Así como ocurre con el título de “Auto del año” para todo tipo de vehículos, marcar la vuelta más rápida en el circuito de Nürburgring es una de las mayores satisfacciones que los actuales fabricantes de autos de alto rendimiento exhiben como un trofeo de gran valor, ya que representa no sólo velocidad y aceleración, sino un excelente comportamiento dinámico de suspensiones y mecánica, condiciones necesarias en la exigente pista alemana.
Pero en los años 80, Nürburgring era todavía una pista de carreras extremadamente peligrosa en la que cada vez corrían menos categorías, y las marcas de autos no la utilizaban como pista de pruebas, ni mucho menos para establecer récords. Sin embargo, una curiosa carrera de autos estándar fue la excusa perfecta para inaugurar la remodelada pista de Grand Prix actual, mucho más corta que aquellos 29 kilómetros del famoso Nordschleife.
En esa carrera de la que participaron los mejores pilotos de Fórmula 1 del momento y otros ya retirados como nuestro Carlos Alberto Reutemann, ganó el joven y talentoso brasileño Ayrton Senna, pero más allá del resultado, ese evento sirvió para que Mercedes-Benz mostrara las cualidades deportivas de su nuevo modelo Mercedes 190 E 2.3 16v.
El auto había sido presentado casi dos años antes causando gran impacto, ya que mostraba que en una berlina también se podía disponer de cualidades deportivas, algo que por ese tiempo era una tendencia que varias marcas estaban impulsando. Pero Mercedes, más allá de la elegancia y esa deportividad que exhibía en su nuevo modelo, había demostrado también un altísimo compromiso con la confiabilidad, una de las cualidades históricas de sus productos.
Para ello, sus directivos se habían propuesto batir un récord de larga duración a alta velocidad que era común en esos tiempos. El escenario era el circuito italiano de Nardo, un óvalo gigantesco que tiene 12,6 kilómetros de extensión, en el que se podía circular sostenidamente a más de 200 km/h, marcar velocidades máximas extremas superiores a los 400 km/h, o hacer pruebas de velocidad promedio durante una determinada cantidad de horas.
El desafío de Mercedes era singular. Se habían propuesto recorrer 50.000 kilómetros a la máxima velocidad posible de modo de obtener una nueva marca en tiempo para llegar a la cifra elegida, que equivale además a dar una vuelta al mundo y una cuarta parte de otra por la línea del Ecuador.
No lo hicieron con un solo auto sino con tres, diferenciados como rojo, verde y blanco, para evitar las demoras que ocasionan las paradas para cambiar elementos que deben ser reemplazados durante esa cantidad de kilómetros, y que desnaturalizarían el ensayo. Así fue como los tres autos idénticos, diferenciados con un círculo en sus puertas y los cubrefaros delanteros durante el día, se lanzaron a la pista de Nardo en el verano de 1983. La rutina establecía que se aprovechaban los cambios de piloto para recargar el tanque de combustible y para limpiar el parabrisas, pero además, cada 17.000 kilómetros, se debía hacer una parada más extensa para cambiar los neumáticos, el aceite del motor, el filtro del aceite y las bujías.
Los autos, propulsados por el motor atmosférico de 4 cilindros en línea y 2.3 litros que proporcionaba una potencia de 185 CV, tardaron 8 días a una media de casi 250 km/h para alcanzar los 50.000 kilómetros. El número exacto fue de 201 horas, 39 minutos y 43 segundos, y el promedio de velocidad fue de 247.9 km/h. La única modificación mecánica que se hizo a los vehículos fue sobre la inyección y el encendido, de modo tal que permitiera funcionar sostenidamente a más de 6.000 RPM. A nivel de carrocería, se efectuó un sistema de persiana para reducir la entrada de aire por las noches, de modo de poder mantener la temperatura del motor en valores estables durante esos días. También se le desconectó el ventilador del radiador, ya que no era necesario por la alta velocidad que desarrollaban en la pista.
Más allá de otras marcas intermedias como la de velocidad promedio récord para 25.000 km y 25.000 millas, el evento desarrollado entre el 13 y el 21 de agosto de 1983, fue utilizado también para que Mercedes-Benz hiciera un profundo estudio psicológico, ya que los conductores estuvieron sometidos a muchas horas continuas, en una pista con una sola dirección, siempre a máxima velocidad, y con temperaturas muy elevadas, ya que durante el día, en esa época del año, se superaban los 40°C. Una información muy valiosa que sirvió para desarrollar años después, buena parte de las actuales asistencias electrónicas a la conducción.
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