Las 500 Millas de Indianápolis forman parte de un trofeo simbólico conocido como la “triple corona” junto al Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1 y las 24 horas de Le Mans del Campeonato Mundial de Endurance. Sólo un piloto la ha conseguido hasta el momento, el inglés Graham Hill, luego de adjudicarse la carrera de Le Mans en 1972, ya que tenía en su palmarés cinco victorias en Mónaco en la década del 60 y la edición de 1966 de Indy500.
El extenso circuito de Indiana no es lo que geométricamente se conoce como óvalo, sino más bien es un rectángulo con sus cuatro extremos redondos, que aunque parezcan similares, son completamente distintos entre sí. Pero además de la altísima velocidad que alcanzan los autos de Indycar, que llegan a los 380 km/h de promedio para una vuelta, hay otros motivos para hacer especial esta competencia, y esas son sus tradiciones. Una de ellas es que el auto que cumple la función de Pace Car durante la carrera, queda en poder del piloto vencedor.
Sin embargo, la tradición más conocida no es esa, sino aquella por la cual el vencedor debe tomar una botella de leche apenas se baja del auto y antes de la coronación en el podio. La tradición nació en 1933, cuando Louis Mayer pidió un vaso de leche para combatir el calor extremo al que se habían sometido los pilotos a lo largo de la carrera, y aunque en 1936 repitió el ritual tomando directamente de la botella en su nueva victoria, recién quedó instaurado como una costumbre dos décadas más tarde.
Otra de las tradiciones es la foto que se suele tomar el ganador besando el Brickyard, la línea de ladrillos que atraviesa la recta principal en el lugar de largada y llegada, y que rinde homenaje al piso original del circuito, y la que se vuelve a tomar el piloto con su auto y su equipo el lunes por la mañana posterior a la carrera.
Pero Indy500 es famosa también por sus premios, y si bien por años el ganador se llevó más de 2 millones, esta cifra ha sido superada ampliamente en 2022, cuando el sueco Marcus Ericsson embolsó 3,1 millones por llevarse la victoria. Y parte de esos premios es el Pace Car utilizado el día de la carrera. Desde hace muchos años, ese auto es un Chevrolet Corvette, y parte de los protocolos que tiene esta carrera es presentarlo unos días antes para promocionarlo y contar las cualidades del modelo.
El de la edición 2023 de Indy500 es un Chevrolet Corvette Z06 Hardtop Convertible, un modelo inédito que se presenta con la carrera, y que está propulsado por un motor V8 atmosférico de 5.5 litros de cilindrada y capaz de entregar 670 CV de potencia. Esta es una cifra récord de prestaciones para la legendaria historia del Corvette, que ya ha sido 20 veces el Pace Car de las 500 millas. El auto tiene un costo superior a los 100.000 dólares, por lo que también debe contabilizarse entre las ganancias económicas del vencedor.
“Mientras celebramos la rica historia del Corvette Pace Car en Indianápolis Motor Speedway (IMS), es asombroso ver la evolución de estos autos dentro y fuera de la pista”, dijo el presidente del circuito, J. Douglas Boles. “El convertible de techo rígido del Corvette Z06 2023 es solo otro ejemplo de la innovación de Chevrolet que se traslada de la pista a la calle”, declaró.
La decoración del auto, más allá de los logos de la carrera, el modelo y la marca, luce una carrocería de un color rojo llamado Red Mist Metallic, el interior es bitono en negro y gris y las llantas de aleación tienen detalles en color bronce. El piloto que gane Indy500 se lo llevará al garage de su casa el lunes, pero el domingo, será conducido durante la carrera por Sarah Fisher, la piloto mujer que más veces tomó parte de este prestigiosa carrera, con 9 participaciones, y que ya fue la encargada de conducir el Pace Car también en 2022.
Seguir leyendo