La esperada baja del precio del litro de combustible que anuncia el gobierno como expectativa para el mes de octubre es una buena noticia que permitirá gastar menos para llenar el tanque, o tener más autonomía con el mismo dinero. Una baja del 3% para el diésel y del 1,5% para las naftas, permitiría que el litro de gasoil Premium pase de $1.334 a $1.293, la nafta Súper cambie de $1.059 a $1.043 y la Premium, de $1.309 a $1.289. No es mucho, pero es algo, y es una buena oportunidad para corregir una mala costumbre que tienen muchos conductores: no llegar a la reserva del tanque.
Todos los autos tienen, en su tanque de combustible, un sensor de nivel que informa en el tablero la cantidad de litros que contiene el depósito. En el caso de los autos más modernos y equipados, además de esa información, se cuenta en la computadora de a bordo cuántos kilómetros se podrán hacer teniendo en cuenta el consumo actual. Por esa razón, si se sale a la ruta para viajar a 130 km/h con el tanque lleno después de haber circulado en ciudad, la autonomía que marque el auto será la máxima, pero irá bajando y ajustándose rápidamente a medida que el sistema detecta que el motor está consumiendo más combustible. Si, en cambio, se llena el tanque y se sigue usando el vehículo en tránsito urbano, la previsión de autonomía se mantendrá similar mientras se circule a velocidades de no más de 60 km/h.
De cualquier modo, tanto en un sistema analógico de aguja mecánica como en uno electrónico y digital como los actuales, cuando quedan pocos litros de combustible, se enciende una alerta en forma de luz que a veces es acompañada por un sonido o un cartel con la leyenda “nivel de combustible bajo”. Eso no significa que no hay más combustible en el tanque, sino que hay que ir a cargar porque quedan aproximadamente unos 50 km de autonomía.
Sin embargo, hay dos razones por las cuales no es recomendable andar con esa luz encendida: no quedarse sin combustible y no causar daños mecánicos.
Cuando se enciende la alerta de reserva, automáticamente se deja de ver la información de los litros restantes. Esta es, a la vez que una forma de incentivar a los usuarios a cargar combustible, una falta de precisión respecto a la autonomía restante, porque aunque popularmente se hable siempre de 50 km, por las mismas razones que se mencionaron anteriormente, depende de la velocidad y el estilo de conducción que esa distancia sea menor o incluso mayor. Por ese motivo, una vez que entra en reserva, estirar al máximo esos litros que quedan puede sorprender al automovilista y dejarlo parado en medio de la calle con el motor mudo.
Si bien es malo para los motores quedarse sin combustible porque “chupan aire” y eso puede generar daños o malfuncionamiento posterior al recargar el tanque, especialmente en los motores diésel, aún sin alcanzar a quedarse sin nafta, hay otras cuestiones técnicas mucho más importantes que se generan cuando se utilizan esos últimos litros.
La primera es que la bomba de combustible, que debe aspirar nafta o gasoil del tanque y llevarla por el circuito de combustible hasta el motor, se coloca dentro del depósito y está sumergida casi por completo en la gasolina. Esto es para succionar sin que entre aire al sistema y porque el combustible cumple también la función de refrigeración. Una bomba es eléctrica y al trabajar levanta temperatura. Si está sumergida en combustible esa temperatura se mantiene controlada asegurando su correcto funcionamiento. Pero si se usa el auto con poco combustible y peor aún, con los últimos litros de la reserva, la bomba trabajará sin esa refrigeración y se sobrecalentará, lo que reducirá indefectiblemente su vida útil.
La bomba de combustible vale entre $50.000 y $80.000 para un vehículo mediano y varía según la marca y el motor. Pero lo que es más costoso es la mano de obra por cambiarla, que podría rondar los $200.000. Pero, además, no siempre se consigue la bomba suelta, y se debe comprar todo el sistema de alojamiento de la bomba, que incluye un cartucho plástico con las conexiones de salida de combustible, de alimentación eléctrica y el flotante. Ese es un repuesto que, dependiendo la marca, tiene un costo de entre $500.000 y $800.000, a lo que habrá que sumarle unos $120.000 de mano de obra.
La otra razón por la que no es conveniente usar la reserva del tanque como una costumbre es el sedimento que suele producirse por las propias impurezas del combustible, y que por peso específico se depositan en la parte inferior. Cuando la bomba tiene que succionar esos litros finales suele levantar esa suciedad con el combustible mismo que envía al motor. Aquí el daño es para los inyectores, porque atraviesa el filtro de nafta o gasoil, y llega a hacer combustión, pero también para los catalizadores del sistema de escape, ya que ese sedimento se queda atrapado en los panales cerámicos y acorta sensiblemente la vida útil del catalizador, con lo cual, además de tener que hacer las reparaciones necesarias en ambos elementos, esas fallas generan que el motor consuma más combustible.