Desde Detroit, EEUU - Por primera vez en la historia, el sindicato de trabajadores de la industria automotriz de Estados Unidos, UAW, o Union Auto Workers, realizó este viernes un paro de actividades simultáneamente a los tres fabricantes más grandes de este país, conocidos como The Big Three: Ford, Chevrolet y Stellantis para sus marcas americanas Jeep, RAM y Dodge.
El reclamo fue por un aumento del 36% de los salarios en la actualización que normalmente se discute con los fabricantes cada cuatro años, contra una oferta del 20% inicial hecha por las compañías. Pero en realidad, lo que hay en el fondo, es un tema mucho más complejo: es el temor a una gran pérdida de puestos de trabajo que podría darse a mayor escala en los próximos años, pero que ya ha comenzado a dar sus primeras muestras con la creación de nuevas compañías para fabricar baterías para autos eléctricos que no tienen sindicalizados a sus trabajadores y que pagan salarios más bajos que los de la industria actual.
El paro no se hizo en todas las plantas sino en una de cada marca. Una planta de General Motors en Missouri, una de Stellantis en Ohio y una de Ford en Michigan. Según dijo el presidente de la UAW, Shawn Fain, “este es el momento decisivo de nuestra generación. El dinero está ahí, la causa es justa, el mundo está mirando y el UAW está listo para levantarse”. Las huelgas podrían extenderse a todas las plantas de las tres marcas en Estados Unidos si no se consigue encauzar las negociaciones.
El escenario no es simple y tampoco es un problema sólo de Estados Unidos. Es una realidad global que vive la industria automotriz ante el que sin dudas es el cambio más grande en sus 130 años de historia. El exCEO de Toyota Motor Corporation, Akio Toyoda fue uno de los primeros que levantó la voz haciendo notar que una transformación hacia la electricidad como única forma de propulsión permitida la próxima década sería un gran error, porque pondría en riesgo unos 5 millones de puestos de trabajo y una gigantesca crisis social.
Un par de años atrás, Hubert Aiwanger, por entonces el Ministro de Economía del estado de Baviera, fue muy enfático al que “no queremos que Baviera sea una segunda Detroit”, como respuesta al plan Fit for 55 que impulsaba la Comisión Europea para que en el continente ya no se fabriquen automóviles con motores de combustión interna desde 2035. En esa región de Alemania están las plantas de Audi y BMW, además de otras compañías que producen autopartes para toda la industria.
Pero para los habitantes de Detroit y los observadores de la industria, este movimiento sindical tiene vestigios de una historia que ya han vivido cuando aquí se comenzó a ver que el mundo del automóvil ya no era el de los años 50 y 60, y que el avance de los vehículos japoneses, más económicos y baratos, era un proceso que no se detendría cuando finalizara la crisis del petróleo de comienzos de los 70.
En aquel momento, una de las razones para que la ”capital mundial” del automóvil comenzara un proceso de deconstrucción y pasara de tener 2 millones de habitantes a menos de 700.000, como tiene actualmente, fue que el poder sindical ahuyentó a las marcas con su fuerte pretensión de salarios ante una industria que se estaba achicando por la coyuntura mundial. Los “tres grandes” empezaron a trasladar sus plantas a otros estados e incluso a otros países, y el proceso terminó, décadas después, con la quiebra del municipio en 2013.
Si bien Detroit se está reconstruyendo a partir de un rediseño de su ciudad y un nuevo uso de zonas abandonadas, en la geografía de esta ciudad todavía persisten imágenes increíbles de grandes fábricas cerradas con sus enormes playas de estacionamiento vacías, barrios con casas sin ocupantes e incluso emblemáticos hoteles que en otros tiempos fueron centro del movimiento de la ciudad, con barreras para impedir el acceso y pastizales alrededor.
La bandera de Detroit es un documento elocuente de la historia de esta ciudad que otra vez parece caminar por un sendereo preocupante para sus habitantes. Una frase en latín dice “Se levantará de las cenizas”, y esto se debe a que un gran incendio consumió gran parte de la ciudad en 1805.
Pero el mundo está cambiando nuevamente. En el Detroit Auto Show que está terminará este fin de semana, las“palabras mágicas son tecnología y electrificación. Ford acaba de inaugurar en Dearborn, el túnel del viento más sofisticado del mundo, y no es para competición sino para hacer más eficientes los autos eléctricos del futuro.
Aunque en las calles de Detroit no se ven tantos Tesla como en otras regiones de Estados Unidos, la movilidad eléctrica es algo inevitable y las medidas tomadas por la administración de Joe Biden están claramente apuntadas a sostener con incentivos la creación de nuevas industrias relacionadas a la movilidad eléctrica, y para que los habitantes tengan mayores facilidades para dejar sus autos de gasolina por autos eléctricos.
El CEO de Ford, Jim Farley, le dijo este jueves a la cadena CNBC que si su empresa hubiera aceptado lo que solicitaba el sindicato de la UAW “habría perdido 15.000 millones de dólares y hubiésemos quebrado”.
GM dijo oficialmente que le ofreció al sindicato un paquete económico sin precedentes que incluye aumentos salariales y compromisos de fabricación. “Seguiremos negociando de buena fe con el sindicato para llegar a un acuerdo lo más rápido posible”, destaron.
En Stellantis se manifestaron “muy decepcionados con por la negativa de los líderes del UAW a participar de manera responsable para llegar a un acuerdo justo en el mejor interés de nuestros empleados, sus familias y nuestros clientes”.
La medida no afecta a Toyota, Honda y Tesla, que no tienen sus empleados afiliados al sindicato de la UAW.
Aunque Detroit lo esté viviendo como un deja vú, el problema no es sólo en esta ciudad que históricamente vivió de la industria, sino que se trata de una problemática que trasciende fronteras. Unos 150.000 trabajadores viven de esta industria y si todos se plegaran al paro podría impactar en una reducción del producto bruto interno del país de un 0,3%, según estima la consultora Oxford Economics.
El cambio climático sigue siendo un motivo de discusión y las medidas para combatirlo afectan fuertemente al sector. Los fabricantes necesitan miles de millones de dólares para invertir en plantas y materiales para fabricar automóviles y baterías para la movilidad eléctrica. Por esta razón, las grandes marcas están dejando de producir vehículos de baja rentabilidad y enfocarse en automóviles, SUV y Pick-ups de mayor equipamiento, tecnología y margen de ganancia.
De hecho, a modo de anticipo del que no pudo dar mayores detalles, el vicepresidente de Electrificación de Ford, Darren Palmer, dijo en charla con la prensa argentina que “estamos invirtiendo 50 mil millones de dólares en nuestro desarrollo durante los próximos cuatro años. Sólo puedo decir que el próximo vehículo que tendremos es el de tres filas. No tengo permitido decir nada más sobre esto excepto que no es lo que esperan que sea”, confirmando ambas ideas anteriores. Se hacen inversiones millonarias y los autos serán cada vez más grandes, equipados y tecnológicos.