o desde el alcohol que se extrae por la fermentación de los mismos. Estos usos son cada vez más crecientes".
Otra gran oportunidad
El Secretario Murchison, señaló: "En estos años asistimos a la revolución de la Bioeconomía, en la cual los llamados productos biobasados o bioproductos serán cada vez más accesibles y demandados por consumidores sensibles al paradigma de la sustentabilidad. Para nuestro país, en particular, representan enormes oportunidades de agregado de valor e industrialización de la biomasa de origen agroindustrial".
Vilella va más allá. El académico de la FAUBA lo califica como "una solución".
“Cuando miramos nuestro sistema productivo nos encontramos con un desbalance en las rotaciones. Si bien hemos mejorado en este sentido en los últimos tres años gracias al cambio en las políticas de retenciones, todavía hay 18 millones de hectáreas (MHa) de soja, conviviendo con menos de la tercera parte de la superficie de maíz”, argumenta
En ese sentido, propone que "si fuéramos a un equilibrio, cada MHa que se implantaran con el cereal, significarían entre siete y ocho millones de toneladas (MTn) de producción de granos, en un contexto donde el mercado mundial es de sólo 110 MTn. Esto significa que con cada MHa adicional, el país estaría ganando entre 5 y 6% del mercado total. Por lo tanto, la salida por la vía exclusivamente de granos no es económicamente viable, por lo que tenemos que hacer otros usos: producir las proteínas animales, o hacer energía o biomateriales. Dependiendo de cuán eficientes seamos en la construcción de estos nuevos negocios de la bioeconomía va a depender la viabilidad del sistema productivo argentino", sentencia.
El origen
La conformación de la Cobiomat tuvo sus orígenes en noviembre de 2016 cuando Agroindustria organizó el seminario "Bioplásticos en Argentina, motor de agregado de valor y sustentabilidad", con el objetivo de dar a conocer el estado del arte del sector en Argentina y los actores que lo conforman.
En setiembre del año pasado, el ministerio publicó en el Boletín Oficial la Resolución 253-E/2017 mediante el cual se creaba el "Programa Bioproducto Argentino", que por ese entonces funcionaba bajo la órbita de la ya disuelta Secretaría de Agregado de Valor que comandaba Néstor Roulet, quien renunció a su cargo en los inicios de la gestión actual de Luis Miguel Etchevehere.
El texto de la norma establecía que se entiende "como bioproducto a todo producto de base biológica producido a partir de recursos agrícolas renovables, incluyendo los subproductos y residuos agroindustriales", dejando fuera "a los alimentos para consumo humano o animal y los combustibles".
La producción de los bioproductos ofrece beneficios socio-económicos y ambientales
Dentro de los beneficios, se destaca: una mayor diversificación en el empleo de las materias primas agrícolas, un mejor aprovechamiento de los residuos agrícolas, el desarrollo de nuevas industrias y productos, el aumento de las oportunidades económicas para las comunidades rurales y la reducción de la dependencia de los recursos no renovables.
En este sentido, Vilella asegura que nuestro país "tiene grandes posibilidades de producir fotosíntesis, buena disponibilidad de agua, grandes superficies, buenos suelos, y empresarios que saben producir. En la medida que le agreguemos valor a esa biomasa vamos a generar más trabajo de calidad".
Además, analiza cómo un obstáculo puede convertirse en una salida. "La cuestión con la biomasa son los costos. Transportarla es muy caro por el volumen y peso que ocupa, por lo que los desarrollos para su transformación deben ser locales. Es una oportunidad para el desarrollo en las localidades del interior".
El compromiso
La Cobiomat estará integrada por las instituciones, organizaciones y entidades que aportarán dos integrantes para trabajar junto a los especialistas de la Dirección de Biotecnología. Sus funciones serán las de proponer criterios técnicos, prioridades y acciones, en relación a las políticas, planes y proyectos de la Secretaría de Alimentos y Bioeconomía. Además, emitirán opinión en relación a la regulación y promoción de este tipo de productos.
El listado incluye a la ya mencionada Maizar; la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (ACSOJA); la Cámara Argentina de la Industria Plástica (CAIP); la Cámara Argentina de Biotecnología; la Entidad Técnica Profesional Especializada en Plásticos y Medio Ambiente (ECOPLAS); el Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología de Alimentos; el Instituto De Investigaciones en Ciencia y Tecnología de Materiales (INTEMA); la Universidad de Buenos Aires (UBA); la Universidad Nacional de Quilmes; la Fundación Argentina de Nanotecnología; el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI); el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA); el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET); los ministerio nacionales de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, de Producción, de Ambiente y Desarrollo Sustentable; sus pares de santafesino y cordobés de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
Mirada industrial
En diálogo con Infobae, Sergio Hilbrecht, Gerente de CAIP y miembro de la comisión directiva de Ecoplas, señaló que para la industria del plástico "sería aprovechar una cadena de valor que hoy existe, pero a la que le falta desarrollo. Faltan inversiones para que la biomasa que hoy se genera en la Argentina se transforme en energía o en materia prima. Aceptamos ser parte de la Cobiomat porque hay tecnología y mano de obra capacitada para procesar el plástico que surja de este nuevo escenario".
"Está claro que es muy beneficioso para toda la cadena de valor que esa biomasa que se genera en toda la producción agroindustrial se pueda utilizar en la generación de energía o en un insumo para el resto de la cadena de valor de la industria", se entusiasma el ejecutivo.
El representante de la industria plástica se encarga de aclarar que es muy probable que "en la Argentina se trabaje como en Brasil, donde el proceso se realiza con una materia prima renovable como la caña de azúcar que se utiliza para producir un polietileno convencional (tipo de plástico) pero no biodegradable. El origen es materia prima renovable pero el producto final debe ser reciclado".
"Cuando el plástico es biodegradable, industria que no está desarrollada en nuestro país", subraya, "esos materiales deben tener una disposición final diferente al resto de los plásticos porque tienen que terminar en una planta de compostaje (reciclado) donde acaban los residuos húmedos que están controlados bajo condiciones específicas de humedad y en las que se aplican enzimas especiales para biodegradar esos materiales".
Hilbrecht dice: “En el país se procesan un 1,5 millón de toneladas de plástico convencional. En el Mundo, la capacidad de producción de biodegradables está en el orden del 1% del total y nada de eso se produce en la Argentina”
El hombre de la CAIP ve en esta sinergia con el campo una oportunidad para poner al país en un lugar de reputación en el cuidado del medio ambiente y agregarle un plus para el futuro acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE).
"Fabricar plásticos a partir de la biomasa mejora la huella de carbono. Lo que busca la UE es que el campo se haga cargo de sus residuos, desde los bidones del agroquímico, el film de la silobolsa hasta la biomasa misma", sostiene. Cabe recordar que se denomina huella de carbono a la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto.
En este sentido, Vilella suma otro dato. "En la actualidad, la Argentina no tiene un lugar destacada en la generación de este tipo de materiales. Su participación no es acorde a la gran cantidad de materias primas con las que cuenta para la elaboración de bisbisados. Por caso, los países del Hemisferio Norte como los europeos han logrado desarrollar conocimiento y tecnologías, pero no cuentan con la biomasa que tiene la Argentina", destaca.
Por último, el miembro de la Fauba y Maizar es contundente: "Cuando hablamos de bioeconomía, además de biomasa, hablamos de conocimiento. Todo lo relacionado al fortalecimiento de generación de tecnologías apropiadas para la elaboración de bioplásticos a partir de materiales naturales, son esenciales para el futuro del país".