La pandemia profundizó un cambio en la dinámica de la movilidad en todo el mundo. La necesidad de trasladarse con seguridad sanitaria fue uno de los principales motivadores de la adopción de medios de transporte individual y eso disparó la venta de bicicletas y motovehículos a valores superiores a la media.
Pero en países latinoamericanos como Argentina, esta situación sólo acentuó un proceso que viene desde mucho antes, ya que las dificultades económicas habían convertido a las motos de baja cilindrada en una herramienta de trabajo y un medio de traslado mucho más conveniente. En el interior del país, las motos son actores principales del tránsito desde mucho antes, en las grandes ciudades, han alcanzado ese estatus en los últimos años, y hoy, cada mes se matriculan en números similares, tanto autos como motocicletas.
Las cifras de este año 2023 lo confirman. Según los informes mensuales de ACARA (Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina), en enero se patentaron 50.085 automóviles nuevos y 40.908 motocicletas. En febrero fueron 30.121 autos y 35.341 motos, y en marzo, 39.442 automóviles contra 48.044 motos. La tendencia en alza de los vehículos de dos ruedas es innegable. Estas cifras deben preocupar a los fabricantes de autos, pero también a los gobiernos, porque además de subir el número de motos en la proporción del parque motor argentino, subieron también los accidentes fatales y los robos de unidades.
Un interesante informe realizado por la compañía de seguros ATM, especialista en seguros de motocicletas, dice que actualmente hay en nuestro país unos 7 millones de motovehículos en circulación. Otros datos interesantes que aporta el documento dice que la edad promedio es de 36 años, en un mercado fuertemente relacionado con usuarios masculinos. Con 216.000 clientes en su base de datos a nivel nacional, la compañía tiene a una gran mayoría de pólizas emitidas en el AMBA, el área metropolitana de Buenos Aires.
Pero este crecimiento del parque vehicular de motos es también una preocupación por una cifra alarmante de accidentes fatales y robos. La inseguridad es un problema que deben resolver los gobiernos, y los usuarios sólo pueden ser cuidadosos al extremo máximo posible, pero son víctimas de una situación en la que no pueden hacer cambios. Sin embargo, cuando se habla de accidentes hay una responsabilidad casi absoluta en los usuarios, sin que esto signifique que los organismos de control deban desentenderse de acciones concretas y sostenidas en el tiempo a nivel de prevención e información.
Sólo con transitar un domingo cualquiera después de las 17 horas por las autopistas que confluyen en la ciudad de Buenos Aires, se ven ambas situaciones claramente. La absoluta irresponsabilidad de los usuarios y una ausencia absoluta de control de las autoridades nacionales o locales para evitar una práctica peligrosísima que se repite hace años. El fenómeno se parece a un enjambre de abejas, no sólo por la cantidad sino por el sonido, ya que centenares de jóvenes invaden simultáneamente esos accesos, mezclándose entre los automóviles con maniobras temerarias como hacer zig-zag constantes, recostarse boca abajo en el asiento y conducir de ese modo por varios metros, y hacerlo todo sin protección alguna como usar un casco.
Con sólo vivir cerca de la autopista Panamericana, el acceso Norte a la capital argentina, cada miércoles y jueves a la medianoche, se puede comprobar que las carreras de motos son una constante. Y en este caso no se trata de motos de baja cilindrada, sino de vehículos de alta performance. A lo largo de una hora, con intermitencia de unos 12 a 15 minutos, el sonido de un grupo de motos pasando a alta velocidad sobresale en el silencio de las horas de descanso, pero nadie hace nada.
Entonces, si bien hay una responsabilidad primaria en cada persona que se monta en una moto y tiene esos comportamientos, hay una complicidad de las autoridades que podrían evitar una serie comportamientos que terminan generando más accidentes y muertes.
Las estadísticas no mienten. Según datos de la Asociación Civil “Luchemos por la Vida”, en 2022 hubo 6.184 muertes por accidentes de tránsito en Argentina, lo que representa un 4% de aumento respecto al año anterior, algo que también acompaña el crecimiento de un causal de tránsito que había disminuido con las restricciones a la circulación de la pandemia. Pero esa cifra, que equivale a un promedio de 17 muertes por día, tiene un componente preocupante de participación de motociclistas, ya que 4 de cada 10 fallecidos fueron motociclistas, y 3 de ellos fueron hombres menores de 35 años.
Por otro lado, las cifras registradas por la Superintendencia de Seguros de la Nación (SNN), dicen que entre 2012 y 2021, el robo de motos en todo el país pasó de 10.472 a 20.947 casos, y desde junio de 2021 hasta junio de 2022, ese número subió a más de 25.000 motos a nivel nacional.
Junto a este dato, hay otro que aporta este informe de ATM, indicando que sólo el 30% de los motovehículos están protegidos con una póliza de seguro. Lo preocupante de esta situación, mucho más allá de afectar la capacidad de recuperar el valor de una moto que haya sido robada, es saber que un 70% de los usuarios de motos no cumplen con la obligación de la ley, que exige un seguro de Responsabilidad Civil ante un accidente que afecte a terceros.
La concientización sobre el uso responsable de una moto es fundamental. La educación antes de permitir que una persona salga a la calle a conducir un vehículo motorizado de dos ruedas hace la diferencia entre una sociedad que mejora o una que se empobrece respecto a su seguridad vial.
Más allá de las vidas que se pierden, y que es la consecuencia más lamentable de las malas conductas de los motociclistas, hay un costo económico también para los gobiernos en todos sus estamentos, porque la atención médica de tantos accidentes graves consume recursos que podrían tener un destino social más comprometido con la situación económica general del país.
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