Hacía tiempo no se hablaba de Mate Rimac, el joven empresario croata que creó su propia marca de autos eléctricos deportivos y gracias a su éxito, compró la mayoría accionaria de Bugatti en conjunto con Porsche. Rimac fue noticia un par de años atrás con el lanzamiento del Nevera, el superauto 100% eléctrico más potente del mundo con el que batió todos los récords de aceleración y velocidad que se ha propuesto.
Sin embargo, sólo con la reciente presentación del Bugatti Tourbillon, el primer modelo híbrido de la prestigiosa marca francesa de vehículos de alta performance, Rimac volvió a tener apariciones públicas de alto impacto. Coincidencia o no con el momento actual que atraviesa la movilidad eléctrica en todo el mundo, con una desaceleración de demanda que no se puede ocultar, esa reaparición en escena del empresario croata tuvo relación con un vehículo híbrido y no uno eléctrico.
Apenas unos días después de ese evento de Bugatti, Rimac volvió a ser noticia y nuevamente no es por un auto eléctrico sino por uno que, aunque usa esa tecnología de propulsión, tiene otro elemento protagónico para llamar la atención: la conducción autónoma.
Efectivamente, Rimac una división específica dentro de su empresa para el desarrollo de vehículos autónomos pensados para el transporte de pasajeros sin chofer. Y así como Elon Musk bautizó a su marca de autos con el nombre Tesla en un homenaje a Nikola Tesla, un croata que revolucionó el mundo con la aplicación de la electricidad en el siglo XIX, Rimac adoptó el nombre Verne para su marca de robotaxis –o taxis robots–, a modo de tributo a Julio Verne, el escritor francés que imaginó al Nautilus en su obra “20.000 leguas de viaje submarino”.
Pero Verne no es una marca de autos, sino de un ecosistema de movilidad. Rimac desarrollará el vehículo como tal y deja para su socio, una empresa especializada en Inteligencia Artificial y conducción autónoma llamada Mobileye, todo lo concerniente a la tecnología necesaria para el funcionamiento del sistema de manera integral.
El auto en sí mismo tiene una configuración de un biplaza, lo que va en dirección opuesta a la de otros servicios de robotaxi ya existentes como Cruise o Waymo, que reservan hasta cuatro plazas para los pasajeros. La decisión de Verne de ir por este camino es un estudio en el que, aseguran, el 90% de las personas que usan ese servicio, van solas o con un acompañante como máximo.
Aprovechando esa condición de auto pequeño, se ha creado un diseño personalizable y mucho más confortable que el que puede tener cualquier automóvil convencional, con butacas reclinables, un techo panorámico vidriado circular y una gran pantalla delantera con infoentretenimiento, ya que este vehículo no tiene volante ni posición de conductor humano. El acceso es a través de las puertas laterales que son corredizas, que se abren con la validación de un código en la app de un teléfono o con uno que se ingresa manualmente en un teclado exterior, y que también se envía al pasajero a través de su teléfono móvil.
Entre las opciones configurables, los usuarios podrán decidir antes de subir al vehículo, aspectos como la música ambiental, la luz interior para viajes nocturnos, y hasta el aroma que quieren sentir a bordo. En su interior, el robotaxi cuenta con un sistema de sonido de 17 parlantes, butacas con cinco niveles de comodidad para permitir a los pasajeros trabajar, relajarse o descansar dependiendo de su necesidad o gusto, y algo muy interesante, un botón llamado “Median” ubicado en la consola central, que permite a los pasajeros iniciar y detener el viaje en el momento que quieran hacerlo. La idea de este dispositivo es ayudar a convencer a los usuarios que podrían ser escépticos sobre la tecnología autónoma, para que prueben el servicio sabiendo que si no desean continuar, simplemente accionen el botón para interrumpir el viaje y salir.
En el ecosistema que se ha diseñado para montar en las ciudades donde funcione el servicio de Verne, hay un centro de operaciones, al que llaman Madre Nodriza, que además es también el lugar desde el que salen los autos y al que regresan para mantenimiento, limpieza y carga de las baterías. Los autos no se podrán comprar para uso particular. El ecosistema está pensado para que sólo funcionen en flotas de la marca y presten un servicio de alquiler temporal.
Verne fabricará su robotaxi en su nueva fábrica que actualmente construye en las cercanías de Zagreb, capital de Croacia. También esta será la primera locación donde comience a funcionar el servicio en 2026. En una segunda etapa, cuando se haya probado y desarrollado el sistema, se expandirá a otros países de Europa y Medio Oriente. Según ha informado Verner, ya se han firmado acuerdos con 11 ciudades y se mantienen negociaciones con más de 30 ciudades de todo el mundo.