Cuando se habla de seguridad vial, siempre se hace especial hincapié en crear conciencia respecto a la responsabilidad que implica conducir un automóvil en la vía pública. Conducir bien no es lo mismo que manejar bien, porque mover las manos y los pies coordinadamente es sólo la mitad de lo que hay que saber al volante. La otra mitad es reconocer que los autos son masas de acero de más de 1.000 kilogramos en constante movimiento, que dependen de las personas que los manejan ya que por ahora, los vehículos 100% autónomos no existen.
Conducir bien es entender que alrededor hay otras personas, que no se puede hacer cualquier maniobras sin contemplarlas, y por lo tanto sin avisar o revisar que el espacio para hacerla existe y no perjudicará a los demás. Y para eso, una de las claves es el constante uso de los espejos retrovisores, que inicialmente fue uno sólo en el centro, después se amplió a dos con la incorporación del espejo externo del lado del conductor, y luego pasó a ser un trío, cuando se adosó otro similar del lado opuesto. Hoy, gracias a la tecnología están los sensores de movimiento que contribuyen con el conductor, pero el uso del espejo todavía sigue siendo vital, y aquí más que nunca se debe ser textual en el uso de la palabra vital.
Sin embargo, aún para quienes revisan al menos una vez cada diez o veinte segundos el espejo mientras conducen por las calles, hay un momento en el que el espejo podría decirse que desaparece. Eso es cuando estamos detenidos en el semáforo. Es posiblemente un acto reflejo, porque se podría pensar que al estar detenidos, no hay nada que revisar hacia atrás, sin embargo, estar atento al movimiento alrededor de un automóvil sigue siendo una tarea que los conductores deben hacer constantemente.
Para conocer el comportamiento de los conductores cuando se encuentran detenidos en los semáforos, el Observatorio Vial de la CECAITRA, la Cámara que nuclea a empresas productoras de software vial, realizó un sondeo telefónico en hogares de la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires.
La primera pregunta fue si mientras espera en el semáforo miraba los espejos retrovisores. Allí, un 74% dijo que sí, lo que arrojó un resultado positivo respecto al tema del sondeo. La segunda pregunta estaba referida a las distracciones que se generaban mientras se esperaba que el semáforo se ponga en verde para seguir conduciendo. Sorprendentemente, la principal distracción mencionada fue “retocarse el maquillaje”, con un 30% de respuestas, provenientes todas de parte de conductoras femeninas. El siguiente motivo de distracción elegido fue usar el espejo pero para mirar cómo está peinado. Este lo mencionaron un 26% de las personas encuestadas.
Las demás causas señaladas fueron “mirar el espejo por aburrimiento” (12%) y “revisarse el nudo de la corbata”, con un 6%. Solamente un 26% dijo no mirar nunca el espejo retrovisor mientras espera con el vehículo detenido.
“Los espejos retrovisores cumplen una función muy importante ya que amplían el campo visual, tanto lateral como trasero del vehículo. Son indispensables a la hora de conducir ampliando nuestra visión sin necesidad de mover la cabeza. Debemos reflexionar sobre este elemento de seguridad para que no se transforme en una distracción. Es preocupante que más de la mitad de los consultados, dijo usar el espejo retrovisor con fines puramente estéticos”, explicó Facundo Jaime, vocero del Observatorio Vial de CECAITRA.
La Organización Mundial de la Salud difundió, con un fin preventivo, las cuatro de distracciones que se pueden dar mientras se conduce: visuales, como apartar la vista de la calle; cognitivas, por ejemplo, al pensar sobre un tema de conversación con algún ocupante del vehículo y reemplazar así la atención respecto al cambio de luz del semáforo; físicas, como cuando una conductora manipula sus elementos de maquillaje o se acomoda el pelo en lugar de conducir con ambas manos al volante; y auditivas, como es la más frecuente, responder a un teléfono celular o subir el volumen de la radio.
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