La excusa perfecta para volver al autódromo fue conocer y manejar el nuevo modelo RS Q3 Sportback, el primer SUV de Audi que incorpora el paquete deportivo S y que acaba de llegar a Argentina dentro de un escenario en el que la industria automotriz está volviendo a ofrecer a los usuarios argentinos vehículos importados de alta gama como prácticamente no había ocurrido en el último año y medio.
La cita fue en el Audi Driving Center, el espacio exclusivo que tiene la marca alemana en el Autódromo de Buenos Aires para dar cursos de conducción avanzada a los clientes argentinos. El RS Q3 Sportback representa la incorporación de este segmento que algunos prefieren denominar como Crossover y otros generalizan en Sport Utility Vehicle, a la familia más picante de Audi.
La unidad que está permanentemente en el circuito porteño es de un color llamativo, verde Kyalami, que debe su denominación al hecho de ser el color que prevalece en la bandera sudafricana y al nombre de la pista que usó la Fórmula 1 para disputar el Gran Premio de Sudáfrica, aquel en el que el recordado Carlos Alberto Reutemann ganó en dos oportunidades.
Tiene el famoso y afamado motor turbo Audi 5 cilindros TFSI de 2.5 litros en posición transversal, que entrega 400 CV de potencia y 480Nm de torque, que está vinculado a otra joya mecánica, la caja de velocidades automática S-Tronic de 7 marchas y tracción integral. Entre los 5 cilindros y su característico sonido y la tracción Quattro, es difícil no recordar aquellos “Panzers” que fueron los Audi Quattro de Grupo B, que ganaron el Campeonato Mundial de Rally de 1983 y 1984 y que pudimos disfrutar al verlos levantar hasta el último gramo de tierra de los caminos de Bariloche y Córdoba, dejando las piedras casi pulidas tras su paso.
La diferencia está, claro, en la electrónica de este RS Q3, que permite un reparto de tracción que va del estándar 70/30 hasta un 100/0 si el conductor así lo desea. Y que también se expresa en el Launch Control (Control de largada) para salir desde cero pisando el freno y el acelerador a fondo hasta que se retira el pie izquierdo y en 4,5 segundos llega a 100km/h. Ambas cualidades convierten a este vehículo en otra muestra de lo que la tecnología puesta al servicio de la performance puede lograr hoy en día.
Si bien no se alcanza a llegar a los 250 km/h a los que está limitado electrónicamente en ninguna de las dos rectas del autódromo, saliendo de la horquilla apenas se pasan los 200 y saliendo de Ascari se pueden tocar los 230 km/h, es asombroso el reprise del motor cuando se acelera el último centímetro que queda hasta “la chapa”, cuando el motor ya se está acercando a las 7.000 RPM y el conductor cree que no hay más.
La estabilidad de las suspensiones y la precisión de la dirección en las maniobras, incluso cuando hay que hacer una corrección porque se viene fuera de la línea ideal para quebrar la curva en el momento justo, se pudieron comprobar en el largo curvón del circuito 7, el triángulo del autódromo porteño, que también comparte con el místico 9 del coliseo máximo del automovilismo argentino.
Dos puntos más que merecen ser mencionados. El placer de accionar la caja automática doble embrague capaz de cambiar en décimas de segundo sin perder revoluciones y dándole lugar a que la “patada” del turbo se pueda expresar en cada cambio, incluso al poner sexta y séptima, donde debería ser más suave por la velocidad que se lleva. Y el freno, compuesto de discos ventilados, y perforados en el caso de los delanteros, que miden 375 mm y 310 mm respectivamente, y que trabajando en conjunto con neumáticos 255/35 R21, paran el auto asombrosamente rápido a punto tal que parece que se podría volver a acelerar para llegar a la curva.
La prueba era corta, no había derecho a dejar a otros esperando y que subieran al RS Q3 con los neumáticos destruidos por querer ir más allá. El que quiera y pueda hacerlo tendrá que gastar unos USD 150.000, que es el precio con el que Audi comercializa este vehículo en Argentina. Eso sí, lo podrán pedir negro, gris o rojo, pero del verde Kyalami sólo hay un ejemplar y se queda en el autódromo.