La noticia que este miércoles sacudió a la industria automotriz de la región, fue que Stellantis invertirá en Brasil un total de 6.000 millones de dólares entre 2025 y 2030, como continuidad de la actual inversión actual de 3.000 millones de dólares que llegará hasta el año próximo. Será la mayor inversión histórica de una automotriz en América del Sur, y está basada en lanzar más de 40 modelos de autos de diferentes propulsiones sustentables, entre híbridos Flex (en los que el motor de combustión interna puede funcionar con Etanol), híbridos Flex enchufables y vehículos 100% eléctricos.
Pero la inversión de Stellantis no es la única que llegará a Brasil. La anterior, que fue anunciada apenas un par de días antes, es la de Toyota, que invertirá 2.200 millones de dólares. Y esa se sumó a las que ya anunciaron Volkswagen por 3.000, General Motors por otros 1.400 y la china BYD, que compró la explanta de Ford en Camaçari, con 605 millones de dólares para fabricar autos híbridos y eléctricos desde 2025.
A estas inversiones, se deben sumar las que también se anunciaron para productos que no tienen directa relación con vehículos híbridos o eléctricos, como la de Renault para producir el nuevo SUV Kardian, la de Nissan para renovar KICKS o la de otro fabricante chino, Great Wall, para producir una pick-up mediana.
En nuestro país, la última gran inversión fue la que hizo Ford, con un monto de 650 millones de dólares, y fue para la renovación de la Planta Pacheco que produce la nueva generación de la pick-up Ranger además de la nueva planta de motores que se inaugurará este año. Las próximas inversiones deberían ser la que hará Renault en Córdoba para fabricar la pick-up Niágara presentada el año pasado bajo el modo de concept, la de Stellantis en Palomar para producir localmente el nuevo Peugeot 2008, y la eventual que podría generarse si se trae a Argentina otra pick-up de próximo lanzamiento en Brasil.
“Sabemos que hay una urgencia por resolver muchos problemas que incluso no pasan por la industria automotriz como prioridad. Tenemos que entenderlo, pero al mismo tiempo, no podemos quedarnos atrás, hay que subirse al tren porque es el rumbo hacia el que se dirige el mundo. La electrificación de la movilidad, aunque Argentina tenga todavía un gran déficit y una infraestructura muy limitada, es el camino y Brasil está creciendo mucho más por su legislación en esa materia”. Palabras más, palabras menos, esta es la opinión de los ejecutivos de ADEFA (Asociación de Fábricas de Automotores), y fueron expresadas con total convicción en una reunión informal con algunos medios de prensa, entre ellos Infobae, realizada la semana pasada.
La Ley de electromovilidad es el punto de partida. Postergada incluso a pesar de haber sido creada por el propio gobierno de Alberto Fernández hasta el punto de perder estado parlamentario el año pasado, esa legislación es lo que necesita Argentina para ser tomada en serio por las grandes compañías automotrices como un país donde establecer sus inversiones a futuro. Y no tan a futuro, porque mientras tanto, en Brasil, el principal socio comercial de nuestro país, el programa Mo Ver (Movilidad Verde), que entró en vigencia el 1 de enero para incentivar las inversiones en movilidad sustentable está captando todo el interés.
No se puede desconocer que Brasil tiene un mercado cuatro veces más grande que el de Argentina y eso pesa en la elección de cualquier fabricante de instalar una planta en ese país y no en otro. Al mismo tiempo, la dinámica del comecio entre ambos países funciona con marcas que tienen plantas en ambos territorios, porque gracias al convenio de comercio vigente hasta 2029 (ACE14), el flujo de automóviles es de arancel 0% en ambos sentidos, ida y vuelta, de modo tal que Argentina puede importar libremente autos electrificados que en principio son sólo híbridos porque es lo que se fabrica allá.
“Es cierto que cuando en 2035 el mundo desarrollado deje de fabricar autos con motores térmicos, regiones como la nuestra continuará haciéndolo por muchos años más, y que esa es una situación que podría beneficiarnos a nivel industrial para recibir más producción. Pero al mismo tiempo, esta industria programa las cosas con mediano y largo plazo, y concentrarnos en aprovechar esa oportunidad también nos alejaría de los objetivos hacia los que va el mundo”, explicó Martín Zuppi, Presidente de ADEFA y Presidente de Operaciones Comerciales de Stellantis Argentina.
Pero más allá de la Ley de Electromovilidad, para la que ADEFA está desarrollando también su propio proyecto de ley como modo de contribuir a un tratamiento parlamentario, hay otra gran causal que impacta en que se produzcan menos inversiones en Argentina, y esa es doble carga impositiva que hay tanto para la producción como para la comercialización de automóviles que tiene nuestro país. Según un informe publicado por la entidad que nuclea a los fabricantes de automotores en Argentina, la suma de la carga impositiva de ambas etapas, producción y comercialización, es del 58,09%, lo que resta competitividad a sus productos.
En la etapa productiva, los impuestos que se acumulan o superponen a lo largo de la cadena de valor (Ingresos Brutos, Débitos y Créditos, Tasas municipales) representan en Argentina un 11,6% del costo de producción de un sedán mediano para venta local. Este mismo análisis en Brasil tiene un peso del 7% y en el caso de México 0%.
Por otro lado, al momento de la exportación, no es posible recuperar la totalidad de los impuestos que gravan a los bienes exportados con el nivel de reintegros (6,5%). En marzo de 2023 se publicó la Res. AFIP 5339/23 que produjo un aumento de costos de producción y exportación por afectar al capital de trabajo. Adicionalmente, en julio de 2023 fue publicado el Decreto 377/23 en donde se oficializó la ampliación del impuesto PAIS a la compra de divisas para la importación de bienes y servicios: estas dos medidas encarecen entre 8 y 11 puntos porcentuales el costo de producción.
El aumento de la percepción por el Impuesto PAIS, que pasó del 7,5 al 17,5% dos días después de la asunción del actual gobierno, afectó aún más su impacto en todos los productos importados, no sólo en autos, sino en componentes o insumos que entran al país para fabricar autopartes o vehículos.